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Caracas, Septiembre AVN.-
Desde su mismo nacimiento, Estados Unidos ha puesto en funcionamiento una estrategia de dominación del mundo, que ellos llaman eufemísticamente "Doctrina de Seguridad Nacional", la cual ha estado asociada, como es lógico, con los presidentes del momento.
Sin embargo, los verdaderos diseñadores y estrategas de esas doctrinas son el complejo industrial militar, el lobby judío, las transnacionales y los think tanks, en palabras de politólogos y sociólogos, serían los "poderes fácticos", los que no se someten al escrutinio electoral del pueblo pero que son realmente los que tienen los hilos del poder en ese país.
La primera doctrina fue la de George Washington y su ayudante Alexander Hamilton en 1796.
Luego, como complemento a la anterior, se encuentran la Doctrina Monroe (1823) y la del Destino Manifiesto (1845).
En 1898, inspirado en los planteamientos de Alfred Mahan, se desarrolló la doctrina de las "Puertas Abiertas" en el gobierno de Theodore Roosevelt.
En su mensaje de guerra del 2 de abril de 1917, Woodrow Wilson, observaba que la "neutralidad ya no es posible ni deseable cuando la paz del mundo está y la libertad de sus pueblos está en juego y la amenaza a esa paz y libertad yace en la existencia de gobiernos autocráticos apoyados por la fuerza organizada".
El Presidente Harry Truman puso en ejecútese la doctrina de la contención del comunismo.
Más recientemente, en la década de los noventa, George Bush padre, anunció un nuevo orden internacional en los siguientes términos: "Una nueva sociedad de naciones ha comenzado, y estamos aquí ante un momento extraordinario y único. La crisis del Golfo Pérsico tan grave como es a la vez ofrece una extraña oportunidad para ir hacia un periodo histórico de cooperación. En estos tiempos turbulentos, nuestro primer objetivo -un nuevo orden mundial- puede emerger". Su política internacional se "distinguió" por las operaciones militares llevadas a cabo en Panamá y en la golfo persa. El Muro de Berlín cayó en 1989 y la Unión Soviética se disolvió dos años después.
Pocos días después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, George Bush hijo, declaró el inicio de la llamada guerra "preventiva" contra el terrorismo con el fin explícito de encontrar y eliminar a los responsables de los ataques y a cualquier otro grupo o individuo extremista que atentara contra la seguridad de ese país y sus aliados. Así lo dijo: "Algunos han dicho que no debemos actuar hasta que la amenaza sea inminente. ¿Desde cuándo anuncian los terroristas y los tiranos sus intenciones y nos avisan amablemente antes de atacar? Si se permite que surja esta amenaza de manera plena y repentina, todas las medidas, todas las palabras y todas las recriminaciones llegarán demasiado tarde".
En la administración del afroestadounidense Barack Obama, buscando adaptarse al nuevo contexto político internacional e interno "espiritual", se han bautizado sus actuaciones intervencionistas como "guerras humanitarias", defensoras de los derechos humanos, bajo el supuesto de que vendrían a sustituir el viejo formato intervencionista de guerras infinitas o guerras "preventivas" de su predecesor.
Sin embargo, Obama lo que pretende es rescatar la retórica fundamentalista del "destino manifiesto" que sustituyó el pragmatismo belicista de la administración W. Bush, pero aplicado más allá del continente americano.
"El destino manifiesto del pueblo americano es extenderse por el continente, tal como le fue asignado por la providencia a fin de permitir el libre desarrollo de nuestra población". (Howard Zinn).
En los preparativos de la intervención estadounidense contra el pueblo y gobierno de Siria, vuelven a esgrimirse los mismos argumentos que se utilizaron —en otro gobierno—, para invadir al pueblo de Irak a partir de 2003 alegando que el régimen de Saddam Hussein tenía en su poder armas de destrucción masiva, las cuales aún buscan.
