Caracas, Agosto. AVN (Por Hernán Mena Cifuentes).- En cierta fase de su desarrollo las epidemias alcanzan mayor fuerza, aumentando el riesgo de muerte entre la población víctima del mal que diseminan. Lo mismo ocurre con la oposición venezolana, pues cada vez que se aproxima un proceso electoral descarga con más furia que antes la letalidad del virus del golpismo, el cual propaga para acabar con la vida de la Revolución Bolivariana y devolver al pueblo a épocas de ignominia ya superadas.
Y como es una constante en su trayectoria de conspiradores, desde su nuevo bunker, la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), los opositores colocan en su vitrola el viejo disco de la conjura que por repetitivo y rayado ya nadie oye.
No lo escuchan ni sus pocos seguidores, cansados de haber sido engañados tantas veces con sus falsas prédicas y prácticas golpistas que los condujeron tantas veces al abismo del fracaso.
Y mucho menos la inmensa mayoría del pueblo venezolano que ha adquirido conciencia y sapiencia política después de vivir durante décadas trabajando duramente en el campo y las ciudades, mientras una minoría, la discriminadora y opulenta oligarquía, líderes de la oposición golpista, se enriquecía fácilmente a costa de su sudor y sangre.
Eran tiempos de vasallos y lacayos, ciegos y obedientes seguidores del capitalismo salvaje y su modelo neoliberal que privatizó las empresas del Estado, que acabó con las conquistas sociales. Era la época de la cuarta República que sumió al pueblo en desempleo, pobreza, hambre, enfermedad, ignorancia y otras plagas sociales mientras perseguía con implacable saña a quienes se rebelaban contra sus iniquidades.
Pero un día llegó Hugo Chávez, a quien el pueblo le dio el triunfo en el más aplastante y transparente de los procesos electorales celebrados en la historia del país, quien puso en marcha la Revolución Bolivariana para devolverle la esperanza y encauzarlo por la ruta de la libertad, el progreso, la justicia social y la convivencia en armonía entre todos los venezolanos.
Estados Unidos y “las viudas de la cuarta República” jamás le perdonaron su victoria, mucho menos que no escuchara y se indignara ante sus obscenas propuestas invitándolo a sumarse a esa legión de siervos y olvidar su promesa y compromiso de rescatar al país que ellos habían secuestrado. Entonces iniciaron una implacable campaña desestabilizadora contra la Revolución Bolivariana, sólo comparable con la desatada por el imperio contra la revolución cubana.
Están por cumplirse 12 años de una conspiración que noche y día, sin tregua ni descanso, despliegan simultáneamente los golpistas desde Washington y los búnkeres de la oposición. A la conjura se ha sumado una generación de relevo conformada por bisoños, pero no por ello menos ambiciosos jóvenes “hijos de papá y mamá” que han ganado sólidas posiciones en el macabro círculo de figuras de la MUD.
Sus mezquinos intereses personales han generado una lucha a cuchillo entre los “intrusos” y esos cadáveres insepultos, los dirigentes de los casi extintos partidos de la cuarta República. Estos veteranos del fraude y el engaño luchan por sobrevivir, acosados por el tiempo, tratando de que el pueblo olvide las fechorías cometidas cuando eran amos de un poder que se eclipsó hace poco más de una década con la victoria electoral de Chávez.
Divididos, aun cuando se niegan a admitirlo, se atrincheraron en la MUD, estructura política con pies de barro, cuyas bases se erosionan cada día, debilitadas por sus ambiciones, que en cualquier momento podrían derribarla y hacerla estallar como una pompa de jabón, pues no resiste el más mínimo soplo de la verdad de los conflictos que oculta en su interior.
De allí que no les queda otro recurso en su fantasioso sueño de conquista del poder que atentar contra la estabilidad del proceso revolucionario, por lo que han vuelto a colocar en la vitrola ese rayado disco. No comprenden que por viejo y pasado de moda ya casi nadie lo escucha, y sólo ellos son los que danzan bajo su macabro ritmo, mientras afuera la Revolución Bolivariana marcha para darle una nueva y aplastante victoria electoral a su líder.
Sin embargo, no se debe ni se puede subestimar su maléfico poder, pues cuentan con millones de dólares que les provee Washington para financiar sus actividades, billete por el que sienten tanta atracción como la que sienten las moscas por la basura. Es la moneda que compra las sucias conciencias de esos apátridas que en casa hablan inglés y visten según la moda que imponen las pasarelas de Nueva York y Miami.
