Caracas, 19 Jul. AVN (Hernán Mena Cifuentes).- El mundo ha sido testigo sordo, mudo y ciego de los crímenes que el invasor europeo y el yanqui cometieron y cometen contra los pueblos débiles, millones de cuyos hijos pagaron y aún pagan con la muerte la resistencia armada que opusieron y oponen a sus guerras de conquista, hasta el día que emergió una revolución pacífica y su líder Hugo Chávez, que en vez del fusil usa el arma de la denuncia para enfrentar a esos bárbaros que se hacen llamar civilizados.
Y es que la denuncia ha sido una constante en el accionar de Chávez. A diferencia de los que por miedo a represalias o a perder favores callan, o como cómplices avalan esos delitos, su voz, que en un principio fue la de un profeta solitario clamando en el desierto, hoy tiene eco planetario, como sucedió el jueves, al condenar la agresión contra Libia, y el robo de los más de 200 mil millones de dólares de sus reservas monetarias.
Porque las guerras de conquista que los Imperios han desatado a lo largo de la historia siempre tuvieron y tienen como único objetivo esclavizar pueblos y despojarlos de sus recursos naturales, bajo el falso pretexto secular de llevar civilización y libertad, burda mentira que el genio de Fidel puso al desnudo durante su histórica intervención hace media centuria ante la Asamblea general de las Naciones Unidas.
“Las guerras, desde el principio de la Humanidad, han surgido por una razón, el deseo de unos, de despojar a otros de sus riquezas. Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra”, dijo el padre y líder de la Revolución cubana, y sus palabras cobran cada día más vigencia, cuando los nuevos Cruzados, en su demencial afán adueñarse de los recursos del Tercer mundo, desatan guerras como la que hoy se libra en Libia.
Despojar de las riquezas a quien las posee, es un robo, no importa la mentira que se esgrima para ejecutarlo, que es lo que ha hecho EE UU a lo largo de su historia para justificar sus agresiones, hasta alcanzar gracias a esa vil conducta su condición de imperio, al que se han unido hoy contra Libia sus cómplices de siempre y extintos imperios europeos, en su intento por escapar junto con su socio, de la crisis económica, financiera, política y social que los devora.
Cuentan para ello con la complicidad de la ONU y su brazo político, el Consejo de Seguridad, que decide cual país será su objetivo, y una vez que esta ha sido escogido, envían a las tropas de la OTAN, su brazo armado, encargada del trabajo sucio, que amparada en ilegítimas resoluciones, bombardean día y noche al país víctima, sin importarles si asesinan a miles de niños y mujeres, destruyendo además su infraestructura urbana, vial y de servicios.
Fue por ello que Chávez, al hablar en septiembre de 2005 en la ONU, cuarenta y cinco años después de que Fidel lo hiciera, denunció a la organización como instrumento al servicio de EE UU y Europa, exigiendo su refundación. “Aceptemos con honestidad , --manifestó- que el sistema de Naciones Unidas colapsó. Se desplomó. No sirve. Venezuela propone refundar la ONU", dijo dirigiéndose a los representantes de los 192 países miembros del foro mundial.
El mandatario habló un día después que en ese mismo podio hablara George W. Bush. “Aquí huele a azufre. El Diablo estuvo ayer aquí”, dijo mientras se santiguaba, aludiendo al desagradable olor de ese elemento químico que supuestamente habría dejado allí el mandatario yanqui, cuyo discurso criticó fuertemente. “Vino a dar recetas como vocero del Imperialismo. Un psiquiatra no estaría demás para analizar el discurso del presidente de los EE UU”, dijo.
Chávez condenó igualmente al veto en la ONU, en manos, desde su creación, en octubre de 1945, de los cinco países vencedores en la Segunda Guerra Mundial, ya que mediante el mismo, EE UU y sus aliados, frustran cualquier aspiración del Tercer mundo a defender sus derechos y a reclamar justicia, como la suspensión del brutal bloqueo a Cuba, y el fin del genocidio que el Estado sionista de Israel adelanta contra el pueblo palestino.
