Autor: Prof. Martín Guedez
No sigamos insistiendo en demostrar que ganamos, eso lo sabe todo el mundo y sólo puede confundir a un idiota. Eso es llover sobre mojado y sólo nos puede conducir a un acomodamiento peligrosamente estéril. No haber conquistado para la revolución bolivariana las alas de los dos tercios en la Asamblea Nacional, amén de la peligrosa paridad en votos totales contra la Revolución por parte de un grueso sector de la población que no tiene otras razones para odiar a Chávez y la Revolución que su vulnerabilidad a la maquinaria de la manipulación burguesa debe encender las alarmas. Primero porque esa maquinaria no cejará en su empeño y, segundo, porque esa maquinaria de la manipulación y su comprobada eficacia en mentes débiles muestra una penosa incapacidad nuestra para persuadirlos, ganarlos para la verdad y al final proporcionarles un cierto nivel de conciencia de clase que los lleve a distinguir entre el lobo y el cordero. No haber obtenido esos dos tercios condena a la Revolución a caminar trabajosamente sobre caminos empedrados y llenos de peligros que debieron haberse evitado. La Revolución no puede llegar al asalto definitivo del 2012 con semejantes debilidades.Por fortuna, contamos con un hombre excepcional a la cabeza del proceso revolucionario que no deja que le arrebaten paternidades incómodas. Resulta que el Comandante –a pesar de la naturaleza tan atípica de nuestra revolución que hace de Chávez no sólo el líder indiscutible sino una especie de oráculo hacia el que todos miramos para asumir posiciones- no está sólo y somos muchos quienes tenemos nuestras cuotas de responsabilidad. Hasta ahora he visto reacciones muy parecidas a las del cuento hindú del elefante; cada quien mira para otro lado, encuentra causas –existentes, por cierto- en unos ámbitos, así como soluciones en otros según un marcado tufo a conveniencia.
Así, he leído reflexiones que atribuyen el menguado “triunfo” a la política comunicacional, por cierto, viviendo su mejor momento aunque existan programas reactivos, sin profundidad ni propuesta en algún que otro medio nuestro, programas de esos que parecieran empeñarse en “convencer” a los convencidos y espantar a los que dudan con sus burlas y radicalismos pantalleros; programas "levanta muertos" –del otro lado, claro- como los llama Néstor Francia; otros centran sus observaciones en la conducta –en demasiados casos inmoral- del funcionariado gubernamental –nacional, estatal, municipal, etc.; otros encuentran la piedra filosofal en el desorden ideológico y organizativo, así como el secuestro del partido de la Revolución por parte de factores del poder constituido; algunos –yo entre ellos- ponen el dedo en la llaga del vacío de conciencia de clase, de una conciencia firme, sólida y activa, en buena parte de un pueblo que se ha relacionado con el poder –en muchos casos- bajo los mismos esquemas en que lo hacía con los otrora poderosa “maquinaria” adeca, es decir, adhesión en tanto lluevan logros, corotos o prebendas. Otros… ¿sigo?...creo que es suficiente, ¿verdad?: cada uno es una parte del problema, una parte del elefante, pero ni es el problema ni es el elefante.
Lo primero –no lo digo yo, sino que lo decían Simón Rodríguez o el Che- es que para hacer revolución se requieren revolucionarios y para hacer una revolución socialista se requieren revolucionarios socialistas. De modo que permítaseme una suerte de minimalismo, un pueblo con clara conciencia de clase no es confundido por sus enemigos así se vista de Caperucita, le cante canciones o le venga con lagrimitas falsas. Un pueblo con conciencia no se "desencanta" por el antitestimonio de un camarada disfrazado, o de diez o de los que sean; un pueblo con conciencia sabe detectar y combatir al enemigo externo y al interno también, pero no se desencanta, y no se desencanta porque su conciencia no es fruto de un encantamiento sino está forjada como el acero; un pueblo con conciencia derrota en batalla de irrenunciables principios a los camaleones y a los "poderosos burgueses" tengan estos el poder que tengan; un pueblo consciente reconoce y ubica con claridad al enemigo, no se confunde, sabe que es lo que significa pertenecer a la clase explotadora y quienes, aunque hayamos fracasado en llegarles, no son los enemigos sino unas lamentables víctimas; un pueblo consciente sabe que Venezuela no tiene cuatro o cinco millones de oligarcas; un pueblo consciente posee el talento estratégico y teórico necesario para no confundirse ni ser confundido; un pueblo consciente es un pueblo invencible. ¡¡¡Díganlo ahí...cubanos y cubanas!!!
De modo que la primera gran urgencia, la que nos librará de corruptos, farsantes, campañas mediáticas imperialistas, manipulaciones y hasta de la gripe y los juanetes si es menester, reside en la SIEMBRA DE LA CONCIENCIA y no en la búsqueda de culpables cuando no se sabe si la cacería de brujas no será pesca en río revuelto. Los pasos que se vayan dando en orden a transformar la infraestructura económica serán pasos al vacío si no se realizan con el concurso de un pueblo consciente. Aquel Tercer Motor de la Revolución, “Moral y Luces” es vital para impedir nuevos fracasos. Hay que formar el hombre y la mujer que protagonicen con eficacia, alegría y hasta elegancia, la vida comunal y sus desafíos. Un revolucionario consciente hubiese encontrado otras maneras de oponerse al burocratismo, a la corrupción, al farisaísmo o la vagabundería, distintas a la de no ir a votar y ser cómplice en una puñalada a la Revolución querida. ¿O es que alguien cree que los cinco millones y medio que fuimos a votar no tenemos problemas? A un revolucionario o revolucionaria consciente no lo confunden campañitas de propaganda, niñitos manos blancas, ni mil María Corinas y toda su jauría; tampoco lo confunde las fallas en la energía eléctrica o los índices de inseguridad, simplemente porque está claro y conoce sus causas. Si deseamos comprobar esto que digo, miremos hacia el pueblo cubano. Ahí está…hace casi medio siglo, aguantando estoico y firme: bloqueo de bienes de consumo, campañas de propaganda, terrorismo…todo… absolutamente todo y véanlo como responde en la defensa de su revolución… veámosle y asumamos ese ejemplo. Si queremos Socialismo forjemos socialistas de conciencia comenzando por la coherencia de vida.