Ya el señor Obama tiene su expediente abierto y su particular ratio intervencionista. La puso en práctica contra el pueblo libio y la sustentó en una lapidaria expresión: "Cuando nuestros intereses y valores están en juego, tenemos la obligación de actuar", pero también con una novedosa "fórmula" militar: "No arriesgar la vida de los estadounidenses" y "sin desplegar un solo militar estadounidense en suelo libio, hemos conseguido nuestros objetivos, y nuestra misión de la OTAN llegará pronto a su fin", viendo en ello la ilustración de la "fuerza del liderazgo estadounidense en el mundo entero".
En ese sentido, la intervención contra Siria combinaría dos experiencias. Una, la aplicada en Irak, con el arma de la mentira por delante. El secretario de Estado John Kerry ante el Comité del Senado de Relaciones Exteriores de su país este martes 02 de septiembre dijo que la inteligencia estadounidense demuestra "más allá de cualquier duda razonable" que el gobierno del presidente sirio Bachar al Asad estuvo detrás del ataque con gas químico en las afueras de Damasco.
La otra, la que se puso en ejecución en Libia. En palabras del mismo secretario Kerry: "Obama está pidiendo una autoridad limitada para degradar la capacidad actual (de al Asad) y disuadirlo de usar" las armas químicas en el futuro y "no está pidiendo permiso del Congreso para ir a destruir al régimen entero".
Más claro no pudo hablar y mayor cinismo imposible de encontrar. Les importa un bledo que miembros de la oposición siria digan que ellos fueron los responsables por el "accidente" con armas químicas del 21 de agosto proporcionadas por Arabia Saudita y que este se produjo por el mal manejo de esas armas.
Tampoco les importa como dice Noam Chomsky que: "La agresión sin autorización de la ONU (Organización de Naciones Unidas) sería un crimen de guerra, y muy grave, eso está muy claro, a pesar de los esfuerzos forzados de apelar a otros delitos como precedentes".
Por eso, la defensa de los derechos humanos y la libertad, argumentos políticos usados hasta el cansancio por Estados Unidos y sus aliados en las invasiones e incursiones militares realizadas en el Medio Oriente a partir de 2001, forman parte del teatro y de los preparativos de intervención, cuyas verdaderas razones son de índoles geopolíticas y geoeconómicas.
Esa defensa de los derechos humanos ha dejado cientos de miles de fallecidos.
En el caso de Irak (2003) murieron algo así como un millón de personas.
La invasión a Afganistán, ocurrida luego de los atentados contra las Torres Gemelas del World Trade Center en 2001, dejó decenas de miles de civiles muertos y aún ese conflicto continúa.
El gobierno estadounidense y sus aliados occidentales, en su estrategia de derrocar a Muammar Gaddafi en Libia, utilizando los bombardeos realizados en 2011 y con su apoyo y financiamiento a la oposición, produjeron 25 mil muertos.
Lo que hay realmente detrás de esta política es el más rancio realismo político donde no existe defensa de los derechos humanos sino la vulgar defensa de los intereses que verdaderamente mandan, a costa de lo que sea y contra quien sea. Como buenos peleles y como lo dijo el sociólogo francés Raymond Aron: "Todos los presidentes de los Estados Unidos han practicado la realpolitik".
Por eso, en Estados Unidos importa poco que al frente del gobierno se encuentre un demócrata o un republicano. Allí mandan los "poderes fácticos", los millonarios, los que ponen el dinero para las campañas electorales.
Seguramente la intervención contra Siria se producirá y lamentablemente habrán miles de muertos, sobre todo de niños, niñas, ancianas y ancianos y otros civiles inocentes, pero como el mundo vive en una época en la cual lo que predominan son los cambios y la voz de los pueblos retumban por doquier. Al igual que en Afganistán, Irak y Libia, la doctrina del cinismo de Obama no logrará sus objetivos de instalar gobiernos títeres sin consecuencias negativas para sus arrogancia imperial. La estabilidad del Medio Oriente pende de esta decisión.
Finalmente, compartimos con el presidente Nicolás Maduro en su carta enviada a Míster Obama lo siguiente:"Como decía el propio comandante Chávez, se trata de un nuevo Armagedón. En un mundo bajo la amenaza cierta de la guerra permanente, nadie está a salvo".