Y es que denunciar los crímenes y planes de agresión del Imperio y sus secuaces, donde quiera que los ejecuten o intenten, es para un revolucionario como él un imperativo, un deber, trabajo a tiempo completo que ejerce en cualquier lugar o fecha, como lo hizo hace diez años en Quebec, al desenmascarar al anexionista y perverso proyecto del ALCA, al que sepultaría cinco años después en Mar de Plata, con la valiosa ayuda de Kirchner, Lula y Duarte.
Fue uno de sus más brillantes logros, pues evitó que la Patria Grande, nuestros países, desde Centroamérica hasta la Patagonia, cayera en manos de la gran potencia, entregando sus riquezas naturales y sus soberanías a la voracidad de las transnacionales yanquis, que pretendían invadirlos con sus productos, pero quedaron con las manos vacías, mientras los “Cachorros del Imperio” se lamían las heridas, insultando a los mandatarios que impidieron el despojo.
Otra de sus denuncias fue la que hizo al mostrar las fotos de varios niños afganos en brazos de sus madres, destrozados por las bombas lanzadas por aviones estadounidenses, sin importarle el odio que ello generó en Bush Jr. y los “halcones” del Imperio, que jamás le han perdonado esa ni ninguna otra de las decenas de acusaciones que ha hecho a lo largo de mas de una década contra sus desmanes y atropellos a la dignidad y a la vida humana.
Lo volvió a hacer poco después contra la cobarde invasión que EE UU y sus aliados europeos, desataron contra Irak, con el falso pretexto de que el país poseía Armas de Destrucción Masiva, mentira que ha costado la vida a más de un millón de inocentes, en su inmensa mayoría, niños, mujeres y ancianos.
Lo hizo nuevamente, esta vez acompañado de otro revolucionario, el Aymara Evo Morales, al condenar las brutales agresiones del Estado sionista de Israel contra Líbano y la Franja de Gaza donde el gendarme y punta de lanza del Imperio en el Medio Oriente, que en apenas unas semanas, asesinó a miles de inocentes, destrozados por las bombas de racimo, y el letal fósforo blanco que quema las entrañas.
Y este jueves, aunque enfermo, despreciando el riesgo de muerte al que está expuesto por el grave mal que le aqueja, pero que enfrenta optimista con el apoyo de su pueblo, que ora con fe y esperanza por su pronta recuperación, tuvo el coraje de denunciar una vez más la furia y brutal guerra de los Cruzados contra Libia y el robo de los más de 200.000 millones de dólares que cometen al asaltar sus reservas monetarias.
“¿Hasta cuando este atropello" Dejen quieta a Libia. Es un pueblo heroico y libre, y su gobierno responde a Libia, no a los intereses del Imperio. Ni de los viejos, ni los de los nuevos imperios”, comenzó diciendo durante su breve intervención, al poner una vez al desnudo la cobarde y brutal agresión unilateral y autoritaria, amparada por una ilegal e ilegitima Resolución emanada del Consejo de Seguridad de la prostituida ONU y ejecutada por su brazo armado, la OTAN.
El mandatario condenó el desproporcionado uso de la fuerza militar de los Cruzados contra Libia, al denunciar la masacre de la OTAN que efectúa indiscriminados y salvajes bombardeos sobre Trípoli y otras ciudades leales, como la inmensa mayoría del pueblo, a su único y auténtico líder, Moanmar Gaddafi, y que no solo, -dijo- han masacrado a centenares de personas, sino que aprovecharon las circunstancias para robar sus reservas internacionales.
Chávez criticó la hipocresía y cinismo de EE UU y sus socios europeo, que hasta hace apenas unos meses, enviaban a sus presidentes y otros altos funcionarios, a rendirle honores y pleitesía a Gaddafi, o lo recibían con alfombra roja, las veces que visitó esas naciones, colmándolo de elogios, abrazos y hasta de besos en la mejilla, en viva imitación de Judas, mientras por la espalda conspiraban para arrebatarle a Libia sus riquezas.
Lo alababan como un líder unificador de su pueblo, arquitecto y constructor de una Libia moderna, ejemplo para sus vecinos, ya que presentaba hasta entonces, los índices más altos de desarrollo económico y financiero de la región, con reservas internacionales en oro, superiores a la de cualquier país industrializado, lo mismo que en educación, nivel de vida de sus habitantes y en otras áreas.
“Me consta, -manifestó Chávez en su breve mensaje de denuncia- que iban a Libia a pedirle a Gaddafi que depositara las reservas de Libia en los bancos europeos, porque Libia tenía 200.000 millones de dólares, un país con apenas cinco millones de habitantes.”
