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martes, agosto 23, 2011

LOS CRUZADOS EMPANTANADOS A MEDIO AÑO DE LA AVENTURA EN LIBIA



Caracas, Agosto. AVN (Por Hernán Mena Cifuentes) .- La Muerte está cansada y frustrada. Lleva casi diez años segando con su guadaña miles de vidas en Afganistán; en Irak, más de un millón en ocho años, y mañana, cuando se cumple medio año de la guerra en Libia, la tercera de las desatadas por EE UU y sus aliados europeos en lo va del siglo XXI, se cuentan en más de mil las vidas que ha cercenado en nombre de Los Cruzados colonialistas.
Pensó, como los gobernantes yanquis y europeos y sus estrategas militares que en el país del Magreb, su macabro “trabajo” se haría en cuestión de días, o a lo sumo, en semanas. Pero como ocurrió en la nación del Medio Oriente y en la de Asia Central, en Libia los Cruzados de este siglo se encuentran empantanados, no quedándoles más opción que retirarse o negociar la paz, y a la muerte, ceder su lugar a la vida.
Y es que, a seis meses de iniciada esa inmoral y sangrienta aventura bélica, como todas las desatadas por el Imperio y sus aliados, sus líderes están convencidos de que no existe espacio para el triunfo. Lo soñaron, enviando primero a mercenarios disfrazados de “civiles desarmados”, y como estos fracasaron, recurrieron a los genocidas de la OTAN, que como en Irak y Afganistán, en Libia desataron un baño de sangre igual.
Prepotentes y soberbios, no escucharon a tiempo el mensaje de la razón que en la voz de Hugo Chávez Frías se extendió por el mundo llamando al diálogo, cuando apenas empezaban a sembrar la muerte y destrucción sobre un país que era un inmenso desierto, hasta que Ghaddafi lo convirtió en un gigantesco oasis.
Lo hizo, construyendo un gigantesco río con el agua que se hallaba oculta bajo las desérticas arenas, sobre las que hoy hay lagunas y campos llenos de árboles y huertos donde el pueblo sacia su sed y su hambre cultivando los frutos que lo alimentan y bebiendo el vital líquido que antes escaseaba y era costoso, pues debía desalinizar agua del mar.
Con las ganancias del gas y el petróleo que también vivieron escondidos bajo el desierto, Ghaddafi le dio prosperidad y educación a ese pueblo que exhibía el más alto índice y la mayor esperanza de vida de todo el continente. La mayoría de los libios tenían automóvil; vivienda propia, dotada de todos los servicios, mobiliario, artefactos domésticos y en el país no existía el desempleo, y poseía reservas monetarias superiores a los 200.000 dólares.
Pero, la ambición de los Cruzados colonialistas, que no tiene límites de moral, ni respeta fronteras cuando de adueñarse de la riqueza ajena se trata, puso su mirada de codicia sobre Libia. Y traicionando leyes, normas y principios éticos y morales, se desprendieron de la máscara de amistad que exhibían ante a Ghaddafi, para abalanzarse sobre el país y su líder que les había tendido su generosa mano, la que mordieron como rabiosos perros, pensando que muy pronto se coronarían con los laureles de la victoria.
Se equivocaron una vez más, y tras seis meses de masacres perpetradas por sus mercenarios y los aviones, helicópteros, drones, barcos y submarinos de la OTAN, hoy se encuentran como estaban o peor que al principio, cuando desataron la guerra, porque jamás pensaron que iban a encontrar la firme y digna resistencia que ofrece el pueblo libio y el repudio y protesta de la mayoría del mundo.
Y es que por fin se escuchó el clamor de paz y diálogo que a los cuatro vientos lanzó hace tiempo Chávez, cuando se iniciaba el genocidio libio. Es el mismo llamado que hizo el comandante cuando andaba de cumbre en cumbre rompiendo lanzas como moderno Quijote contra los molinos del Imperio, cuyos gobernantes nunca le perdonan el haberle saboteado sus proyectos más nefastos y condenado su más aberrantes crímenes.