Y desde sus guaridas, o cuando viajan a Estados Unidos a visitar a sus amos, lo cual hacen con frecuencia, desesperados solicitan dinero para sus campañas desestabilizadoras. En respuesta, se les cubre con ese papel moneda que cada día pierde valor, devaluado por la aguda crisis financiera que hunde a las economías del imperio y sus aliados del primer mundo capitalista.
Como no tienen la más mínima posibilidad de triunfo en un proceso electoral transparente vuelven a sacar del cajón de los recuerdos al viejo y rayado disco de sus planes desestabilizadores.
El proyecto se inscribe en el mismo guión de siempre, en el que impera el discurso inútil del engaño y la mentira, el llamado a la deserción de los militares y el atentado contra instituciones del Estado, oculto en la ofensa soez contra la dignidad de la mujer venezolana.
En este intento desestabilizador que se inscribe en el modelo del 11-A un delincuente, pseudo periodista de un pasquín de la oposición fascista, publicó un nota asquerosa y denigrante contra seis damas revolucionarias, titulares de instituciones democráticas, lo que se les devolvió como búmeran al ser condenado por la Asamblea Nacional en legítima representación del pueblo y, en este caso específico, de la mujer venezolana.
Al atentar contra la institución armada, cegados por el odio y su incapacidad para comprender la realidad del país, pretenden inocular el veneno de la traición en el corazón de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. No aceptan el hecho de que hoy sus soldados, raíces del árbol del pueblo, tienen alma y corazón revolucionarios, inmunes a su ponzoña, muy distintos a aquel clan de “gorilas” que el 11 de abril de 2002, en complicidad con la oligarquía, asestaron un golpe de Estado.
Basta un breve recuento de lo acontecido a partir de aquella aventura que terminó en fracaso para comprobar su quehacer de delincuentes y la vocación democrática de un pueblo desarmado que en 47 horas, de la mano de militares leales a su líder y a la democracia ultrajada.
Fue una gesta única en la historia. Los hicieron huir en desbandada, mientras eufóricos y ebrios de triunfo celebraban el festín de buitres sobre el que creían era el cadáver de la Revolución Bolivariana.
Su accionar conspirativo se vio favorecido por la magnanimidad de Chávez, quien noblemente perdonó aquel acto de traición a la patria, comparable con el protagonizado por los conspiradores de Valencia en 1812. Sus responsables, como los del 11-A, no fueron castigados, clemencia que lamentaría el Libertador en el Manifiesto de Cartagena al decir que “no se dio a la vindicta de las leyes un solo rebelde, quedando todos con vida y los más con sus bienes”.
Cobijados bajo el manto de la impunidad, los traidores de la oposición golpista actual siguieron conspirando y, cuando apenas habían transcurrido ocho meses del 11-A, desataron el más brutal sabotaje jamás perpetrado en la industria petrolera, atentado que paralizó virtualmente a todo el país durante un mes.
En millones de hogares venezolanos no se podía cocinar por falta de gas y en muchas viviendas se cocinó con leña. El parque automotor casi se paró por falta de gasolina, buques petroleros fueron tomados por los conspiradores y en los puertos y aeropuertos quedaron varados barcos y aeronaves. Fue un acto criminal que dejó sin Navidad a millones de niños venezolanos.
Pero, gracias al arrojo y lealtad del pueblo venezolano, la conjura fracasó otra vez cuando heroicos marinos civiles y militares retomaron los barcos en poder de los piratas que los habían secuestrado. Miles de conductores patriotas llevaron de nuevo el combustible a las gasolineras, los aviones volvieron a despegar de los terminales aéreos y las embarcaciones zarparon de los puertos. Una vez más la Revolución había triunfado.
Como el imperio y sus lacayos los fascistas venezolanos son adictos a la conspiración y a la violencia en todas sus formas, pronto decidieron volver a la carga, esta vez importando de Colombia un contingente de paramilitares, cuya misión era la de sembrar el terror en Caracas y asesinar a Chávez.
El plan, en el que invirtieron millones de dólares, fracasó estrepitosamente. En la madrugada del 9 de mayo de 2004 una fuerza combinada de policías y militares sorprendió al grupo integrado por 88 “paras” que se preparaban para el ataque en la finca Daktari, propiedad del contrarrevolucionario cubano Robert Alonso, ubicada en una zona montañosa del municipio El Hatillo, estado Miranda.
