Se cumplía así parte de la venganza jurada por los guerrilleros que luchan contra los ocupantes extranjeros de su tierra. Lo hicieron en un comunicado, emitido horas después de la muerte del ex aliado de EE UU, convertido luego en enemigo público No. 1 del Imperio y en el más buscado "terrorista" de la historia, asesinado en una ilegal e ilegítima incursión de los SEALS, que, a bordo de varios helicópteros irrumpieron en su escondite de Pakistán.
"La sangre del jeque de los muyahidín, -decía textualmente el mensaje del Talibán- es más preciosa y valiosa para nosotros y para cualquier musulmán, por eso no vamos a permitir que sea derramada en vano. Una maldición va a perseguir a los estadounidenses y a sus seguidores dentro y fuera de sus países", terminaba señalando el comunicado.
Y el maleficio invocado por los combatientes de la resistencia, comenzó a surtir su efecto entre sus enemigos, los invasores extranjeros yanquis y europeos de la OTAN y los policías y soldados del gobierno títere del presidente Karsai, apenas había transcurrido horas de la muerte de Bin Laden, cuando una bomba colocada a la entrada de un centro de adiestramiento de paramilitares en Pakistán dejó ochenta y muertos y más de cien heridos.
Había empezado a cumplirse la letal y secular Ley, eslabón inicial de una cadena de atentados desatados a partir de ese día contra las fuerzas ocupantes de EE UU y sus aliados de la OTAN, la cual se viene cumpliendo inexorablemente, como lo evidencian las continuas muertes de militares estadounidenses y europeos, incluidos los veintidós SEALS y demás ocupantes del enorme helicóptero "Chinook" abatido el sábado por una granada autopropulsada disparada por un guerrillero talibán.
Es un infierno lo que viven las tropas invasoras después del 11 de mayo, fecha del asesinato de Bin Laden, en ese "Cementerio de Imperios" como se conoce a Afganistán, acorraladas y sin otra opción que la humillante retirada que ya han iniciado con la salida hasta ahora de una fracción de los más de los 150.000 efectivos que desplegaron pensando en que vencerían fácilmente a un pueblo que jamás ha sido conquistado.
Atentados contra funcionarios, policías y soldados del gobierno títere; explosiones en cuarteles, hoteles y embajadas; emboscadas a militares yanquis y europeos en pueblos, ciudades, villas y caminos, acosados por el pánico de morir antes de la llegada del momento de la evacuación de ese pantano en que se han hundido y que se profundiza con la maldición lanzada por los muhayadines como venganza por caído el asesinato de Bin Laden.
Los Cruzados invadieron el país con el pretexto de capturar al guerrillero, a quien buscaron por valles y montañas, bombardeando pueblos y ciudades, dando muerto a miles de inocentes, hombres, niños, ancianos y mujeres, cuando lo cierto es que lo que pretendían era adueñarse de sus ingentes y valiosos recursos naturales, estratégicos metales como el litio, el uranio y otros materiales.
Finalmente, tras una persecución que duró casi una década, lograron asesinar al fugitivo, crimen celebrado por sus líderes con arrogantes declaraciones de júbilo, mientras el pueblo estadounidense se lanzaba a plazas y calles para festejar el asesinato del hombre al que su gobierno armó y financió para combatir hasta derrotar a las tropas soviéticas que lo habían invadido y ocupado a Afganistán.
Fue un equipo conformado por varios comandos SEALS, los autores materiales del asesinato del fundador y líder de Al Qaeda. Hombres seleccionados y adiestrados rigurosamente durante meses por expertos, sometidos a las más duras pruebas hasta que, una vez convertidos en robots humanos alcanzan la destreza y la frialdad para asesinar a la víctima previamente escogida.
