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martes, septiembre 04, 2012

Antropología, contrainsurgencia y terrorismo global


Gilberto López y Rivas

El 5 de octubre de 2007, el  New York Times publicó un artículo de David Rohde (“El 
Ejército enlista a la antropología en zonas de Guerra”),  sobre la considerada por los militares estadounidenses como “nueva arma crucial en las operaciones contrainsurgentes”: un equipo integrado por antropólogos y otros científicos sociales para su utilización 
permanente en unidades de combate de las  tropas de ocupación de Estados Unidos en Afganistán e Irak. El corresponsal informa que este singular involucramiento de las ciencias sociales en el esfuerzo bélico  estadounidense constituye un exitoso programa experimental del Pentágono que, iniciado en febrero de 2007, ha sido tan recomendado por los comandantes en el teatro de la guerra que en septiembre de ese año el Secretario de Defensa Robert M. Gates autorizó una partida adicional de 40 millones de dólares para 
asignar equipos similares a cada una de las 26 brigadas de combaten los dos países mencionados. 
            
En el mismo artículo se destacan las reacciones críticas por parte de un sector importante de la academia estadounidense que no duda en considerar el programa como “antropología mercenaria” y “prostitución de la disciplina”, comparándolo con lo ocurrido en la década de los sesenta, cuando se utilizaron antropólogos en campañas contrainsurgentes en Vietnam y América Latina (Plan Camelot).  
  
Ya en su sesión anual en noviembre de 2006 y con la presencia de cientos de sus integrantes, la American Anthropological Association condenó por unanimidad “el uso del conocimiento antropológico como elemento de tortura física y sicológica”, ante el alegato 
de que los torturadores de la prisión Abu Ghraib, en Irak, pudieronser inspirados por la obra de un antropólogo, a partir de la idea que “hombres árabes humillados sexualmente podrían llegar a ser informantes comedidos”(Matthew B. Stannard. “Montgomery 
McFate’Mission. Can one anthropologist possibly steer the course in Iraq?” San Francisco Chronicle, April 29, 2007). 
             
En julio de 2007, el antropólogo Roberto J,  González escribió un excelente artículo (“¿Hacia una antropología mercenaria? El nuevo manual de contrainsurgencia del Ejército de Estados Unidos FM- 3-24 y el complejo militar-antropológico”. Anthropology Today,
Vol. 23, No. 3, June 2007), en el que detalla críticamente las contribuciones de antropólogos en la elaboración de dicho manual. González demuestra, incluso, que algunas 
de estas “contribuciones” no  son innovadoras desde el punto  de vista de la teoría antropológica y más bien parecen “un libro de texto introductorio de antropología simplificado –aunque con pocos ejemplos y sin ilustraciones.”   
                                              
  Contexto Latinoamericano,  número 7,  Enero-marzo de 2008. 