* Sociólogo, doctor en Ciencias Sociales, profesor titular, ex-director de la Escuela Internacionales de la UCV y ex embajador en Polonia, Uruguay y Grecia.
Franklin González*
Sin embargo, los verdaderos diseñadores y estrategas de esas doctrinas son el complejo industrial militar, el lobby judío, las transnacionales y los think tanks, en palabras de politólogos y sociólogos, serían los "poderes fácticos", los que no se someten al escrutinio electoral del pueblo pero que son realmente los que tienen los hilos del poder en ese país.
La primera doctrina fue la de George Washington y su ayudante Alexander Hamilton en 1796.
Luego, como complemento a la anterior, se encuentran la Doctrina Monroe (1823) y la del Destino Manifiesto (1845).
En 1898, inspirado en los planteamientos de Alfred Mahan, se desarrolló la doctrina de las "Puertas Abiertas" en el gobierno de Theodore Roosevelt.
En su mensaje de guerra del 2 de abril de 1917, Woodrow Wilson, observaba que la "neutralidad ya no es posible ni deseable cuando la paz del mundo está y la libertad de sus pueblos está en juego y la amenaza a esa paz y libertad yace en la existencia de gobiernos autocráticos apoyados por la fuerza organizada".
El Presidente Harry Truman puso en ejecútese la doctrina de la contención del comunismo.
Más recientemente, en la década de los noventa, George Bush padre, anunció un nuevo orden internacional en los siguientes términos: "Una nueva sociedad de naciones ha comenzado, y estamos aquí ante un momento extraordinario y único. La crisis del Golfo Pérsico tan grave como es a la vez ofrece una extraña oportunidad para ir hacia un periodo histórico de cooperación. En estos tiempos turbulentos, nuestro primer objetivo -un nuevo orden mundial- puede emerger". Su política internacional se "distinguió" por las operaciones militares llevadas a cabo en Panamá y en la golfo persa. El Muro de Berlín cayó en 1989 y la Unión Soviética se disolvió dos años después.
Pocos días después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, George Bush hijo, declaró el inicio de la llamada guerra "preventiva" contra el terrorismo con el fin explícito de encontrar y eliminar a los responsables de los ataques y a cualquier otro grupo o individuo extremista que atentara contra la seguridad de ese país y sus aliados. Así lo dijo: "Algunos han dicho que no debemos actuar hasta que la amenaza sea inminente. ¿Desde cuándo anuncian los terroristas y los tiranos sus intenciones y nos avisan amablemente antes de atacar? Si se permite que surja esta amenaza de manera plena y repentina, todas las medidas, todas las palabras y todas las recriminaciones llegarán demasiado tarde".
En la administración del afroestadounidense Barack Obama, buscando adaptarse al nuevo contexto político internacional e interno "espiritual", se han bautizado sus actuaciones intervencionistas como "guerras humanitarias", defensoras de los derechos humanos, bajo el supuesto de que vendrían a sustituir el viejo formato intervencionista de guerras infinitas o guerras "preventivas" de su predecesor.
Sin embargo, Obama lo que pretende es rescatar la retórica fundamentalista del "destino manifiesto" que sustituyó el pragmatismo belicista de la administración W. Bush, pero aplicado más allá del continente americano.
"El destino manifiesto del pueblo americano es extenderse por el continente, tal como le fue asignado por la providencia a fin de permitir el libre desarrollo de nuestra población". (Howard Zinn).
En los preparativos de la intervención estadounidense contra el pueblo y gobierno de Siria, vuelven a esgrimirse los mismos argumentos que se utilizaron —en otro gobierno—, para invadir al pueblo de Irak a partir de 2003 alegando que el régimen de Saddam Hussein tenía en su poder armas de destrucción masiva, las cuales aún buscan.
Ya el señor Obama tiene su expediente abierto y su particular ratio intervencionista. La puso en práctica contra el pueblo libio y la sustentó en una lapidaria expresión: "Cuando nuestros intereses y valores están en juego, tenemos la obligación de actuar", pero también con una novedosa "fórmula" militar: "No arriesgar la vida de los estadounidenses" y "sin desplegar un solo militar estadounidense en suelo libio, hemos conseguido nuestros objetivos, y nuestra misión de la OTAN llegará pronto a su fin", viendo en ello la ilustración de la "fuerza del liderazgo estadounidense en el mundo entero".
