Y es que ese hombre, el que una Humanidad ingenua y esperanzada creyó en sus palabras de paz cuando asumió la presidencia, traicionó su promesa de cambio y siguió por el mismo camino de violencia, destrucción y muerte recorrido por sus antecesores en el poder, desde los Padres fundadores de la Nación, hasta George W. Bush, “El Nerón del Siglo XXI, de quien heredó las guerras de Irak y Afganistán.
Pero, cuando el mundo pensó que iba a terminarlas, lo que hizo fue atizar las llamas de ambos conflictos enviando mas tropas y armas para asesinar a esos pueblos y solo hizo un alto en el camino de la violencia, cuando constató que, por más que enviara más soldados y lanzara más bombas, no podía vencerlos, decidió ordenar una falsa y parcial retirada, a espera del momento adecuado para reanudar de nuevo esa marcha de muerte.
Sucede que Obama, como todo gobernante yanqui, ya sea en tiempo de paz o guerra, cuando de decidir sobre cualquier asunto se trata, no piensa ni actúa por sí mismo, sino siguiendo rigurosamente el papel que le ha sido asignado en un guión escrito previamente por los amos del poder oculto que rige los destinos del imperio, cuya meta es la dominar el mundo por la fuerza de las armas, con ayuda del engaño y la mentira.
De allí que cuando Saramago, en el prólogo de “El Nerón del Siglo XXI”, la biografía no autorizada de George W. Bush, obra de James Hatfield, el periodista que luego fue encontrado “suicidado” en circunstancias muy sospechosas y extrañas, al referirse a los gobernantes del Imperio más poderoso de la historia, dijo: “Me pregunto,¿cómo y por qué EE UU, un país en todo tan grande, ha tenido, tantas veces, tan pequeños presidentes?”
El Premio Nobel de Literatura, por supuesto, no se refería a la estatura física de esos mandatarios, que generalmente son gente alta, sino a su estatura moral, comparable a la estatura física de un pigmeo.
Fue así que al centrar su atención en el personaje del libro de Hatfield, dijo: “George W. es quizá el más pequeño de todos, inteligencia mediocre, ignorancia abisal, expresión verbal confusa, y permanentemente atraída por la irresistible tentación del disparate, este hombre se presenta ante la Humanidad, con la pose grotesca de un cowboy que hubiera heredado el mundo y lo confundiera con una manada de ganado.”
Pero, a pesar de la enorme distancia que en inteligencia, capacidad verbal y coherencia en el discurso, separa a Bush de Obama, éste, como marioneta del poder oculto, trata a los pueblos del Tercer mundo como los trataba su antecesor, pensando que está lidiando con una mansa manada de ganado, ignorando que ellos son un volcán de rebeldía en erupción, cuyos hijos no están dispuestos a convertirse para siempre en sus vasallos.
Y, en cuanto a su inteligencia, Obama la utiliza para hacer cada vez más daño, por lo que encaja perfectamente en la frase que Bolívar utilizó para designar a esos siniestros personajes que en vez de usar su notable facultad intelectual para hacer el bien, se dedican a desatar el mal, cuando dijo que, “el talento sin probidad es un azote.”
Prueba de ello es que el mandatario yanqui se ha convertido en un flagelo para los pueblos del Tercer mundo, superando en maldad y crueldad a Bush, atizando las llamas de la guerra que éste dejó encendidas en Irak y Afganistán y desatando nuevas guerras de conquista en otras partes del mundo.
Recrudeció la violencia en Afganistán, enviando 30.000 soldados más a una guerra que estaba perdida antes de empezar, pretendiendo cambiar el curso de la historia que presenta al país centroasiático como “Cementerio de los imperios” ya que allí han caído derrotados por su pueblo, todos los que intentaron conquistarlo: el Gengis Khan, el imperio británico, el soviético y el yanqui que hoy se retira tras casi diez años de infructuoso intento.
Lo más grave es que lo hizo a solo nueve días de recibir el Premio Nobel de la Paz, galardón que con ello perdió el poco prestigio que le quedaba, ya que Alfredo Nobel, estableció que el mismo sería entregado “a la persona que haya trabajado más o mejor a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz,” y la obra de Obama es la antítesis de esos reglamentos.
Porque, no solo aumentó las tropas yanquis en Afganistán, sino que, en vez de promover procesos de paz, desató nuevas aventuras bélicas, en Libia, Yemen, Somalia, y junto con Israel, pretende lanzar una guerra contra Irán, que hasta ahora evita, no por amor a la paz, sino por temor a otra derrota militar, pues conoce el poderío militar del país persa, y la disposición de su pueblo a defender su dignidad y soberanía si es agredido.
