por Leandro Albani
Caracas, 12 Ene. AVN.- Abiertos o solapados, en el más cruento silencio o transmitidos por las cadenas mediáticas internacionales, los asesinatos políticos efectuados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos se han extendido por los cuatro puntos cardinales del mundo.
Para sostener estos métodos sistemáticos, los poderes que gobiernan en el país del norte han apelado a aliados incondicionales, como en el caso de Israel, o a la compra, formación y financiamiento de mercenarios, desarrollando una escuela sobre el tema.
Pero esta metodología no es exclusiva hacia el exterior de Estados Unidos. Dentro de sus fronteras, los ejemplos de asesinatos políticos en el siglo XX tienen su máximo exponente en el magnicidio de John Fitzgerald Kennedy, el 22 de noviembre de 1963. A este caso se suman los asesinatos de líder sociales, como Martin Luther King y Malcom X, representantes de las luchas a favor de los derechos civiles y en contra de la segregación.
El mayor crímen mundial
Casi 300 mil personas murieron en apenas minutos. Una luz cegadora arrasó con todo y fue el comienzo de una amenaza mundial que todavía persiste: un ataque nuclear que, como en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, tuvo como único responsable a Estados Unidos.
El 6 y el 9 de agosto fueron las fechas elegidas por el entonces presidente Harry Truman para destruir esas localidades y dar un ejemplo aleccionador a quienes intentaran enfrentar su poderío.
Además de la masacre perpetrada, todavía hoy se encuentran secuelas en las víctimas y sus decendientes, sobre todo por casos de cáncer y leucemia que siguen sumando muertes.
El objetivo Fidel
Comenzada la revolución en Cuba en enero de 1959, paralelamente se iniciaron las acciones para derrocar al gobierno que lideraba Fidel Castro. Intentos de invasiones de mercenarios, finaciamiento de grupos irregulares en la isla, sanciones económicas y comerciales, son algunos de los métodos implementados por Estados Unidos.
Pero el blanco principal fue Fidel Castro, que tiene sobre sus espaldas 638 intentos de magnicidios. Envenamientos y atentados fueron algunos de los mecanismos utilizados para terminar con la vida del líder cubano.
El 18 de noviembre de 2000, Fidel denunció desde Panamá, donde participaba en la X Cumbre Iberoamericana, un complot para asesinarlo. Mostrando pruebas irrefutables, el entonces presidente señaló como partícipe de esta atentado a Luis Posada Carriles, mercenario formado y financiado por la CIA, quien junto a su grupo terrorista fueron encarcelados, y sin cumplir la condena fueron liberados por la entonces presidenta panameña que hoy vive lujosamente en Miami.
Los amigos dictadores de USA
En el Cono Sur la década del 70 estuvo marcada por fuertes luchas sociales, el surgimiento de organizaciones armadas revolucionarias y una política de exterminio diseñada en Estados Unidos.
Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y Paraguay fueron los escenarios para desplegar una política represiva, acompañada por planes económicos que sentaron las bases del neoliberalismo que se concretó bajo gobiernos “democráticos” a entre 1980 y 2000.
Abiertamente, la Casa Blanca promovió el golpe de Estado contra el presidente chileno, Salvador Allende, en 1973, donde la participación de agentes de la CIA fue evidenciada tiempo después. En Argentina, 30 mil desaparecidos fue el saldo que dejó la dictadura militar, respaldada a viva voz por el entonces secretario de Estado, Henry Kissinger.
La ley del asesinato
Otros ejemplos recientes, fueron los asesinatos de Osama Bin Laden y Muammar Al Gaddafi. En el primer caso, Estados Unidos utilizó un grupo de élite que, violando la soberanía de Pakistán, ingresó al país y ultimó al líder de Al Qaeda, organización calificada por Washington como terroristas, pero a su vez apuntada por sus estrechos vínculos pasados con la CIA. En este caso, el secreto fue a medias: se anunció la “conquista” y sólo se mostraron las fotos de Obama y sus funcionarios observando en vivo y en directo el asesinato de Bin Laden.
En el caso del líder libio, su cacería se efectuó durante varios meses, mientras la Organización del Tratado para el Atlántico Norte (Otan) bombardeaba el país africano. Gaddafi fue capturado, luego de que la Otan lo ubicó por satélite y bombardeó su convoy mientras se trasladaba por la ciudad de Sirte.
Los grupos opositores armados concluyeron con el atroz asesinato. Conformados por mercenarios y miembros de Al Qaeda, diversas investigaciones y denuncias demostraron que estos grupos estaban entrenados por los servicios de inteligecia de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Los últimos minutos de Gaddafi con vida se transmitieron por las cadenas televisivas; el mensaje de esto fue claro: quien resiste al imperio será cazado y asesinado sin piedad. Ni juicios previos, ni respeto a las leyes internacionales marcaron estos hechos.
En el artículo “Víctimas de las guerras del imperio”, el politólogo argentino Atilio Borón deja valiosas reflexiones sobre el accionar de Estados Unidos: “Si el holocausto perpetrado por Adolf Hitler al exterminar a seis millones de judíos hizo que su régimen fuese caracterizado como una aberrante monstruosidad o como una estremecedora encarnación del mal, entonces ¿qué categoría teórica habría que usar para caracterizar a los sucesivos gobiernos de Estados Unidos que sembraron muertes en una escala por lo menos igual, si no mayor?”.
El mecanismo que utiliza Estados Unidos para justificar sus crímenes, son resumidos finalmente de esta manera: “comienzan con la satanización de líderes desafectos, presentados ante la opinión pública como figuras despóticas, casi monstruosas; sigue con intensas campañas publicitarias de estigmatización de gobiernos desafectos y pueblos díscolos; luego vienen las condenas por presuntas violaciones a los derechos humanos o por la complicidad de aquellos líderes y gobiernos con el terrorismo internacional o el narcotráfico, hasta que finalmente la CIA o algún escuadrón especial de las fuerzas armadas se encarga de fabricar un incidente que permita justificar ante la opinión pública mundial la intervención de los Estados Unidos y sus compinches para poner fin a tanto mal. En tiempos recientes eso se hizo en Irak y luego en Libia”.
La filosofía de la violencia Made in Usa se expande ahora como sello por todos "los oscuros rincones del mundo".
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