En ese sentido, la intervención contra Siria combinaría dos experiencias. Una, la aplicada en Irak, con el arma de la mentira por delante. El secretario de Estado John Kerry ante el Comité del Senado de Relaciones Exteriores de su país este martes 02 de septiembre dijo que la inteligencia estadounidense demuestra "más allá de cualquier duda razonable" que el gobierno del presidente sirio Bachar al Asad estuvo detrás del ataque con gas químico en las afueras de Damasco.
La otra, la que se puso en ejecución en Libia. En palabras del mismo secretario Kerry: "Obama está pidiendo una autoridad limitada para degradar la capacidad actual (de al Asad) y disuadirlo de usar" las armas químicas en el futuro y "no está pidiendo permiso del Congreso para ir a destruir al régimen entero".
Más claro no pudo hablar y mayor cinismo imposible de encontrar. Les importa un bledo que miembros de la oposición siria digan que ellos fueron los responsables por el "accidente" con armas químicas del 21 de agosto proporcionadas por Arabia Saudita y que este se produjo por el mal manejo de esas armas.
Tampoco les importa como dice Noam Chomsky que: "La agresión sin autorización de la ONU (Organización de Naciones Unidas) sería un crimen de guerra, y muy grave, eso está muy claro, a pesar de los esfuerzos forzados de apelar a otros delitos como precedentes".
Por eso, la defensa de los derechos humanos y la libertad, argumentos políticos usados hasta el cansancio por Estados Unidos y sus aliados en las invasiones e incursiones militares realizadas en el Medio Oriente a partir de 2001, forman parte del teatro y de los preparativos de intervención, cuyas verdaderas razones son de índoles geopolíticas y geoeconómicas.
Esa defensa de los derechos humanos ha dejado cientos de miles de fallecidos.
En el caso de Irak (2003) murieron algo así como un millón de personas.
La invasión a Afganistán, ocurrida luego de los atentados contra las Torres Gemelas del World Trade Center en 2001, dejó decenas de miles de civiles muertos y aún ese conflicto continúa.
El gobierno estadounidense y sus aliados occidentales, en su estrategia de derrocar a Muammar Gaddafi en Libia, utilizando los bombardeos realizados en 2011 y con su apoyo y financiamiento a la oposición, produjeron 25 mil muertos.
Lo que hay realmente detrás de esta política es el más rancio realismo político donde no existe defensa de los derechos humanos sino la vulgar defensa de los intereses que verdaderamente mandan, a costa de lo que sea y contra quien sea. Como buenos peleles y como lo dijo el sociólogo francés Raymond Aron: "Todos los presidentes de los Estados Unidos han practicado la realpolitik".
Por eso, en Estados Unidos importa poco que al frente del gobierno se encuentre un demócrata o un republicano. Allí mandan los "poderes fácticos", los millonarios, los que ponen el dinero para las campañas electorales.
Seguramente la intervención contra Siria se producirá y lamentablemente habrán miles de muertos, sobre todo de niños, niñas, ancianas y ancianos y otros civiles inocentes, pero como el mundo vive en una época en la cual lo que predominan son los cambios y la voz de los pueblos retumban por doquier. Al igual que en Afganistán, Irak y Libia, la doctrina del cinismo de Obama no logrará sus objetivos de instalar gobiernos títeres sin consecuencias negativas para sus arrogancia imperial. La estabilidad del Medio Oriente pende de esta decisión.
Finalmente, compartimos con el presidente Nicolás Maduro en su carta enviada a Míster Obama lo siguiente:"Como decía el propio comandante Chávez, se trata de un nuevo Armagedón. En un mundo bajo la amenaza cierta de la guerra permanente, nadie está a salvo".
* Sociólogo, doctor en Ciencias Sociales, profesor titular, ex-director de la Escuela Internacionales de la UCV y ex embajador en Polonia, Uruguay y Grecia.
Franklin González*
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