Además, tuvo el cinismo de hacer un macabro elogio a la guerra al recibir en Oslo el Premio Nobel de la Paz diciendo: “La guerra es necesaria para alcanzar la paz”, como si ignorara, como dijo Benavente: “el pretexto para todas las guerras en conseguir la paz”; como Thomas Mann: “la guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz, o como Henry Miller quien manifestó que “cada guerra es una destrucción del espíritu humano.”
Pero Obama no ha sido únicamente el único de los mandatarios genocidas estadounidenses que ha recibido el Premio Nobel de la Paz, pues también se le entregó a Theodore Roosevelt, el de la Ley del garrote, propulsor del intervencionismo militar en nuestra región; a Woodrow Wilson y James Carter, y también lo recibió un secretario de Estado, Henry Kissinger, de origen alemán, quien por su dominio y uso de la intriga política llegó a ocupar el cargo.
Los presidentes que sucedieron a Roosevelt, incluyendo a Obama, aplicaron en América Latina y el Caribe la Ley del Garrote, desatando más de cien intervenciones militares, chantajeando, amenazando y desestabilizando gobiernos, hasta llegar a convertir a EE UU, gracias al saqueo que hicieron de sus recursos naturales, en el imperio más poderoso de la historia, sin tomar en cuenta que el pillaje que cometía se devolvería como bumeran contra el Imperio
Pensaron que para imponer y extender el modelo del capitalismo salvaje que rige a la nación, debían hacerlo a través de guerras de conquista y del consumismo que aplicaron a la sociedad estadounidense y demás pueblos bajo su órbita, medidas que, si bien en principio dio buen resultado, al final fue un fracaso, ya que el cuantioso gasto bélico y el consumo desbordado hundieron a EE UU en la crisis política, económica, financiera, social y moral que hoy padece.
Pero Obama, siguiendo siempre el mandato del poder oculto que lo maneja desde las sombras, insiste en el error, viendo en las guerras de conquista la única salida al caos que devora a EE UU, que como fiera en agonía, lanza sus últimas dentelladas y zarpazos en fútil y vano esfuerzo por evitar su inexorable muerte que es el destino de todos los imperios.
Y es que quienes rigen los destinos de la superpotenci olvidaron que la verdadera riqueza no se obtiene despojando de sus bienes por la fuerza de las armas a quienes los poseen, sino mediante la paz, única forma de alcanzar la verdadera felicidad, como lo enseñaron en su momento Ghandi, Mandela, Luther King, y como hoy lo hace Chávez, cuya voz condena a los cuatro vientos las guerras que Obama y sus Cruzados europeos desatan por el mundo.
Mas temprano que tarde Obama se dará cuenta de su error, ya que en todas las aventuras bélicas que EE UU ha librado a lo largo y ancho del planeta en más de medio siglo, solo ha cosechado derrotas, y seguramente lo mismo le espera a él con las guerras que hoy desata en África, la tierra de sus ancestros y posiblemente de él mismo, ya que existen serias dudas sobre la autenticidad de su partida de nacimiento según la cual vino al mundo en Hawai.
Sería irónico por las impredecibles implicaciones políticas, ideológicas y religiosas que acarrearía el hecho de que Obama, presidente de un imperio que además de promover la guerra de civilizaciones para imponer su cultura y perseguir a los pueblos que abrazan la fe del profeta Mahoma, acusándolos de terroristas, resulte ser nativo de Kenya, un país musulmán y, porque no, aún cuando lo niega, resulte ser devoto del Corán, libro sagrado del Islam.
Sin embargo, ese maestro del engaño y la farsa, quien supo embaucar al mundo y podría haber timado a las autoridades estadounidenses mintiéndoles sobre su origen, no pudo engañar a revolucionarios como Fidel, Chávez, Ortega, Evo y Pérez Esquivel, quienes lograron descifrar a tiempo el código de la mentira que escribió Obama y advertir sobre el peligro que su personalidad adicta a la falacia representa para la Humanidad.
Daniel lo hizo en la Cumbre de las Américas de Trinidad-Tobago, donde rechazó el llamado que hizo de dejar atrás el pasado genocida del Imperio que durante un siglo sembró violencia muerte y destrucción en América Latina y el Caribe con su Política de las Cañoneras que llenas de esos modernos piratas que son los marines, que invadieron la región, asesinaron pueblos e impusieron sanguinarios dictadores.
Chávez lo haría en la Cumbre sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague al poner al descubierto la maniobra del mandatario yanqui de “cocinar a media noche, un acuerdo fraudulento a espaldas de los representantes del Tercer mundo, que pretendía imponer la postura egoísta de los países ricos, cuya falta de voluntad política para alcanzar un acuerdo hizo fracasar la cumbre.
Fidel lo hizo desde La Habana, al calificar de “acto cínico” el que el mandatario estadounidense haya aceptado el Premio Nobel de la Paz, mientras nueve días antes había ordenado aumentar las tropas en Afganistán, y asegurar que las bombas que se arrojan sobre Libia son para preservar los DD HH.
