JOSE MARIA ESPAÑA Y SU ENTREGA TOTAL
(Parte N° 1)
"El 8 de mayo de 1799, la ciudad de Caracas estaba como vestida de luto: las ventanas y puertas de las casas se hallaban cerradas, y la voz llorosa de las mujeres que rezaban adentro, el tañido de las campanas que tocaban agonía, y el aire pavoroso de los unos, graves y apresurado de los otros, anunciaban un acontecimiento singular y terrible.
Poco pueblo, alguna tropa y niños precedidos por sus maestros, ocupaban la Plaza Mayor, y veían salir con ansiedad extraña, desde la cárcel publica, un grupo confuso que se acercaba lentamente, compuesto de soldados y de frailes de todas las ordenes, rezando estos, presta las armas aquellos; y de Hermanos de la Caridad y de Dolores con vino y agua en las manos, o con un platillo en que recogían limosna, al fúnebre son de estas palabras:
“Hagan bien para hacer bien por un hombre que están por ajusticiar”.
Venia realmente un bulto indefinible sobre una manta levantada por unos hermanos y tirada de vil caballo, con quien hablaban alternadamente dos sacerdotes, y que parecía escuchar con entereza y dejarse ir voluntariamente hacia donde lo llevaban.
Esta descripción de Juan Vicente González, uno de los más grandes prosistas del siglo XIX, nacido 9 años después de estos sucesos, por lo que tomo estos datos de testigos de primer orden de aquella luctuosa escena.
González, nos está describiendo con exaltación la ejecución de José María España, que a los 38 años ofrendaba su vida por la libertad, en el sitio que hoy ocupa la Plaza Bolívar de Caracas.
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(Parte N° 2)
Se cultiva un revolucionario…
Con inclinaciones militares se desenvolvió la juventud de este precursor de la independencia, seguramente influenciadas por su padre del mismo nombre que era Sargento Mayor.
Muy joven ingreso en las milicias de La Guaira (su tierra natal), al mismo tiempo los estudios elevaron su nivel cultural, siendo muy aficionado a obras filosóficas y políticas.
Con reputación de hombre ilustre, a sus manos llegaron libros prohibidos por la imperial corona española, que pregonan los postulados y narraban los sucesos de la Revolución Francesa, enterado de la guerra entre España y Francia, comenzo a conspirar por establecer una república en Venezuela.
Nuestro biografiado se casó con la también guaireña Joaquina Sánchez Bastidas, mujer de carácter heroico, que compartía sus ideas y sus acciones.
Las lecturas de los libros de su esposo, despertaron en ella su espíritu rebelde y ambos comenzaron a buscar la manera de reproducir en Venezuela los pasos dados por Francia contra España.
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(Parte N° 3)
La llegada de prisioneros
Con la llegada a La Guaira de varios prisioneros revolucionarios se aceleró la conspiración y comenzó la propaganda subversiva en contra del gobierno español.
Para ese momento José María España ejercía el cargo de Justicia Mayor de Macuto, cuando llegaron procedentes de España, los prisioneros: Juan Bautista Picornell, Manuel Cortés, Sebastián Andrés y José Lax que habían participado en la Rebelión de San Blas, aspirando derrocar al rey e implantar una Republica en España.
Inmediatamente España entro en contacto con ellos y ayudo de manera decisiva a su fuga de la cárcel de La Guaira, escondiéndolos en su propia casa, con el fin de planificar y ejecutar las acciones para el derrocar al régimen español en nuestro territorio.
Con la ayuda de estos prisioneros y de Manuel Gual, aprovecho su cargo de Justicia Mayor, su simpatía y su prestigio entre la "gente de color” para influir sobre algunos oficiales descontentos, a los que reunió secretamente en su casa de La Guaira, en las playas de Macuto y en El Guamacho.
Esta rebelión estuvo también organizada, que reprodujeron y distribuyeron las copias de la Constitución y de los cantos patrióticos de la revolución armada que estaban por emprender.
José María España como Corregidor, le otorga al dueño de una lancha un permiso para salir de pesca, pero que en realidad embarcaría a Picornell, uno de los prisioneros fugados quien buscaría ayuda para sus planes en la isla de Guadalupe.
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(Parte N° 4)
Conspiración descubierta, represión en puertas
La conspiración fue descubierta por las imprudencias de Manuel Montesinos Rico, uno de los conspiradores.