 Doctor en antropología, profesor  investigador del Centro Regional en Morelos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Cuernavaca, Morelos, México. 
1La antropología mercenaria estadounidense se caracteriza por la beligerancia y el cinismo con que justifica la estrecha colaboración entre antropólogos y militares en guerras imperialistas y violatorias de los más elementales derechos humanos y los principios  fundacionales de la Organización de Naciones Unidas. Una de sus más aguerridas defensoras y autoras intelectuales es la  antropóloga estadounidense Montgomery Mcfate, quien se impuso la tarea de “educar” a los militares y cuya misiónen los últimos cinco años 
ha sido convencer a los estrategas de la contrainsurgencia de que la “antropología puede ser un arma más efectiva que la artillería”. Mcfate ignora y le exasperan las críticas de sus colegas en la academia, a quienes considera encerrados en una torre de marfil y más “interesados en elaborar resoluciones que  en encontrar soluciones”. Ella es ahora la “comisaría política” de los militares, una de las autoras del citado manual de contrainsurgencia, creadora del programa Sistema Operativo de Investigación Humana en 
el Terreno, iniciado por el Pentágono, y consejera de la Oficina del Secretario de Defensa. 
Todo un éxito del American way of life.  
En realidad, la participación de antropólogos en misiones coloniales e imperialistas es tan antigua como la propia antropología, la cual se establece como  ciencia estrechamente ligada al colonialismo y a los esfuerzos por imponer en el ámbito mundial las relaciones de 
dominación y explotación capitalistas. Un clásico sobre el tema es el libro de Gérard Leclercq, Anthropologie et colonialisme (Paris:Librairie Arthéme Fayard, 1972) que en su 
introducción asienta: “El nacimiento común del imperialismo colonial contemporáneo y de la antropología igualmente contemporánea puede situarse en la segunda mitad del siglo 
XIX. Trataremos de poner en evidencia la relación de la ideología imperialista, de la que la antropología no es sino uno de sus elementos, con la ideología colonial, y las razones por las cuales una investigación ‘sobre el terreno’ se hacía necesaria y posible por la colonización de tipo imperialista.” (p. 15)  Hay que recordar en México  el papel protagónico que jugaron los antropólogos en la 
elaboración de las políticas indigenistas desde el momento en que Manuel Gamio, --padre fundador de la disciplina en este país--, definió a la antropología como “la ciencia del buen gobierno”, iniciándose un maridaje entre antropólogos y el Estado mexicano que fue roto en parte hasta que el movimiento estudiantil-popular de 1968 creó las condiciones para que las corrientes críticas se manifestaran y denunciarán el papel de complicidad de la 
antropología mexicana posrevolucionaria en el afianzamiento del colonialismo interno que rompió la rebelión zapatista. El grotesco maquillaje cultural de la antropología contrainsurgente no cambia la naturaleza brutal de la ocupación imperialista ni ganará la 
mente y los corazones de la resistencia y  de los millones de estadounidenses que se manifiestan de manera creciente contra la guerra. 
El nuevo manual de contrainsurgencia estadounidense
Como expresión del grado de involucramiento de la alta burocracia académica en los esfuerzos belicistas del imperialismo estadounidense, la Universidad de Chicago publicó en julio de 2007 una edición de bolsillo --de chaqueta militar, naturalmente-- del nuevo Manual de campo de contrainsurgencia (No. 3-24). Esta abierta complicidad de los círculos de educación superior con la maquinaria de guerra de Estados Unidos, provocó un alud de 
críticas de los intelectuales independientes estadounidenses,quienes con rigor analizaron el texto coordinado por el general David H.  Petraeus y condenaron el vergonzoso papel jugado por las autoridades universitarias que consintieron en editar un manual destinado a la persecución, tortura y asesinato de seres humanos y a la ocupación militar de países en los “oscuros rincones del mundo” en los que Estados Unidos pretende hacer prevalecer sus 
intereses. 
             
Uno de estos críticos es David Price, autor de un demoledor artículo traducido al castellano y publicado por Rebelión: “Prostitución de la antropología  al servicio de las guerras del imperio”, en el que demuestra el plagio realizado --en particular en el capitulo tercero del Manual-- de autores como Victor Turner, Anthony Giddens,  David Newman, Susan Silbey, Kenneth Brown,  Fred Plog, Daniel Bates, Max Weber, entre otros. Este capítulo, considerado por Price como central, fue escrito por la antropóloga Montgomery Mcfate, quien –recordemos-- es una de las más fervientes partidarias de la utilización de la ciencia antropológica en la contrainsurgencia a partir de equipos de antropólogos“empotrados” en las unidades de combate en Afganistán e Irak. Price destaca esta carencia de ética intelectual debido a que “las pretensiones  de integridad académica constituyen el fundamento mismo de la estrategia promocional del Manual”, que ha sido alabado por los 
mercenarios intelectuales del Pentágono en  los medios masivos de comunicación y en periódicos y revistas como el  New York Times,  Newsweek y otras publicaciones estadounidenses. También, el Manual ha provocado una reacción de alborozo en los medios 
militares de otras altitudes. El general brasileño Álvaro de Souza Pinheiro, por ejemplo, lo considera “el documento doctrinario de contrainsurgencia más bien elaborado que el mundo occidental ha visto hasta hoy en día” e informa que “gran parte de los ejércitos de la OTAN ya está en proceso de reformulación de sus documentos similares, teniendo como base el reciente manual norteamericano”. (Chile Press, 02/04/2007).  Seguramente que la Secretaría de la Defensa Nacional mexicana, a través del Plan México, está analizando tal novedad editorial para poner al día sus viejosmanuales de guerra irregular y mejorar sus campañas contrainsurgentes en Chiapas y otros estados de la república, ahora con el auxilio de antropólogos empotrados --a la moda Mcfate-- que 
ayuden a “comprender” a los militares las culturas de los “nativos” que se rebelan contra el orden establecido. 
             