Se trata de una cantidad de dinero suficiente para solucionar no solo la grave crisis económica que agobia a Grecia, Italia, España y Portugal juntos, sino para aliviar el caos que asola al resto del viejo continente, que está al borde del colapso económico, político y social.
Por ello es que Chávez les increpó a los Cruzados por su brutal e ilegal agresión armada contra Libia, llamándolos mas bien a ocuparse de sus graves problemas sociales que están lejos de ser solucionados, pues son cada vez son mśs frecuentes las masivas protestas de millones de estadounidenses y europeos que protestan por el desempleo, la congelación de salarios, el aumento de la edad de jubilación, la falta de vivienda y el hambre que campea en sus ciudades.
“Encárguense, líderes europeos, de la crisis que tienen allí adentro. De eso deberían encargarse los señores presidentes que han asumido el atropello como consigna delante de un mundo.”
Y en gesto de solidaridad y hermandad con su amigo y compañero de lucha revolucionaria, que es Gaddafi, con su pueblo y con el resto de los pueblos del planeta amenazados por los Cruzados, ese incansable campeón de la denuncia contra el Imperio y sus aliados, exclamó: “Ánimo Gaddafi, ánimo Libia. Estamos con ustedes, que están retando a las bombas asesinas de la OTAN. ¡Vaya que pueblo!”, exclamó.
De verdad que se requiere, como afirmó el mandatario, de un inmenso valor y una dignidad indoblegable para resistir la agresión brutal de quienes en su incontrolable adicción al despojo, vieron en Libia la solución a su pesadilla y, despojándose de la careta de amistad que exhibían frente a Gaddafi, dejaron de la noche a la mañana de estrechar su mano y besar su mejilla, para lanzarse a una aventura bélica que creyeron culminaría con su triunfo en cuestión de días.
Fue así cómo comenzaron a escribir un nuevo capítulo de su amplio prontuario delictivo de ladrones, Judas que traicionan, no como el bíblico personaje, por treinta míseros dinares, sino por los trillones de millones de dólares que produce el petróleo, el gas oculto en el subsuelo libio, y el agua que corre por “Río hecho por el hombre”, la Octava Maravilla del Mundo que construyó Gaddafi, para convertir al desierto en un huerto que da frutos y sacia la sed del pueblo libio.
Pero han pasado más de cinco meses y los combatientes rebeldes, como los Cruzados llaman a los mercenarios que bajo sus órdenes combaten al gobierno libio y a su líder, no logran derrocarlo, y solo ganan batallas y toman pueblos y ciudades en los titulares de la prensa asalariada del Imperio y sus aliados, mientras sufren serias bajas en la lucha, sus amos le otorgan ilegal legitimidad a ese grupo de traidores que conforman el Consejo Nacional de Transición.
No podía faltar, como siempre ocurre, cuando, de mostrar sumisión y obediencia se trata, el apoyo incondicional de esa clase de siervos que, deseosos de ganar cada vez más favores de su amo, se suman a sus criminales decisiones como lo hizo el gobierno panameño de Ricardo Martinelli, único país latinoamericano en reconocer al CNT, sin tomar en cuenta el costo político e histórico que ha de acarrearle su vergonzosa decisión.
Pero más allá de la traición, del vasallaje, de la ambición y del afán de conquista armada, está el ejemplo de Hugo Chávez Frías, el líder que ha consagrado su obra y su vida a conducir, no solo a su pueblo, sino también a los pueblos hermanos de la Gran Patria Latinoamericana, Caribeña y del resto del planeta, a la conquista de la Utopía de un Mundo Posible, y a la denuncia de los crímenes que contra ellos comete el Imperio y sus lacayos.
Y su mensaje de denuncia no podrá callarlo nadie, y prevalecerá en el tiempo, y solo callará cuando cesen las guerras, que desde el principio de la Humanidad, como afirmó Fidel, “han surgido por una razón: el deseo de despojar a otros de sus riquezas, como lo han hecho y siguen haciendo los viejos imperios europeos y el nuevo imperio yanqui, que han despojado a Libia de sus reservas monetarias, y pretenden adueñarse de su petróleo y de su agua.
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