Evo Morales, el indígena Aymara presidente de Bolivia, fue más allá en su condena, al pedir que se le retire el Premio Nobel de la Paz por haber impulsado la brutal agresión militar de su país y sus secuaces de la OTAN contra el pueblo libio. "¿Cómo podemos entender, cómo es posible, -se preguntó- que un Premio Nobel de la Paz promueva una invasión, un bombardeo? Eso es delincuencia, es un asalto es una agresión,” dijo.
Pero fue Pérez Esquivel, auténtico y legitimo Premio Nobel de la Paz 1980, quien desnudó completamente la acción predadora de ese ilegítimo Premio Nobel de la Paz que es Obama, quien no solo atizó las llamas de las guerras que heredó de Bush Jr. en Irak y Afganistán, sino que además desató su propia guerra en Libia y las “guerras olvidadas” contra los pueblos de Yemen y Somalia.
Pérez Esquivel, constante defensor de los DD HH en el mundo, denunció no solo a Obama, sino también a la prostituta ONU, que en complicidad con su gigoló del Consejo de Seguridad y sus sicarios de la OTAN, le ha otorgado al presidente yanqui y a sus aliados europeos, patente de Corso para desatar allí un baño de sangre.
Pero Obama no solo asesina en Libia, sino también en Yemen y Somalia, siempre con apoyo de la ONU que se hace de la vista gorda ante los crímenes de EE UU, como los salvajes bombardeos de los “drones asesinos” que dirigidos a control remoto desde EE UU, lanzan bombas y misiles contra los combatientes en esas “guerras olvidadas”, así llamadas, porque los medios asalariados nada o muy poco informan sobre esas ilegales aventuras bélicas.
El Premio Nobel argentino hizo su denuncia a través de una carta dirigida al propio Obama en la que le expresa su “preocupación e indignación de ver, cómo la destrucción y la muerte sembrada en varios países en nombre de “la libertad y la democracia”, dos palabras prostituidas y vaciadas de contenido, termina justificando el asesinato y es festejada como si se tratara de un acontecimiento deportivo.”
“Indignación por la actitud de sectores de la población de los EE UU, de jefes de Estado europeos y de otros países que salieron a apoyar el asesinato de Bin Laden, ordenado por tu gobierno y tu complacencia en nombre de una supuesta justicia. No buscaron detenerlo y juzgarlo por los crímenes supuestamente cometidos, lo que genera mayor duda, el objetivo fue asesinarlo.”
“Los muertos no hablan, y el miedo al ajusticiado que podría decir cosas no convenientes para EE UU, fue el asesinato, y asegurar que “muerto el perro se terminó la rabia”, sin tener en cuenta que no hacen otra cosa que incrementarla.”
“Cuando te otorgaron el Premio Nobel de la Paz, del cual somos depositarios, te envié una carta que decía: “Barack, me sorprendió mucho que te hayan otorgado el Nobel de la Paz, pero ahora que lo tienes debes ponerlo al servicio de la paz entre los pueblos, tienes toda la posibilidad de hacerlo, de terminar las guerras y comenzar a revertir la grave situación que vive tu país y el mundo.”
“Sin embargo has incrementado el odio y traicionado los principios asumidos en la campaña electoral ante tu pueblo, como poner fin a las guerras en Afganistán e Irak y cerrar las cárceles de Guantánamo y Abu Graib en Irak, nada de eso has logrado hacer.”
“Por el contrario, decides comenzar otra guerra contra Libia apoyada por la OTAN y la vergonzosa resolución de la ONU de apoyarla; cuando ese alto organismo, empequeñecido y sin pensamiento propio, ha perdido el rumbo y está sometido a las veleidades e intereses de las potencias dominantes”…
“Y creo Barack, que después de seguir tu ruta equivocando caminos, te encuentras en un laberinto sin poder encontrar la salida y te entierras más en la violencia, en la incertidumbre, devorado por el poder de dominación, (el Poder Oculto) arrastrado por las grandes corporaciones, el complejo industrial-militar, y crees tener el poder que todo lo puede, y que el mundo está a los pies de EE UU porque impone la fuerza de las armas e invade países con total impunidad.”
“Es una realidad dolorosa, pero también existe la resistencia de los pueblos que no claudican frente a los poderosos”…
Y es esa resistencia, y su voluntad de lucha, lo que impulsa a nuestros pueblos para seguir enfrentando a ese monstruo que es EE UU, la superpotencia que con su proyecto de conquista abrió la Caja de Pandora liberando la plaga de la guerra y demás flagelos que desde hace más de un siglo asolan al Tercer mundo, males que Obama piensa eternizar desatando nuevas aventuras bélicas para prolongar indefinidamente la vida de ese Imperio en agonía.
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