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Gabriel Ángel
Por Gabriel Ángel, guerrillero de las FARC-EP, publicado en Resistencia, órgano de las FARC
Noticias recientes dieron cuenta de la caída de tres helicópteros de guerra en zonas de orden público en el territorio colombiano. En Vistahermosa, en el departamento del Meta, las fuerzas armadas reportaron la ida a tierra de un aparato por motivos que están siendo objeto de investigación. En Petrolea, Tibú, Norte de Santander, las fuertes ráfagas de viento causaron el accidente de otro, apenas unos días después. Y en el páramo de Sumapaz, en Cundinamarca, un tercer aparato resultó afectado por la furia del viento al día siguiente. En cada uno de los accidentes reportados se informó de unos pocos suboficiales, soldados o policías heridos.
Según los reportes emanados del alto mando militar o policial, parece que la mala suerte, los caprichos del tiempo o la desidia de los mecánicos militares, quizás los tres factores juntos, se han reunido intempestivamente para desgracia del personal que es trasladado en ejecución de operaciones ofensivas contra las guerrillas. La gran prensa, ni siquiera por equivocación, se atreve a insinuar que los helicópteros hayan sido derribados por la acción de los combatientes que desde tierra se ven obligados a enfrentarlos.
Es como si esa posibilidad no existiera. El gobierno colombiano y altos mandos militares, al igual que sus propagandistas pagos o gratuitos, se han encargado de posicionar en el imaginario colectivo las falsas ideas de un poder extraordinariamente invulnerable de las fuerzas armadas y una debilidad extrema en las guerrillas agonizantes. Se sostiene sin el menor recato que resulta absurdo pensar en una insurgencia del siglo XIX, y a las puertas del descalabro, propinando golpes contundentes al invencible Ejército del siglo XXI que se construyó el régimen en la última década. Se comprende la intención de tan publicitada imagen, convencer a los colombianos, incluidas las propias guerrillas, de que no hay nada que hacer frente al poder del Estado de hoy.*
Guerrilleros de las FARC en la trinchera.La única alternativa es el sometimiento. Nadie está en posibilidad de enfrentar la aplastante fuerza del poder. Solamente cabe la rendición, la aceptación de las reglas impuestas, el insoslayable futuro. Semejante afirmación, tan repetida de una y otra forma, es absolutamente falsa. Claro que se puede luchar, resistir, avanzar, golpear y herir de muerte al enemigo. Es lo que las FARC-EP estamos demostrando hoy, y lo que los poderes dominantes se empeñan en ocultar con rigurosos afán y cuidado. Que nadie se vaya a enterar, que no haya quien conozca los hechos y se atreva también a intentarlo. Que nadie vaya a gritar que el rey en realidad está desnudo.
Las ultramodernas y tecnificadas fuerzas especiales de la OMEGA no sólo perdieron el helicóptero que aterrizaba a las diez y quince de la noche del pasado 21 de febrero cargado con tropas suyas en la vereda Laureles de Vistahermosa, Meta, que se incendió por completo de inmediato, sino que otro aparato que intentaba aterrizar con él tuvo que retirarse seriamente averiado.
Varios de los soldados de élite que fueron desembarcados cerca por otros helicópteros cayeron víctimas de un campo minado instalado previamente por los muchachos del 27 Frente.
Las tropas que con apoyo de aviones bombarderos y más helicópteros intentaron remendar al día siguiente el fiasco, no consiguieron ninguno de sus objetivos, en tanto que no pudieron evitar que otro de sus aparatos de guerra tuviera que retirarse impactado desde tierra por los guerrilleros.
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Así muestra la web del Ejército Nacional el suceso de Sumapaz, no el helicóptero
derribado por el fuego guerrillero sino un helicóptero en su base
Son los hechos que jamás revela el Ejército, ni la prensa colombiana a su servicio, que los troca por extraños accidentes con un pequeño saldo de dos o tres heridos. Cabe preguntarse ahora, cuando los mandos militares gruñen exigiendo información sobre tropas suyas supuestamente desaparecidas por las FARC en zonas de orden público, de qué modo proceden con las familias de los soldados que perecen en esas condiciones. ¿Cómo explicarles que sus seres queridos jamás regresan, sin informar de las derrotas en que perecieron? No es de extrañar entonces la ola de solicitudes de baja de los miembros de las fuerzas especiales del Ejército, que prefieren ganar buen dinero sirviendo como mercenarios en otro país antes que perecer sin gloria en el suyo.
LA VERDAD ES QUE LAS TRES AERONAVES reportadas como accidentadas la última semana de febrero, se fueron a tierra como consecuencia del fuego guerrillero. Y las bajas causadas en el personal de combate también fueron ocultadas de inmediato por los mandos militares.
Fueron unidades del 33 Frente de las FARC las que impactaron seriamente el helicóptero que se vino a tierra en Tibú, por obra de las ráfagas de viento que reseña la prensa. Y el propio diario capitalino El Tiempo elaboró la misma semana un tímido informe acerca de la presencia de las FARC en el páramo de Sumapaz y los constantes combates que se presentan con las unidades del Ejército Nacional. Reconocer este tipo de situaciones resulta gravísimo para el Establecimiento ahora. Porque destruye la idea de que en La Habana las FARC se juegan la última oportunidad para rendirse.
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. . . y la prensa copia hasta los títulos de los informes de las Fuerzas Militares. En la foto,
el helicóptero derribado por los guerrilleros del Frente 33 en Tibú, Norte Santander.
Y es mejor que la gente esté convencida de que la lucha de las FARC están perdidas. De eso se trata. Sobre todo si el país entero se halla a las puertas de un gran estallido social de protesta y movilización. Así lo concibieron los asesores y estrategas del régimen cuando previeron la inconformidad que podía presentarse con sus locomotoras de la prosperidad. Podrían capturar y encauzar la rebeldía contra sus políticas, conducirla a buen puerto con sus oenegés, sus angelinos y luchogarzones. Impedir a toda costa el menor nexo entre la lucha revolucionaria de las FARC-EP y las masas colombianas, arrebatar a la insurgencia y al pueblo las banderas de la lucha.
Pero la realidad está indicando otra cosa. Las FARC-EP no fuimos a La Habana a negociar nuestra desmovilización y entrega como esperaban en los balcones de Palacio.Fuimos a conquistar la paz con democracia y justicia social para Colombia. Y al mismo tiempo, calladamente, estamos demostrando nuestra enorme entereza en el campo de combate. Por su parte, el pueblo colombiano, solito, está dando muestras de su enorme independencia y madurez. No está dispuesto a dejarse manosear por el régimen. Ni por sus representantes vendidos. Tiene unos propósitos claros y está dispuesto a conseguirlos con firmeza. Quizás únicamente falta el salto a lo político, que la movilización social haga suya la idea de que con este régimen y con estos gobiernos no hay salida. Que hay que cambiar esto. Como sea.
Montañas de Colombia, 4 de marzo de 2013.
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