La lectura del Manual es obligatoria para entender la mentalidad de los intelectuales de la guerra “contra el terrorismo”. El prefacio firmado por el general Petraeus (ahora a cargo de las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos en Irak) y por el general James F. Amos, del tristemente celebre Cuerpo de Marines, muestra que los militares estadounidenses se tornaron si no marxistas por lo menos  dialécticos pues descubren que: “El Ejercito y el Cuerpo de Marines reconocen que cada insurgencia es contextual y presenta su propio conjunto de retos”. Por ello, una campaña de contrainsurgencia requiere que “Soldados y Marinos (así, con mayúsculas en todo el texto) utilicen una mezcla de tareas de combate con habilidades mas frecuentemente asociadas con agencias no militares… Se espera que soldados y Marinos sean constructores de naciones lo mismo que guerreros. Ellos deben 
3estar preparados para ayudar a restablecer instituciones y fuerzas locales de seguridad y asistir en la reconstrucción de los servicios básicos. Ellos deben de ser capaces de facilitar el establecimiento de la gobernabilidad local y el imperio de la ley. La lista de estas tareas es larga; hacerlas involucra una cooperación y coordinación con muchas agencias intergubernamentales (de Estados Unidos), de la nación huésped y del ámbito internacional…Conducir una campaña de contrainsurgencia exitosa requiere de una fuerza 
flexible, adaptable, dirigida por líderes ágiles, bien informados y astutos culturalmente.” 
             
El análisis de este prefacio a la luz de la ocupación neocolonial de Irak descubre que estos “constructores de naciones” han sido quienes sin justificación alguna llevaron a cabo una guerra violatoria del marco jurídico internacional contra un Estado independiente y miembro de la Organización de Naciones Unidas, misma que ha ocasionado la muerte de 650 mil iraquíes, la destrucción de la infraestructura básica de servicios públicos, el éxodo de millones de habitantes hacia el exterior, el saqueo y destrucción de su patrimonio cultural, el asesinato premeditado de sus escritores, docentes, médicos y abogados. La potencia ocupante estableció un gobierno  pelele de colaboracionistas al que eufemísticamente llama “gobierno de la nación  huésped”, el cual se sostiene sólo por la letal astucia cultural de Soldados y Marinos  y el imperio de la ley de Estados Unidos.  
  
Por cierto, el 2007 ha sido el más mortífero para las tropas de ocupación con 858 soldados estadounidenses muertos hasta el seis de noviembre y 3855 acumulados desde 2003 (61, 996 muertos y heridos por causas hostiles y no hostiles). ¿Será que el  Manual no esta funcionando? ¿Qué los Soldados y Marinos no leen? ¿Qué los antropólogos empotrados no hacen bien su trabajo? ¿Será, tal vez, que la insurgencia es más dialéctica que la contrainsurgencia? 

Manual de terrorismo global 

Un supuesto básico del Manual de Contrainsurgencia 3-24 es que Estados Unidos tiene el derecho de intervenir militarmente en el ámbito mundial, lo cual se contrapone con los principios y leyes del marco jurídico internacional que dieron origen y constituyen el 
fundamento de la Organización de Naciones Unidas. Así, el  Manual sostiene que su doctrina “por definición es amplia en perspectiva y contiene principios, tácticas y procedimientos aplicables  en todo el mundo…Esta publicación tiene como propósito ayudar a preparar a los jefes del Ejercito y del Cuerpo de Marines a conducir operaciones de contrainsurgencia en cualquier parte del mundo.”  
  