En Mar del Plata les hundió el Alca, proyecto anexionista con el que pretendían adueñarse de América Latina y el Caribe; condenó los genocidios que desataban en Irak y Afganistán, y clamó por justicia al mundo mostrando fotos de madres que abrazaban los cuerpos de sus hijos destrozados por la bombas yanquis. También denunció las masacres que su gendarme, el Estado sionista de Israel perpetraba en el Líbano y Gaza.
Y su voz hoy ha despertado a los pueblos de África, hermanos del pueblo libio, que han respondido al llamado del comandante y presidente venezolano. Jacob Zuma, el jefe del Estado sudafricano hizo el martes un llamado a dar una solución inmediata al caos a mediante el diálogo, como propuso en su momento el comandante, ya que las naciones miembros de la OTAN, -aseguró- estarían buscando un cambio de régimen en Libia, de una manera que es inaceptable.”
De la misma forma, el mandatario africano se comprometió a trabajar junto con otros países que tengan igual criterio pacifista, “para contribuir a mejorar los métodos del Consejo de Seguridad de la ONU a fin de transformarlo en un cuerpo mas responsable, transparente, representativo y eficiente”.
Las palabras de Zuma expresaron lo que todo el mundo ya sabe: que ese órgano ha sido desde su creación un feudo político y militar de EE UU y sus aliados. Desde allí, se violan derechos, se ordenan agresiones armadas y se imponen boicots económicos y financieros contra los pueblos del Tercer mundo como las inmorales sanciones impuestas a Cuba hace medio siglo y a Irán hace pocos años.
De allí surgió también la inmoral Resolución 1973, supuestamente orientada a proteger a la población civil libia de las agresiones del gobierno de Ghaddafi, redactada de tal manera, que le permitió a la OTAN extralimitarse en su misión “protectora”, para desatar una espiral de destrucción y muerte, con sus bombas y misiles hasta convertir al país del Magreb en un gigantesco cementerio, donde todos los días se entierra a decenas de sus víctimas.
De nada les sirvió, pues Ghaddafi, junto con su pueblo resisten incólumes su embestida, y así como la muerte se ha cansado de segar vidas con su guadaña, Los Cruzados ya no pueden seguir luchando. No porque estén cansados, sino porque se les acaban las armas y no tienen cómo comprar más, porque los asfixia una crisis económica y financiera que los obliga a reprimir a sus propios pueblos que se han rebelado contra el desempleo y el hambre.
En Madrid, protestan los “indignados”, en Londres, Manchester Birminghan y Liverpool, incendiaron vehículos, comercios y almacenes los marginados, que fueron reprimidos con extrema violencia que dejó media docena de muertos y más de mil detenidos que están siendo procesados.
En Atenas lo hacen los jubilados y desempleados, y en Francia y Alemania ya han comenzado las primeras manifestaciones de ira popular, mientras que hace pocos días la rebeldía cruzó el Atlántico para llegar a EE UU. Allí en el corazón del Imperio, miles de jóvenes desempleados desatan su furia como en Europa, quemando autos, incendiando tiendas en Filadelfia, cuyo alcalde se vio obligado a imponer un toque de queda, multando y deteniendo a los muchachos que violen la prohibición.
También hay protestas en Chicago, Los Ángeles y Winconsin, las cuales según algunos analistas podrían extenderse a otras urbes estadounidenses, porque es muy alto el descontento de los millones de desempleados, que podrían desatar una explosión social generalizada como la que se dio en seis ciudades de Gran Bretaña.
Millones de ellos se convirtieron en los “homeless” o “sin techo” al no poder pagar las cuotas de las viviendas que adquirieron a precios e intereses bajos mediante hipotecas y cuando las tasas aumentaron, estas fueron ejecutadas y ellos desalojados, y ahora viven en la calle o en plazas a la intemperie sufriendo hambre y frío ante la indiferencia del Estado.
Es irónico ver, cómo los Cruzados colonialistas, los que sembraron vientos de guerra por todo el mundo, hoy estén cosechando tempestades de ira y de violencia, que empiezan a azotarlos y destrozarlos en su propia tierra de la misma manera ellos lo hicieron con los pueblos que invadieron para sojuzgarlos y arrebatarles sus riquezas.
