Fuente: El Foco Organo de Divulgacion Ideologica de Caracas (Dtto Capital)
Autor: Felson Yajure
Me motivan a estas reflexiones algunos hechos de los últimos meses. Un artículo de José Vicente Rangel del 21/06/10, Últimas Noticias, pág. 28; en el cual señala que es “Imposible descartar que el clientelismo político motive inscripción en el Psuv”, es decir, seguro que es por búsqueda de prebendas y privilegios, y se pregunta “se apoya el Gobierno cotidianamente en el partido”, el más que nadie, que fue vicepresidente y ministro más de una vez sabe la respuesta, y la forma de de decirlo expresa su respuesta. Por otra parte, el 13 de marzo de 2010. El presidente de la República, Hugo Chávez, fustigó a los funcionarios públicos que tras la dimisión o renuncia de un ministro se desvinculan de los proyectos a los que fueron asignados y en los que el Gobierno Bolivariano ha hecho cuantiosas inversiones. “Se va un ministro y se va un montón de gente detrás de él, llega un ministro y empieza a cambiar a todo el mundo y se para un año el ministerio, tenemos que estar pendientes de eso”, exigió el mandatario venezolano
Ello pone de manifiesto la existencia de una contradicción en la relación entre funcionarios del Estado, por una parte, y los cuadros medios del PSUV, y los intereses del pueblo organizado por la otra.
El problema consiste en la falta de eficacia y eficiencia en la función de Estado, en dar respuesta a las necesidades del pueblo, lo cual origina casos como lo de PDVAL, y que también fue de las principales causas de la perdida en las últimas elecciones regionales de municipios como Petare, y del Estado Miranda, Zulia, Táchira y Carabobo, y la desilusión de dirigentes de base con una ideología no suficientemente consolidada.
La causa principal del problema es la no hegemonía del partido como fuerza dirigente superior en la conducción del proceso, para lo cual debería subordinar a sus políticas y orientaciones a todas las instituciones del Estado, autónomas, Municipales, Estadales y Nacionales, no bastando que el presidente o Director de la institución sea del PSUV, y eso es justamente lo que no quieren esos funcionarios que tienden al burocratismo.
Cosa parecida ha ocurrido en países que estuvieron en transición al socialismo y ahora están en transición al capitalismo, cuando no ya completamente capitalistas, con nuevos privilegiados. Quienes permiten esto, quiéranlo o no, están torpedeando el proceso, están debilitando la revolución.
No es posible que un Gobernador, Alcalde, u otro dirigente/funcionario a quien el partido seleccionó, a quien el partido le hizo campaña, a quien el partido hizo elegir y que es defendido por el partido, resulte que se convierta en la practica en una especie de dueño de la institución donde el partido lo puso, disponiendo de políticas y cargos, sin la participación hegemónica del partido y el pueblo organizado. Ni que use los cargos de la institución como prebenda para tratar de controlar una parte del partido, muchas veces con personas que inscritas en el PSUV como lo señala José Vicente, decir, por intereses personales.
Allí radica la principal causa de la perdida de votos, de la desilusión de militantes de base, así como de que parte del pueblo nos haya dejado de apoyar. Nos preocupamos justificadamente de la importancia de obtener 2/3 en la Asamblea Nacional porque es vital para el proceso, entonces también más nos valdría dedicarse a buscar y solucionar estas causas. La lucha por los 2/3 la acatamos con ánimo, porque es una necesidad política, pero dejamos sentada nuestra opinión y preocupación cuando el proceso no tiene un solo peligro.
La señalada contradicción afortunadamente no es antagónica, por lo cual puede resolverse por la vía del debate y la persuasión. Esta es una contradicción que no se resolverá ocultándola, sino que por el contrario de esa manera se iría radicalizando a medida que pase el tiempo y en cualquier momento le pasará la factura al proceso, como ya comenzó a hacerlo.
Si realmente estamos por las llamadas “3R”, éste es buen momento para que la Dirección Nacional de el ejemplo a la militancia y ordene una amplia discusión sobre el asunto, exclusivamente a lo interno de partido.
No puede pretenderse que el partido se fortalezca y tome la conducción del proceso por sí solo, desde abajo, sin que la Dirección Nacional haga su obligado aporte.
Ningún partido revolucionario está inmunizado de errores, pero lo importante es saber corregirlos; y la principal responsabilidad principal corresponde a la Dirección Nacional, que para eso lo es.
Extrayendo todas las lecciones de esos errores, y lejos de debilitarnos nos fortalecerá y contribuirá a formar la militancia en el espíritu de la autocrítica que ordenan nuestros Estatutos. Como Lenin señaló en alguna oportunidad, “Es preferible decir la verdad con desacierto, que silenciarla si la cuestión es grave”. El socialismo, o se constituye en una concepción de la democracia real y totalmente superior a la burguesa, o en algún momento el proceso revolucionario se topará con una cuesta muy empinada. Y el partido debe dar y ser ejemplo de esa democracia.
