Con preocupación observo que nadie se refiere al rol desempeñado por Sabato durante la dictadura militar que entre 1976 y 1983 desapareció en Argentina a 30 mil personas.
Ni tampoco escucho voces que, al menos, se refieran al apoyo del escritor al golpe militar que derrocó al presidente Juan Domingo Perón en 1955.
Recuerdo las lúcidas reflexiones del historiador Osvaldo Bayer denunciando al ahora venerado escriba. Bayer era claro en sus pensamientos: Sabato fue cómplice de los generales comandados por Jorge Rafael Videla y Emilio Massera, que no tuvieron ninguna clase de reparo para ordenar la aniquilación de opositores políticos y el robo planificado de bebés a los detenidos-desaparecidos a partir de 1976.
Iniciado el genocidio en Argentina, Sabato se reunió con Videla y compartieron un almuerzo, en el que también participaron el escritor Jorge Luis Borges, el presidente de la Sociedad Argentina de Escritores Alberto Ratti y el sacerdote Leonardo Castellini.
En ese encuentro, Castellini le pidió a Videla que le informara la situación del escritor y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Haroldo Conti, secuestrado por un grupo de tareas de las Fuerzas Armadas y luego asesinado.
Al oír este pedido, Sabato mantuvo un silencio de sepulcro.
Pero su silencio no imperó luego de la reunión. “El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente”, declaró a la prensa.
Tampoco leo demasiados artículos que se detengan en que el escritor fue el encargado del informe de la Conadep, comisión ordenada por el entonces presidente Raúl Alfonsín que, durante muchos años, institucionalizó la teoría de los dos demonios. En ese texto se comparaba el terrorismo de Estado, planificado y apoyado desde Estados Unidos, con la lucha de las organizaciones armadas revolucionarias y con la resistencia pacífica de organismos de los derechos humanos, principalmente las Madres de Plaza de Mayo.
Sabato fue el ideólogo de este documento que comenzaba diciendo que en “la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda”.
La teoría de los dos demonios no pasó desapercibida en Argentina, mucho menos cuando el Estado, y sus medios de comunicación cómplices, pusieron todas las herramientas al servicio de difundirla y hacerla asimilar.
Estos dos hechos muestran al Sabato que en estos días no aparece en las noticias: un escritor acomodaticio con los gobiernos de turno y ponderado como ejemplo por la dictadura militar de Videla.
Si existe un cielo a donde todos vamos a descansar después de la vida, no hay dudas que por la avenida de la dignidad y la coherencia caminan Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Roque Dalton, Julio Cortázar y tantos otros escritores e intelectuales que concibieron el arte como parte inseparable de las ideas de liberación, razón por la cual pusieron el cuerpo en defensa de esta causa.
Entonces Sabato, por algún otro camino opaco, comenzará su prédica lastimosa y oscura que muestra la concepción de pequeño burgués cómodo que sostuvo a cada paso de su historia.
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