Están preocupados y alarmados, de allí que hoy buscan sospechosamente el diálogo que rechazaron tozudamente cuando creían tener el triunfo asegurado, pero ahora, o han comprendido que no tienen otra salida, o tratan de ganar tiempo en busca de un segundo aire que alivie y fortalezca a sus derrotados mercenarios, proveyéndoles de más armas de las que hasta ahora les han suministrado.
De allí que hayan enviado un mensaje conciliador al gobierno Libio a través de Ban Ki-Moon, uno de sus cómplices y más leales lacayos, quien ondeando una bandera blanca en señal de paz ha solicitado un cese al fuego entre las partes en conflicto.
El avieso secretario general de la prostituida ONU, en una Hipólita declaración hecha el jueves pasado, dijo “estar sumamente preocupado por el continuo aumento de las bajas civiles en Libia” y, para sorpresa del mundo, el guerrerista coreano, secuaz y vasallo del Imperio ha expresado solemnemente que “no existe una solución militar para la crisis libia.”
Y mientras él, cínicamente hablaba de paz, caían las bombas de la Otan sobre Trípolí asesinando hombres, niños, ancianos y mujeres y los traidores mercenarios libios, agentes de la CIA, lanzaban ataques contra ciudades en poder de las tropas de Ghaddafi, anunciando, como siempre lo hacen, victorias que sólo ganan en los titulares de los medios asalariados, que magnifican sus fantasiosos triunfos.
Por eso es que el gobierno libio no cree en lo que ha dicho Ban Ki-Moon. “La declaración hecha por Ki-Moon, es inaceptable por no señalar a la Otan como único responsable de la muerte de civiles”, dijo el sábado el canciller libio Khaled Kaaim en rueda de prensa. “La única parte que debe ser acusada como culpable por la pérdida de vidas civiles es la Otan”, enfatizó el alto funcionario.
Por otra parte, Kaaim desmintió categóricamente el anuncio hecho por los mercenarios libios en el que aseguraban haberse apoderado del sector este de Brega, el estratégico enclave y puerto petrolero donde hay una refinería, el cual, -dijo- se mantiene en poder de las fuerzas leales. La misma aseveración hizo Musa Ibrahim, vocero oficial del gobierno y del líder y legítimo gobernante del pueblo libio, coronel Moanmar Ghaddafi.
Por eso es que mañana, al cumplirse medio año, seis meses, ciento ochenta días del inicio de la agresión a Libia, a Los Cruzados no les queda mas opción que abandonar la lucha, porque con aliados como esos mercenarios jamás podrán ganar la guerra, lo cual, tal vez sólo lograrían si deciden invadir al país haciendo uso de su enorme poderío militar.
Eso sí, lo harán sobre las cenizas del pueblo libio y su líder, dispuestos a morir con dignidad y honor, y no como ellos, acostumbrados a huir vencidos y humillados del campo de batalla en todas las guerras que han desatado en más de medio siglo.
Y cuidado, no sean derrotados en caso de desatarse ese hipotético conflicto. Porque hoy, los ejércitos Cruzados colonialistas de Washington, Londres, Paris, Madrid, Roma y de otros países que agreden a Libia, regidos por el capitalismo salvaje, deberán enfrentar, no solo a las fuerzas leales a Ghaddafi, sino a un enemigo más fuerte y peligroso: a sus propios pueblos, que ya se han rebelado contra el sistema, protestando contra sus inequidades.
Y porque EE UU y sus secuaces, que sembraron vientos de guerra por el mundo, hoy cosechan tempestades de ira y violencia desatadas por sus mismos pueblos en su propia tierra. Y las llamas con que las que incendiaron y aún consumen a los pueblos del Tercer mundo, se han devuelto contra ellos y los queman llevándolos hacia la muerte, que con su guadaña segará sus vidas como ha hecho a lo largo de la historia con la de todos los imperios.

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