Tengamos presente, que la profundidad de los procesos revolucionarios no se mide sólo (y quizás no tanto) por el número de empresas nacionalizadas o la suma de hectáreas expropiadas, sino por quiénes, y de qué forma, se dirige y se toman las decisiones y las iniciativas, en fin, se ejerce la dirección del proceso. La interrogante es, construiremos el socialismo con el partido y el pueblo organizado o con el burocratismo capitalista, y la respuesta es clara; los funcionarios que actúan principalmente por intereses personales sólo debilitan la revolución y fortalecen al capitalismo y la contrarrevolución.
Ello pone de manifiesto la existencia de una contradicción en la relación entre funcionarios del Estado, por una parte, y los cuadros medios del PSUV, y los intereses del pueblo organizado por la otra.
El problema consiste en la falta de eficacia y eficiencia en la función de Estado, en dar respuesta a las necesidades del pueblo, lo cual origina casos como lo de PDVAL, y que también fue de las principales causas de la perdida en las últimas elecciones regionales de municipios como Petare, y del Estado Miranda, Zulia, Táchira y Carabobo, y la desilusión de dirigentes de base con una ideología no suficientemente consolidada.
La causa principal del problema es la no hegemonía del partido como fuerza dirigente superior en la conducción del proceso, para lo cual debería subordinar a sus políticas y orientaciones a todas las instituciones del Estado, autónomas, Municipales, Estadales y Nacionales, no bastando que el presidente o Director de la institución sea del PSUV, y eso es justamente lo que no quieren esos funcionarios que tienden al burocratismo.
Cosa parecida ha ocurrido en países que estuvieron en transición al socialismo y ahora están en transición al capitalismo, cuando no ya completamente capitalistas, con nuevos privilegiados. Quienes permiten esto, quiéranlo o no, están torpedeando el proceso, están debilitando la revolución.
No es posible que un Gobernador, Alcalde, u otro dirigente/funcionario a quien el partido seleccionó, a quien el partido le hizo campaña, a quien el partido hizo elegir y que es defendido por el partido, resulte que se convierta en la practica en una especie de dueño de la institución donde el partido lo puso, disponiendo de políticas y cargos, sin la participación hegemónica del partido y el pueblo organizado. Ni que use los cargos de la institución como prebenda para tratar de controlar una parte del partido, muchas veces con personas que inscritas en el PSUV como lo señala José Vicente, decir, por intereses personales.
Allí radica la principal causa de la perdida de votos, de la desilusión de militantes de base, así como de que parte del pueblo nos haya dejado de apoyar. Nos preocupamos justificadamente de la importancia de obtener 2/3 en la Asamblea Nacional porque es vital para el proceso, entonces también más nos valdría dedicarse a buscar y solucionar estas causas. La lucha por los 2/3 la acatamos con ánimo, porque es una necesidad política, pero dejamos sentada nuestra opinión y preocupación cuando el proceso no tiene un solo peligro.
La señalada contradicción afortunadamente no es antagónica, por lo cual puede resolverse por la vía del debate y la persuasión. Esta es una contradicción que no se resolverá ocultándola, sino que por el contrario de esa manera se iría radicalizando a medida que pase el tiempo y en cualquier momento le pasará la factura al proceso, como ya comenzó a hacerlo.
Si realmente estamos por las llamadas “3R”, éste es buen momento para que la Dirección Nacional de el ejemplo a la militancia y ordene una amplia discusión sobre el asunto, exclusivamente a lo interno de partido.
No puede pretenderse que el partido se fortalezca y tome la conducción del proceso por sí solo, desde abajo, sin que la Dirección Nacional haga su obligado aporte.
Ningún partido revolucionario está inmunizado de errores, pero lo importante es saber corregirlos; y la principal responsabilidad principal corresponde a la Dirección Nacional, que para eso lo es.
Extrayendo todas las lecciones de esos errores, y lejos de debilitarnos nos fortalecerá y contribuirá a formar la militancia en el espíritu de la autocrítica que ordenan nuestros Estatutos. Como Lenin señaló en alguna oportunidad, “Es preferible decir la verdad con desacierto, que silenciarla si la cuestión es grave”. El socialismo, o se constituye en una concepción de la democracia real y totalmente superior a la burguesa, o en algún momento el proceso revolucionario se topará con una cuesta muy empinada. Y el partido debe dar y ser ejemplo de esa democracia.
Tengamos presente, que la profundidad de los procesos revolucionarios no se mide sólo (y quizás no tanto) por el número de empresas nacionalizadas o la suma de hectáreas expropiadas, sino por quiénes, y de qué forma, se dirige y se toman las decisiones y las iniciativas, en fin, se ejerce la dirección del proceso. La interrogante es, construiremos el socialismo con el partido y el pueblo organizado o con el burocratismo capitalista, y la respuesta es clara; los funcionarios que actúan principalmente por intereses personales sólo debilitan la revolución y fortalecen al capitalismo y la contrarrevolución.
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