La orden de matar la da directamente desde Washington el propio mandatario, y en el caso del asesinato de Bin Laden, le correspondió trasmitirla a Barack Obama, quien una vez ejecutada, los felicitó y condecoró en secreto, para evitar lo que ya se temía: una venganza, la que no pudo ser evitada. Y sin embargo, tuvo el atrevimiento desafiante e inoportuno de decirles: fue "un trabajo bien hecho. Una de las mejores operaciones de Inteligencia de la historia".
Calificar como "operación de inteligencia", a un crimen, solo cabe en la lógica de un agente del Imperialismo como Obama, quien ordenó asesinar a Bin Laden a esas criaturas que una vez fueron seres humanos para después ser convertidos en fieras. Fue una acción propia de "La Bestialidad Imperialista", como hace tiempo sentenció el Guerrillero heroico, Comandante Che Guevara y cuyas palabras hoy cobran vigencia.
"Bestialidad que no tiene frontera determinada ni pertenece a un país determinado. Bestias fueron las hordas hitleristas, como son los norteamericanos hoy, como bestias son los paracaidistas belgas, como bestias fueron los imperialistas franceses en Argelia."
"Porque es la naturaleza del Imperialismo la que bestializa a los hombres, la que los convierte en fieras sedientas de sangre que están dispuestas a degollar, asesinar, a destruir hasta la última imagen de un revolucionario, de un partidario de un régimen que haya caído bajo su bota o que lucha por su libertad." Eso fue lo que hizo el comando Seal que mató a Bin Laden.
Pero, como sucede en las guerras, los dirigentes ponen las balas y la pueblos los muertos, y esos hijos del pueblo convertidos en robots humanos que son los SEALS, pagaron con sus vidas el sábado, el castigo por un delito que no fue realmente suyo. Fue un crimen ordenado y perpetrado desde lejos por los amos de un imperio dedicados a desatar guerras en las que mueren inocentes, mientras ellos, inmunes al dolor ajeno, viven en total impunidad.
De allí el inmensurable valor moral y ético de la carta que a raíz de ese brutal crimen, que fue la muerte de Bin Laden, le dirigiera a Obama, ese auténtico y legítimo Premio Nobel de la Paz que es Adolfo Pérez Esquivel.
En la misiva el pacifista y pensador argentino expresa su "preocupación e indignación de ver como la destrucción y muerte sembradas en varios países en nombre de "la libertad y la democracia", dos palabras prostituidas y vaciadas de contenido, termina justificando el asesinato y es festejada como si se tratase de un acontecimiento deportivo."
"Indignación por la actitud de sectores de la población de los EE UU, de jefes de Estado europeos y otros países que salieron a apoyar el asesinato de Bin Laden, ordenado por tu gobierno y tu complacencia en nombre de una supuesta justicia. No buscaron detenerlo y juzgarlo por los crímenes supuestamente cometidos, lo que genera mayor duda. El objetivo fue asesinarlo."
"Los muertos no hablan y el miedo al ajusticiado que, podría decir cosas no convenientes para los EE UU, fue el asesinato y asegurar que "muerto el perro se terminó la rabia, sin tener en cuenta que no hacen otra cosa que incrementarla."
Y esa rabia incrementada fue la que generó esta vez la aplicación de la milenaria Ley del Talión que los muyahidin hicieron cumplir el sábado ajusticiando a veintidós SEALS máquinas humanas entrenadas para matar en nombre de los amos del Imperio, que siguiendo instrucciones de Obama, el Premio Nobel de la paz que hace la guerra, asesinaron a Bin Laden, sin saber esos sicarios que el crimen cometido, lo pagarían tan pronto con sus vidas.
Se cerraba así otro capítulo de una sangrienta e injusta guerra que lleva casi diez años de haber sido desatada por un imperio implacable y ambicioso que sueña conquistar al mundo, ignorando que no podrá lograrlo, pues los pueblos a los que pretende sojuzgar, lo combaten con dos armas que sus ejércitos no tienen ni podrán nunca tener: la dignidad y voluntad de defender a su patria, a las que nadie, por más poderoso que sea podrá jamás vencer.
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