Director: Diego Olivera. Jefe De Redacción: Miguel Guaglianone
Niko Schvarz
Hemos estado viendo a través de Telesur, un día tras otro, el río incesante de pueblo que dio el adiós postrero a Chávez. Venían desde todo el país y aguardaron muchas horas bajo el sol inclemente para cumplir su anhelo. Lo que observábamos en la pantalla era el auténtico pueblo venezolano, sobre todo el procedente de los estratos más pobres. Muchas mujeres, y jóvenes de ambos sexos. Expresión de dolor profundo y de dignidad humana. Me pareció advertir en esa sucesión de imágenes, repetidas pero cada una con su sello personal, una señal de la consustanciación del pueblo con su presidente, y del presidente con su pueblo. “Todos somos Chávez”. Era a la vez, de manera inequívoca, un compromiso de seguir la lucha “hasta la victoria siempre”.
De una manera más íntima quizá, esa sensación se reprodujo cuando la pantalla mostró imágenes de la población natal de Chávez, Sabaneta del estado de Barinas, y allí aparecieron figuras entrañables que compartieron con él los años de la infancia, los primeros pasos del periplo vital de quien consideran uno de los suyos. Lo decían con total modestia. Tanto en las imágenes recientes, como en las revividas de la visita que efectuó a sus lares en compañía de Fidel Castro, años atrás. Siempre la misma consustanciación. Ese niño y joven, después presidente, y su pueblo, son todo uno. Él seguía siendo el hijo del maestro y la maestra del pueblo, de doña Elena Frías que veíamos estos días anegada en llanto al lado del féretro.
Con su actuación política Chávez contribuyó decisivamente a remover las entrañas más profundas de ese pueblo, y en particular de los sectores siempre postergados, y les infundió una nueva dignidad. Es lo que veíamos en estos días. Concitó la adhesión de los sectores que estaban prácticamente al margen de la vida política durante la sucesión de gobiernos adecos y copeyanos surgidos del indecoroso pacto del “punto fijo”. En las elecciones se reveló un grado creciente de participación popular. El pueblo se involucraba en la forja de un mejor destino colectivo.
Eso es lo que explica el giro de acontecimientos fundamentales que se sucedieron en los 14 años en que Chávez ocupó la presidencia, legitimado por la adhesión y el voto popular en las 16 instancias electorales en que se sometió a la decisión de la ciudadanía y que ganó con mayorías contundentes de millones de votos, salvo una (por poco). El golpe de estado de abril de 2002, urdido en toda la línea por los sectores de la oligarquía y el Imperio, que causó muerto y heridos, secuestró al presidente y lo recluyó en la isla de Orchila para asesinarlo mientras Pedro Carmona Estanga usurpaba la presidencia, fue desbaratado por una movilización popular inmensa y espontánea que bajó de los cerros al Palacio de Miraflores y puso en fuga a los golpistas. Lo mismo sucedió en la posterior tentativa de las clases dominantes por recuperar el poder en el paro petrolero de fines de 2003 y comienzos de 2004, que causó enormes daños al país y a su gente, y que también fue enfrentado por los trabajadores y las grandes masas. La oposición promovió luego, en 2004, un referéndum revocatorio, que resultó confirmatorio para Chávez, más tarde reelegido por un nuevo período del 2007 al 2012. Siempre con la adhesión de su pueblo, reflejo de la elevación de su conciencia política y social.
Pocos gobernantes en nuestro continente (y en el mundo) han sido distinguidos por ese rasgo en la escala que lo hizo Chávez en estos casi tres lustros. Uno de ellos es su homólogo y amigo, el brasileño Luis Inácio Lula da Silva, quien ha escrito una página notable, bajo el título “Valió la pena” para destacar esa característica tan peculiar del mandatario venezolano. Dice Lula que “Chávez pensaba mucho en su pueblo, sobre todo en las personas más pobres”. Recuerda que lo conoció en las instancias del Foro de Sâo Paulo, y esa amistad se profundizó en el período en que ambos fueron llevados a la presidencia. Luego estampa unos conceptos muy sentidos, que en realidad podrían aplicarse también a su propia trayectoria, que guarda cierto paralelismo con la de Chávez, sobre todo en lo que se refiere a la conquista de la autoestima para su propio pueblo, como se destaca en el siguiente párrafo: “Pienso que no basta un siglo para producir un hombre de las cualidades de Chávez. Él sabía que las condiciones para estar en el gobierno eran hacer que el pueblo de Venezuela se sintiese orgulloso, que pasara a tener derechos, trabajo, salud y la posibilidad de estudiar. Obviamente enfrentó una oposición muy férrea, como todos enfrentamos en América Latina. Pero creo que el paso del compañero Chávez por el gobierno valió la pena. No sólo por las conquistas. Valió la pena por el símbolo de lo que hizo en defensa de su país: recuperó la autoestima de su pueblo, y provocó que pasase a creer que Venezuela era mucho más grande de lo que las élites intentaron hacerles creer. Las ideas de Chávez, como las de Bolívar, perdurarán por mucho tiempo, porque América Latina vive un momento excepcional y Chávez tiene mucho que ver con eso, con la creación de la UNASUR, la CELAC, el Consejo de Defensa de la UNASUR, el Banco del Sur y tantas otros. Compañero Chávez, si usted no existiera, debería volver a nacer porque el mundo necesita dirigentes como usted”.
Esa política de consustanciación con las aspiraciones populares plasmó en realizaciones de gran magnitud en materia de educación, salud, vivienda, reducción de la pobreza y de la mortalidad infantil, en buena medida gracias a las misiones efectuadas con la ayuda solidaria de profesionales cubanos, y en las leyes de nacionalización de la riqueza petrolera, así como en su participación activa en todos los proyectos de integración regional y continental, en particular la CELAC. Por añadidura, sus intervenciones públicas tuvieron a menudo un sello incisivo e intransferible, de amplia repercusión. Por ejemplo, cuando fue liquidado el intento de George Bush padre de colocar a América Latina bajo la dependencia de EEUU mediante la Alianza de Libre Comercio de las Américas, a fines de 2005 en Mar del Plata, sentenció: “ALCA…al carajo”. No es, `por cierto, el único ejemplo.
Se abre una nueva etapa. Con Nicolás Maduro como presidente encargado y a la vez como candidato, está planteada la nueva elección el mes próximo, y en ella estará en juego la continuidad del proceso. No habrá retroceso. El pueblo venezolano demostrará una vez más su adhesión al proyecto de Chávez, ahora como en su vida.
Publicación Barómetro 18-03-13
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