Así, he leído reflexiones que atribuyen el menguado “triunfo” a la política comunicacional, por cierto, viviendo su mejor momento aunque existan programas reactivos, sin profundidad ni propuesta en algún que otro medio nuestro, programas de esos que parecieran empeñarse en “convencer” a los convencidos y espantar a los que dudan con sus burlas y radicalismos pantalleros; programas "levanta muertos" –del otro lado, claro- como los llama Néstor Francia; otros centran sus observaciones en la conducta –en demasiados casos inmoral- del funcionariado gubernamental –nacional, estatal, municipal, etc.; otros encuentran la piedra filosofal en el desorden ideológico y organizativo, así como el secuestro del partido de la Revolución por parte de factores del poder constituido; algunos –yo entre ellos- ponen el dedo en la llaga del vacío de conciencia de clase, de una conciencia firme, sólida y activa, en buena parte de un pueblo que se ha relacionado con el poder –en muchos casos- bajo los mismos esquemas en que lo hacía con los otrora poderosa “maquinaria” adeca, es decir, adhesión en tanto lluevan logros, corotos o prebendas. Otros… ¿sigo?...creo que es suficiente, ¿verdad?: cada uno es una parte del problema, una parte del elefante, pero ni es el problema ni es el elefante.
Lo primero –no lo digo yo, sino que lo decían Simón Rodríguez o el Che- es que para hacer revolución se requieren revolucionarios y para hacer una revolución socialista se requieren revolucionarios socialistas. De modo que permítaseme una suerte de minimalismo, un pueblo con clara conciencia de clase no es confundido por sus enemigos así se vista de Caperucita, le cante canciones o le venga con lagrimitas falsas. Un pueblo con conciencia no se "desencanta" por el antitestimonio de un camarada disfrazado, o de diez o de los que sean; un pueblo con conciencia sabe detectar y combatir al enemigo externo y al interno también, pero no se desencanta, y no se desencanta porque su conciencia no es fruto de un encantamiento sino está forjada como el acero; un pueblo con conciencia derrota en batalla de irrenunciables principios a los camaleones y a los "poderosos burgueses" tengan estos el poder que tengan; un pueblo consciente reconoce y ubica con claridad al enemigo, no se confunde, sabe que es lo que significa pertenecer a la clase explotadora y quienes, aunque hayamos fracasado en llegarles, no son los enemigos sino unas lamentables víctimas; un pueblo consciente sabe que Venezuela no tiene cuatro o cinco millones de oligarcas; un pueblo consciente posee el talento estratégico y teórico necesario para no confundirse ni ser confundido; un pueblo consciente es un pueblo invencible. ¡¡¡Díganlo ahí...cubanos y cubanas!!!
De modo que la primera gran urgencia, la que nos librará de corruptos, farsantes, campañas mediáticas imperialistas, manipulaciones y hasta de la gripe y los juanetes si es menester, reside en la SIEMBRA DE LA CONCIENCIA y no en la búsqueda de culpables cuando no se sabe si la cacería de brujas no será pesca en río revuelto. Los pasos que se vayan dando en orden a transformar la infraestructura económica serán pasos al vacío si no se realizan con el concurso de un pueblo consciente. Aquel Tercer Motor de la Revolución, “Moral y Luces” es vital para impedir nuevos fracasos. Hay que formar el hombre y la mujer que protagonicen con eficacia, alegría y hasta elegancia, la vida comunal y sus desafíos. Un revolucionario consciente hubiese encontrado otras maneras de oponerse al burocratismo, a la corrupción, al farisaísmo o la vagabundería, distintas a la de no ir a votar y ser cómplice en una puñalada a la Revolución querida. ¿O es que alguien cree que los cinco millones y medio que fuimos a votar no tenemos problemas? A un revolucionario o revolucionaria consciente no lo confunden campañitas de propaganda, niñitos manos blancas, ni mil María Corinas y toda su jauría; tampoco lo confunde las fallas en la energía eléctrica o los índices de inseguridad, simplemente porque está claro y conoce sus causas. Si deseamos comprobar esto que digo, miremos hacia el pueblo cubano. Ahí está…hace casi medio siglo, aguantando estoico y firme: bloqueo de bienes de consumo, campañas de propaganda, terrorismo…todo… absolutamente todo y véanlo como responde en la defensa de su revolución… veámosle y asumamos ese ejemplo. Si queremos Socialismo forjemos socialistas de conciencia comenzando por la coherencia de vida.
“El Socialismo es la Ciencia del Ejemplo” Ché
¡¡¡MISIÓN CONCIENCIA!!!
¡¡¡VENCEREMOS!!!
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