Para justificar esta  extraterritorialidad castrense --como ya mencionamos-- los estrategas utilizan una entelequia jurídica denominada “nación huésped”, cuyo gobierno “invita” a Estados Unidos a la contrainsurgencia contra su propio pueblo, aunque dicha autoridad sea impuesta con posterioridad al derrocamiento del gobierno legalmente constituido y la ocupación militar del país por las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos. Ya en la anexión del archipiélago de las Filipinas en 1898, Estados Unidos libró su primera guerra de contrainsurgencia del siglo XX contra la rebelión encabezada por Emilio Aguinaldo, con el pretexto –según el presidente estadounidense William McKinley-- de “educar, elevar y 
4cristianizar a los filipinos“. (Timothy K. Deady, Parameters. Spring, 2005). También, en la guerra contrainsurgente de Estados Unidos en Nicaragua contra el general Augusto C. Sandino --quien derrotó una y otra vez a los  marines estadounidenses-- los yanquis 
emplearon la táctica de enfrentar “nativos contra nativos” al crear la Guardia Nacional encabezada por Anastasio Somoza García, quien finalmente asesinó a Sandino en 1934.
Otra de las ideas-fuerza del  Manual es que al poseer Estados Unidos una abrumadora superioridad militar convencional, sus enemigos luchan por medio de una guerra no convencional, “mezclando tecnología moderna con antiguas técnicas de insurgencia y terrorismo…En contrainsurgencia, el lado que aprende y se  adapta más rápidamente –el que tiene mejor organización para aprender- usualmente gana. Contrainsurgencias han sido llamadas competencias de aprendizaje. Entonces, esta publicación identifica que ‘aprender y adaptar’ es un imperativo moderno de contrainsurgencia para las fuerzas de Estados 
Unidos” 
A partir de esta premisa, el  Manual concluye: “Irónicamente, la naturaleza de la contrainsurgencia presenta retos a los sistemas tradicionales de lecciones-aprendizaje; muchos aspectos no militares de la contrainsurgencia no llevan por sí mismos a un 
aprendizaje táctico rápido…Realizar tareas no militares en contrainsurgencia requiere conocimiento en muchas y diversas materias complejas. Estas incluyen gobernanza, desarrollo económico, administración pública, y el imperio de la ley. Comandantes con un conocimiento profundo en estas materias pueden ayudar a sus subordinados a entender ambientes desafiantes y poco familiares y adaptarse más rápidamente a situaciones 
cambiantes.”
Se ofrecen definiciones a modo de insurgencia  y contrainsurgencia: “insurgencia es una lucha político-militar organizada y prolongada ideada para debilitar el control y la legitimidad de un gobierno establecido, de una fuerza ocupante o de otra autoridad política, 
mientras se incrementa el control insurgente”. Otra definición de insurgencia afirma que ésta es “típicamente una forma de guerra interna, una que ocurre primariamente dentro de un estado, no entre estados, y una que contiene al menos ciertos elementos de guerra civil. 
 Contrainsurgencia son las acciones militares, paramilitares, políticas, económicas, sicológicas y cívicas llevadas a cabo por un gobierno para derrotar a la insurgencia.” 
En el caso de Irak se observa que el “gobierno establecido” no tiene legitimidad ni control puesto que es una autoridad subordinada a la potencia ocupante. Asimismo, ante su fracaso 
contra la resistencia patriótica, Estados Unidos ha provocado la guerra civil, enfrentando a sunitas contra chiítas a través de atentados  terroristas perpetrados por sus agencias de inteligencia, fortaleciendo la independencia de facto de los kurdos y debilitando al máximo la unidad nacional. 

