En Europa, cuando se va en plan de admirar sus portentos culturales, monumentos arquitectónicos, museos y otras expresiones del genio humano desplegado en el tiempo, pocas veces se recuerda cuánto dolor está impreso en las calles de las orgullosas ciudades imperiales. La consigna churchilliana de “sangre, sudor y lágrimas” –creada para estimular grandeza justa en época de prueba– retrata sin proponérselo el curso de los hechos históricos; las guerras de clases y las de conquistas (que en el fondo lo son también), la tragedia de la explotación de humanos por humanos, esclavos, siervos, asalariados, sobre todo eso se levantan esos portentos y ese orgullo.
Solemos olvidar las descripciones de los grandes novelistas, o las de Engels sobre el trabajo en Inglaterra, o las de Marx relativas a la acumulación originaria. ¿Cómo no pasmarse ante una obra maestra desafiando los milenios o los siglos, asentada sobre materiales aparentemente deleznables o sobre dura piedra? ¿Cómo no sobrecogerse, por ejemplo, ante la Catedral de Reims?
Y lo más grave, olvidamos que sólo una mínima porción del género humano tiene la oportunidad o la suerte de contemplar esas maravillas.
Pero de cuando en cuando las crisis del sistema capitalista estallan y todo el esplendor parece arrugarse, los dramas escondidos afloran, surgen otros y las calles se vuelven escenarios de protesta o de batalla.
Hoy estamos ante una situación así, de particular fuerza. El mundo contempla los estertores de Grecia, esa cuna de la “civilización occidental” con que solían enjuagarse la boca quienes ahora tienen en jaque a su pueblo; contempla España, Portugal, Italia y otras naciones del “viejo” continente, sin que escapen al ramalazo Francia, Inglaterra y la mismísima Alemania (ni, por supuesto, el que las subordina desde el otro lado del Atlántico).
Datos de un diario catalán sobre España: casi 5.800.000 parados para octubre, más de un cuarto de la población activa, la mayor gravitación sobre la juventud; rebajas salariales de 25 a 35%; recortes de inversión en las áreas sociales; 350.000 desahucios judiciales por insolvencia en los últimos 4 años, unos 517 al día, y los afectados, amén de perder sus viviendas y ahorros, son por Ley deudores hipotecarios obligados a seguir pagando (se han reportado suicidios por los desahucios y hasta el caso de una mujer enloquecida que tiró a su bebé por una ventana); un tercio de los padres, con sus hijos, se refugian bajo el techo de los abuelos para vivir todos de las pensiones de éstos, que además también son rebajadas: “los abuelos, con sus menguantes ahorros, subsidios misérrimos o pensiones de pena, se han convertido en el único sostén de sus hijos y nietos”, hijos (padres) que pierden por añadidura sus posibilidades de jubilación propias y temen caer en la indigencia cuando mueran los abuelos (eso y la “economía sumergida” son las formas en que está sobreviviendo la gente, es atroz la mendicidad de jóvenes y adultos enteros); un signo se revierte de nuevo: bajo la crisis, van hasta ahora 370.000 emigrados a Latinoamérica (Ecuador, Brasil, Chile, México y Venezuela de preferencia), la mayoría “sudacas” en retorno, pero en buena proporción “nativos” que aquí no conocerán desprecio.
En variables medidas y peculiaridades éstas son expresiones de la crisis en todo el suelo europeo.
La respuesta también es conocida: grandes multitudes en protesta estremecen las plazas y espacios de las capitales y principales ciudades, su indignación se enfrenta a las potestades políticas, que las reprimen poniendo al desnudo una vez más las falsedades de su “democracia”, algunos sectores apuntan hondo, hacia las entrañas de la sociedad basada en la explotación asalariada, las huelgas van ascendiendo de tono, para el jueves 14 (escribo el lunes 11) se anuncia una de alcance internacional que protagonizarán los protestatarios de España, Portugal, Bélgica, Italia y Grecia y tendrá la solidaridad de los de otros países, con manifestaciones.
La encrespada lucha de clases que tenemos a la vista y la aguda crisis sistémica que los centros de poder mundial no hallan cómo resolver, confirman las previsiones del viejo maestro de Tréveris y afinan la sensación de que un nuevo fantasma ha comenzado a recorrer el planeta.
Freddy J. Melo AVN
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