Luego vinieron las guarimbas, táctica terrorista creación de Alonso, que desataron los “niños ricos” del este y sudeste de Caracas, bloqueando calles y avenidas, levantando barricadas, incendiando vehículos y cauchos.
Las guarimbas dejaron como saldo varios muertos, pero, como todas las modalidades del proyecto subversivo, fracasaron, ya que únicamente tuvieron eco en la clase rica y ninguno en el pueblo.
Ahora, después de un largo peregrinaje de años, caminando entre tumbos, de fracaso en fracaso, para no perder los favores del imperio, en flagrante violación de nuestra soberanía, envían mensajes de S.O.S. al Congreso yanqui, rogando por más dólares para continuar la lucha contra Chávez, quien, de acuerdo con su vil prédica, “pone en peligro la democracia y el Estado de derecho en Venezuela”.
Igual acto de traición a la patria comete la oposición golpista al solicitar el apoyo de los ultraderechistas parlamentarios españoles para que intervengan y monitoreen las acciones del gobierno venezolano, peticiones ambas que están siendo investigadas por Asamblea Nacional por constituir una clara violación de la soberanía del país.
Hoy, a más de una década de la victoria electoral de Chávez y del proceso pacífico e inédito que dirige como presidente de Venezuela y líder de la Revolución Bolivariana, el país se prepara para ser escenario de nuevas elecciones presidenciales en 2012. La democracia ha sobrevivido a más de una década de violencia desestabilizadora, pero la oposición golpista pretende continuar con su misión macabra en su intento por destruirla.
Pero Chávez, quien como una vez dijo: "Ya no soy el mismo ingenuo de antes", les lanzó el miércoles una advertencia que deberían tomar muy en cuenta: “Ellos lo que quieren es dar un golpe, que no se les ocurra, porque la respuesta sería demoledora. Las FANB estarían unida al pueblo para seguir defendiendo la Constitución y las leyes.
Y al salir en defensa de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, antes las ofensas e insultos lanzados por la oposición golpista, por negarse a seguirles en sus andanzas conspirativas, el jefe del Estado les respondió que “en su odio por los militares ellos no tienen ni idea. Ellos disparan puro veneno, así que los escupitajos y el veneno que ellos lanzan se devuelve contra ellos, y se hundirán en su pantano y su propia miseria: gente sin patria y sin vergüenza”.
El comandante en jefe de las FANB rechazó igualmente las pretensiones de los golpistas de hacer de los militares sus cómplices. En tal sentido, aprovechó la oportunidad para recordarles la abismal diferencia que existe entre los actuales miembros de la institución y los que hace algunos años traicionaron el juramento de defender la integridad y soberanía de la patria y velar por el orden institucional.
“Ellos quisieran generales como Blanca Ibáñez, prostituidos, borrachos, corruptos, o como los de la Plaza Altamira. Esos, más nunca volverán”, dijo.
Chávez está al tanto de los planes desestabilizadores de la oposición. “Para las elecciones de 2012 la derecha venezolana e internacional intentará generar violencia a través de mecanismos, como el uso de los grandes medios de comunicación. El carácter de la contrarrevolución y la derecha de Venezuela siempre ha estado signado por acciones antidemocráticas. Ese tipo de acciones están activadas actualmente y en todo momento”.
Y para concluir la anterior declaración hecha el 7 de agosto durante el espacio televisivo José Vicente Hoy, que dirige el destacado periodista y político venezolano, José Vicente Rangel, ratificó que será el candidato presidencial del PSUV y vaticinó la victoria de esa organización política.
“No perderemos. Nosotros vamos a ganar. Pasaremos por esta situación ( su enfermedad ) y voy a ser el candidato”, expresó.
Sus palabras, llenas de fe y optimismo, confirman el gran amor que siente por su pueblo y su firme determinación de acabar para siempre con las pretensiones de la oposición golpista y de su amo el imperio yanqui de destruir a la Revolución Bolivariana, proceso inédito y pacífico, guía para los pueblos y gobernantes progresistas de América Latina y el Caribe que hoy siguen su ejemplo en pos de la utopía de ese mundo posible con el que sueñan hace siglos.
Por Hernán Mena Cifuentes
18:17 24/08/2011
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