El gran “descubrimiento” del Manual es su barniz antropológico: “El conocimiento cultural es esencial para emprender una exitosa contrainsurgencia. Las ideas americanas (sic) de lo que es “normal” o “racional” no son universales. Por el contrario, miembros de otras 
5sociedades frecuentemente tienen diferentes nociones de racionalidad, conducta apropiada, niveles de devoción religiosa, y normas concernientes al genero.” 
El verdadero proceso de aculturación de los soldado  estadounidenses va más allá de los manuales, según palabras de un veterano de la guerra de Irak: “He sido un asesino psicópata porque me entrenaron para matar. No nací con esa mentalidad. Fue el Cuerpo de Infantería de Marina quien me educó para que fuera un  gangster de las corporaciones estadounidenses, un delincuente. Me entrenaron para cumplir ciegamente la orden del Presidente de Estados Unidos y traerle a casa lo que él pidiera, sin reparar en ninguna consideración moral. Yo era un psicópata porque nos enseñaron a disparar primero y a preguntar después, como lo haría un enfermo y no un soldado profesional que solo debe enfrentar a otro soldado. Si había que matar a mujeres y a niños, lo hacíamos. Por tanto no éramos soldados, sino mercenarios”. (Jimmy Massey, Fuente: Cubadebate/ Rebelión).   Inteligencia en la contrainsurgencia 
Si en cualquier tipo de conflicto bélico el trabajo de inteligencia es indispensable, en la contrainsurgencia es particularmente vital, señalan los militares estadounidenses. Por ello, el capítulo clave del  Manual de Contrainsurgencia 3-24 versa precisamente sobre las 
características de la inteligencia en esta guerra  asimétrica. Igualmente, dado que las conflagraciones que libra Estados Unidos tienen lugar en espacios culturalmente extraños, el  descubrimiento castrense es la colaboración de científicos sociales en las campañas 
imperialistas contra los movimientos revolucionarios y de resistencia nacional.  
La antropóloga contrainsurgente Montgomery McFate lo explica de esta manera: “En un conflicto entre adversarios simétricos, en el que ambos son  equivalentemente iguales y usan tecnología similar, comprender la cultura del adversario es en gran parte irrelevante. 
La Guerra Fría, con toda su complejidad, enfrentó entre sí a dos  poderes de herencia europea. En una operación de contrainsurgencia contra un adversario no occidental, sin embargo, la cultura es importante.” (Military Review, March-April, 2005)  
Ya que los comandantes y estrategas militares requieren “profundizar en las culturas, percepciones, valores, creencias, y procesos de toma de decisiones de individuos y grupos,”  el Pentágono integró equipos de expertos  en economía, antropología y ciencia política, quienes juegan un papel en lo que técnicamente es llamado “Preparación de Inteligencia del Campo de Batalla”, que consiste en el  proceso continuo ysistemático de análisis de la 
amenaza posible del enemigo y el ambiente  en una región geográfica especifica. 
Los científicos sociales no son más que un instrumento de guerra, ya que las decisiones finales las toma el personal militar.  El  Manual describe el tipo de información que recaban estos singulares mercenarios académicos: “Por ejemplo, grupos tribales y familiares en Irak y Afganistán cruzan las fronteras nacionales en países vecinos. Las  relaciones tras fronterizas permiten a los 
insurgentes contar con refugio seguro fuera de su país y les ayudan al tráfico tras fronterizo. 
El área de intereses puede ser grande  en relación al AO (área operativa). Muy frecuentemente ésta puede estar influenciada  por varios factores, tales como: redes de familia, tribales, étnicas, religiosas y otras que van más allá del área de operaciones; 
relaciones de comunicación y económicas hacia otras regiones; influencia de los medios de comunicación en la población local, el público de Estados Unidos y los socios multinacionales; apoyos logísticos, financieros y morales del enemigo.” 
Los antropólogos-militares definen --con la ayuda del plagio ya denunciado-- conceptos como sociedad, grupo étnico, tribu, redes, instituciones, roles y estatus, estructura y normas sociales, cultura, identidad, sistema de creencias, valores, actitudes y percepciones, 
lenguaje, poder y autoridad, fuerza coercitiva,  capital social, participación política, entre otros. Todo ello para conocer lo que realmente interesa a los militares: los insurgentes, sus objetivos, motivaciones, apoyo o tolerancia de la población hacia ellos, sus capacidades y vulnerabilidades, formas de organización, lideres y personalidades claves, actividades y relaciones políticas, libertad  de movimiento, sustentos logísticos, financieros y de inteligencia, nuevos reclutas, armamento y capacidades militares, entrenamiento, etcétera. 
Especial atención merece la estructura organizativa de los insurgentes: si es jerárquica o no, si los miembros están especializados, si los lideres ejercen un control centralizado, o se 
permite acción autónoma e iniciativa propia, si el movimiento opera independientemente, o tiene relaciones con otras redes y organizaciones, si los insurgentes le dan más peso a la acción política, o a la violenta.  También, cada dirigente es motivo de un escrutinio detallado: su papel en la organización, actividades conocidas y asociadas, historia personal y trayectoria, creencias, motivaciones e ideología, educación y entrenamiento, temperamento (“por ejemplo, cuidadoso, impulsivo, pensativo, o violento”), importancia en la organización, popularidad fuera de ella. En las sesiones de tortura en Irak, Afganistán, Guantánamo, y otros “oscuros rincones del planeta”, estas son sin duda algunas de las preguntas a los detenidos por las fuerzas de ocupación estadounidenses; también formarán parte de las  materias que los mentores yanquis enseñaron a miembros de las fuerzas armadas mexicanas en los cursos de “combate al terrorismo” denunciados por La Jornada. 
Asimismo, estrategias y tácticas de los rebeldes merecen especial cuidado: acciones 
conspirativas, militarismo, guerrilla urbana, guerra popular, emboscadas, incendios, bombas y explosivos, armas químicas, biológicas, radiológicas, o armas nucleares, manifestaciones, contrainteligencia de los insurgentes, ejecución de soplones, secuestros, toma de rehenes, infiltración y subversión, propaganda,ataques a instalaciones, sabotaje, entre otros. Se analizan todos los tipos de inteligencia: humana,  operaciones militares, interrogatorio a detenidos y desertores, informes de asuntos civiles, operaciones psicológicas, de los oficiales del ejército y fuerzas policíacas del gobierno pelele, contratistas, delaciones telefónicas anónimas, periodistas, académicos, etcétera. También se obtiene información de inteligencia de rutinas de reconocimiento y vigilancia, sensores y cámaras, inteligencia espacial, análisis de archivos de propiedad, financieros, del contenido de celulares y computadoras.  
Sería un error subestimar las capacidades y los alcances  de este trabajo de inteligencia de los imperialistas estadounidenses, como pensar que son invencibles. También es importante que la comunidad de antropólogos en el ámbito latinoamericano se manifieste en contra de la utilización mercenaria de su disciplina.  

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