por Sergio Briceño García
Sin conocer, seguramente, los pormenores de la teoría revolucionaria universal la hija del Cacique Sabino Romero, Zenaida, planteó el problema de la tierra dando en el blanco como pedrada en ojo de boticario. De manera natural y espontánea le refirió a Jessica Sosa de VTV, quien la entrevistaba, la inconformidad Yukpa con los títulos de las tierras otorgadas por el Estado a su comunidad en Perijá, porque los mismos no incluyen las riquezas mineras del subsuelo. Eso es un planteamiento con alto vuelo revolucionario.
Por supuesto ni les pasa por la cabeza a los indígenas la explotación de tales riquezas para apropiarse de las mismas y satisfacer su afán de lucro sino más bien cumplir el objetivo de mantener intacto el equilibrio ecológico de la naturaleza. Vaya tremendo mensaje ético para un sistema capitalista mundial que amenaza peligrosamente la sobrevivencia de la vida en la Tierra por la contaminación que produce la combustión de los hidrocarburos fósiles. No se conoce la existencia, de Petróleo en Perijá pero son abundantes los yacimientos de carbón cuya industria transnacional, tengo entendido, fue detenida por el gobierno gracias a las protestas de los indígenas.
La cultura milenaria de los pueblos originarios es una fuente de conocimientos coherentes con el objetivo histórico más avanzado de nuestra revolución referente a la preservación de la vida en el planeta y a la salvación de la vida humana. Vergüenza debería darle a el perdedor HCR quien se burlaba de este precepto en su campaña electoral cuando preguntaba la estupidez de ¿Quién me va a salvar a mí? Ese es el pensamiento de la ultraderecha y de la ideología neoliberal que domina los grandes países industrializados convertidos en los principales contaminadores responsables del cambio climático y de la destrucción de la naturaleza.
No necesitan conocer los indígenas nada más que su cosmovisión centrada en la naturaleza, esencia de todas las cosas, para entender la inconsistencia de los títulos de las tierras otorgados por el gobierno. Son los indígenas, en sus tierras, los verdaderos guardianes de la naturaleza y jamás lo será el Estado capitalista. Históricamente los pueblos originales no disponen de la naturaleza para ponerla al servicio del individuo degradando los bosques, contaminando sus aguas y exterminando la vida, es al revés, es la explotación capitalista e imperialista la cual se sirve irracionalmente de la naturaleza para ponerla al servicio del individuo y del capital. El saqueo en la zona de Perijá, del carbón y otros minerales, por compañías transnacionales ha sido un viacrucis para los pueblos indígenas que aunque se haya detenido temporalmente persiste el derecho legal, de las aves de rapiña, a reanudar la explotación minera de las tierras indígenas mientras exista en la legislación venezolana la potestad del Estado capitalista, propietario del subsuelo, para volver a permitirlo.
Marx, Engels, Lenin y Bakunin no crearon una teoría revolucionaria abstracta, fue ésta la genial interpretación científica de la lucha de clases que existió desde el comienzo de la humanidad entre explotadores y explotados. Tres lecturas claves del pensamiento revolucionario: “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” de Marx, el “Estado y la Revolución” de Lenín y las teorías anarquistas sobre el Estado de Bakunín sirven para la mejor comprensión de la transición del Estado capitalista al Estado comunal. Con esos análisis políticos puede uno ver con claridad el origen clasista de las instituciones y del Estado. Hay que hacer un análisis revolucionario de lo que pasa en Machiques de Perijá para comprender en su verdadera magnitud la trascendencia de esa minoría étnica aguerrida, irreductible y revolucionaria de Yukpas que están haciendo planteamientos correctos utópicos posibles, viables y dignos en el contexto de la más heterodoxa teoría revolucionaria coherente con el fervor de la lucha de clases existente entre los legítimos propietarios de las tierras, los pueblos originarios, vs los ganaderos, sicarios, narcotraficantes, paramilitares, compañías transnacionales al acecho y terratenientes adueñados por la fuerza de las mejores extensiones planas de la zona.
El problema de los Yukpas enfurecidos y su digna rebeldía hay que sacarlo de las manipulaciones, igualmente perversas, que lo contaminan: a) el antichavismo, b) la paranoica caza de brujas con signo anticomunista y c) la acción del Estado ineficiente, capitalista, burocrático y corrupto. Hay un problema objetivo más allá de las especulaciones y de las falsas interpretaciones subjetivas. El conflicto está caracterizado por elementos que están a la vista: a) muertos y heridos por sicarios entre las familias Yukpas, b) ganaderos armados ocupando tierras de los indígenas, c) indígenas reclamando la posesión de sus tierras, d) una gestión ministerial cuestionada por una parte significativa de caciques rebeldes, e) impunidad con los asesinos y f) hostigamiento evidente de las autoridades contra los 50 indígenas indignados que se trasladaban a Caracas para hacer sus justas denuncias.
Para ser solidario con los Yukpas insurrectos está demás poner en evidencia la discrepancia entre Chavistas y antichavistas. En este caso no es lo que importa. Los Yukpas insurrectos merecen ser apoyados sin tergiversaciones manipuladoras, sin desconfianza a sus reclamos. Hay que condenar la represión contra la rebeldía crítica sin caer en las tentaciones de silenciar las protestas. Aquí de lo que se trata es de ser revolucionario o contrarrevolucionario, de izquierda o de ultraderecha, sensible o indiferente, socialista o fascista porque no hay espacio para las medias tintas. La disyuntiva chavista y antichavista es para otros escenarios.
Sergio Briceño García AVN
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