Hay seres humanos marcados a fuego vital por la desdicha. Entre ellos está Billie Holiday, nacida de una relación tempestuosa de dos adolescentes: la madre apenas alcanzaba los trece años y el padre a duro esfuerzo los quince (para más señas, un chico aficionado a la trompeta que merodeaba por los tugurios sonoros de Filadelfia). Tampoco dejemos de lado que la pequeña Billie ya tenía una violación a cuestas y varias indecisiones sobre el apareamiento con hombres o mujeres. Cantar era su voluntad y no retrocedió jamás.
Posteriormente, se instala con la madre en Nueva York y empieza a deslumbrar mediante una voz de hondas resonancias para el jazz y los giros de moda. Conoce a Benny Goodman y a los principales grupos e intérpretes del momento. Ya es una estrella que persigue con ansias la consagración, como también el apego a la marihuana, las drogas psicoactivas y la heroína (un juez la condena a ocho meses de prisión por tales inclinaciones).
Juega a los apareamientos y el matrimonio y el divorcio como si fuesen parte de una tómbola existencial. También, sin rubor alguno, practica la bisexualidad. Ya es famosa por sus ímpetus y sus éxitos, seduce a públicos distintos y toma beligerante partido contra la discriminación racial en los Estados Unidos.
Strange fruit (Fruto extraño, 1939) es una pieza musical, terrible y hosca, en la voz contestataria, profunda y lapidaria de Billie Holiday, que denuncia los linchamientos de negros en los estados sureños de EE. UU., constituyendo desde entonces uno de los principales lemas por los derechos civiles.
La canción se refiere al cuerpo de un afrodescendiente que cuelga de un árbol. La letra confronta la imagen bucólica del sur tradicional con la terrible realidad de los linchamientos. La segunda estrofa expresa: "Pastoral escena del galante sur. / Los ojos abultados, la boca torcida, / el aroma de las magnolias, dulce y fresco, / y de pronto el olor de la carne quemada". Strange fruit es uno de los primeros lemas del movimiento civilista contra esa atroz forma de exterminio, atribuida por algunos al granjero y jefe de milicias Charles Lynch, de Virginia, que en 1776, durante la guerra de independencia, apaleaba y encarcelaba a los enemigos sin ninguna fórmula de juicio.
Una cirrosis avanzada y los estragos de las drogas llevaron a Billie Holiday a una urgente hospitalización. Seguía hablando de grabar nuevas canciones, pero la enfermera de turno encontró polvo blanco en su habitación. Entonces, moribunda e inconsciente, la policía la esposó a la cama por posesión de narcóticos. En arresto hospitalario, murió de una embolia pulmonar y una infección renal, el 17 de julio de hace 65 años.
Tres mil personas siguieron su ataúd. Decían que nadie había cantado como ella.
Aznavour y su himno gay
Charles Aznavour fue uno de los cantantes de actuación más extensa no solo en Francia, sino en el mundo entero. Las respectivas compilaciones dan cuenta de sus huellas vitales: desde el dificultoso nombre Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdasarian, pues era hijo de emigrados armenios que se establecieron en Francia, pasando por su primera composición Je m'voyais déjà, referente al triste estado de ánimo de un autor fracasado (lo que nunca sucedió en realidad), hasta su encuentro con Pierre Roche en 1941 para escribir e interpretar a dúo canciones que empezaron a hacerlos famosos, y las cuales interpretaban en los entreactos de Édith Piaf.
Luego, el joven Aznavour se convirtió en secretario, chofer, amante y confidente de la Piaf, y ella en una de las principales impulsoras de su carrera, hasta que la diva —como solía hacerlo— se fue en pos de otra pasión advenediza. Después, Aznavour empezó su luminaria actuación en el teatro Olympia, junto con el éxito de Sur ma vie, al que siguieron las más de mil resonantes composiciones que lo elevaron al ámbito mundial, interpretadas por decenas de artistas del canto y el celuloide (Frank Sinatra, Juliette Gréco, Liza Minnelli, Johnny Mathis, Bob Dylan, Barbra Streisand, Sammy Davis Jr., Ray Charles, y pare usted de contar…).
A principios de la década de los setenta, Aznavour escribió la música y la letra de Comme ils disent (Como dicen), que toca el tema de la homosexualidad desde un ángulo más humano, sin la forma burlona, sarcástica y despectiva utilizada anteriormente; y la cual se erigió, con el avance de los años, en una especie de himno gay. Transcribimos a continuación la síntesis de dicha balada:
Yo vivo solo con mamá
en un apartamento muy antiguo
de la Rue Sarasate.
Tengo, para hacerme compañía,
una tortuga, dos canarios
y una gata.
Para dejar descansar a mamá,
a menudo hago el mercado,
cocino, ordeno, lavo y limpio,
y también me siento frente
a la máquina de coser.
El trabajo no me asusta,
soy un poco decorador,
un poco estilista, pero
mi real trabajo es nocturno.
Soy artista de striptease.
Tengo un número especial
que termina en la desnudez.
Los hombres no creen lo que ven.
Soy gay, como dicen.
Luego, a las tres de la mañana,
voy a comer con compañeros
de todos los sexos
y desempacamos bromas
y verdades sobre lo que nos rodea,
con humor y juegos de palabras.
Como un nuevo día amanece,
voy a casa buscando mi soledad.
Me quito las pestañas y el pelo,
como un pobre payaso triste,
me acuesto, pero no duermo.
Solo pienso en aquel bello muchacho
que prendió fuego en mi memoria
y a quien nunca confesaré
mi dulce secreto, mi tierno drama.
Nadie tiene derecho en verdad
para culparme ni juzgarme,
porque es la naturaleza
la única responsable si soy gay,
como dicen.
A principios del presente siglo, Aznavour fue embajador itinerante de Armenia ante la Unesco, en París. Cuando iba a dicha sede, toda la organización internacional se paralizaba, porque tanto los funcionarios diplomáticos como locales (incluido quien esto escribe) salían de sus oficinas para estrecharle la mano al grandioso y único Charles Aznavour. ¡Vaya nuestra modesta nota en honor de la eterna memoria que merece!
Igor Delgado Senior