El Doctor Andrés de Manzanares, en compañía de Marcos José Soto denunciaron lo previsto ante el teniente Joaquín Zubillaga, comisionado el Doctor Francisco Espejo para que capture a José María España.
Ese mismo día España había convocado una reunión en su casa a fin de insurreccionar a los esclavos de la región costeña, anunciando que si no tenía éxito se embarcaría hacia Curazao.
La noche de ese día, el Doctor Espejo se dirigió a Macuto en búsqueda de España, su esposa Joaquina al saber que esta comisión venía a apresar a su marido, se asomó al balcón diciéndoles que no abría la puerta porque su marido estaba ausente, esto dio tiempo para que España escapara.
En su informe el Dr. Espejo escribiría "se sintió claramente que una persona calzada paso por la escalera de una vivienda anexa a su casa".
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(Parte N° 5)
España persigue a España
El Capitán General de Venezuela, Pedro Carbonell informa al gobierno de España que ha reclamado al fugitivo a los agentes del Directorio de la república francesa en la isla de Guadalupe, el Directorio de Francia, en esta isla, le responde al Capitán General de Venezuela, que no lo entregaría en caso que llegase.
Después de este incidente diplomático el teniente coronel José Vázquez Téllez, comandante de la plaza de La Guaira, aseguró que el fugitivo estaba en la isla de Curazao.
Inmediatamente Carbonell envía otra embarcación a reclamarlo, pero sus tripulantes fueron insultados y apedreados por una multitud de jóvenes.
Se conoce que un espía enviado a Curazao por el intendente, regreso con la noticia de que Gual y José María España habían pasado a la isla de Guadalupe y desde Caracas se llegó a ofrecer hasta 929 pesos de recompensa por cada uno vivo o muerto.
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(Parte N° 6)
Continúa la conspiración
José María España, junto con Picornell, Cortés y Gual, siguen en Curazao, concertando reuniones donde suman gente a su proyecto, pretendían entrar a Venezuela por las costas entre Puerto Cabello y Maracaibo con un pequeño grupo de gente armada, que, bajo el grito de libertad, atraería a los esclavos y gentes de color.
Desde Curazao, pasa José María España a Trinidad y desde aquí a Martinica, con el fin de realizar desde su esperada expedición, gestiona el apoyo de las islas Guadalupe, San Bartolomé, San Thomas, Santa Cruz, Martinica y Trinidad.
Desde Trinidad es conducido por un marino de apellido Chazin a Barcelona, donde solicita pasaje para Unare en una canoa que se dirigía a aquella costa a pescar.
Aun sabiendo que su cabeza tenía precio y se le buscaba vivo o muerto, España llega a La Guaira y permaneció escondido en El Cardonal en la casa del negro libre Félix Farfán, con la intención de llevar a cabo su plan.
Continúa las reuniones, envía instrucciones para excitar los ánimos.
Se oculta en su casa de Macuto, Doña Joaquina Sánchez comienza a exteriorizar algunos síntomas de embarazo, lo que levanta sospechas, puesto que se suponía a su marido ausente.
Una criada pasa sus sospechas al resto del personal de la casa y el rumor llega a oídos de las autoridades españolas, procediendo a interrogarla ya que su estado era síntoma de que José María España debía estar presente en la vivienda, Doña Joaquina, valientemente, les responde: "No es José María el único hombre que hay en Macuto", pasando como infiel para salvar a su esposo.
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(Parte N° 7)
La captura
Rafael España, un esclavo de su hacienda, le informo al Corregidor Miguel Gerónimo de Pimentel y este al comandante de La Guaira, que España a través de Doña Joaquina Sánchez, la mujer de su amo José, le llamo para que sublevase a los esclavos de la hacienda y de las inmediatas y que se unieran a los cimarrones que pronto avanzarían.
Inmediatamente el negro Rafael, Doña Joaquina y su domestica María Rufina Acosta fueron interrogados y luego trasladados a la capital.
La casa fue custodiada, y un centinela de guardia sintió ruidos mayores al que podían provocar los hijos de España, que habían quedado con la criada; el soldado dio parte a su Sargento, quien lo traslado al mismo comandante.
La criada Rufina fue interrogada y muy nerviosa por la inesperada visita contesto que su amo José María España estaba en la casa
Se procedió a la requisa, y estando en esto se le aviso al Comandante que corría por las calles un hombre perseguido de otro, una parte de la tropa se dirigió en su persecución y otra permaneció en la revisión de la casa hasta que fue descubierto un agujero por donde se introdujo Don Antonio Moreno, Capitán del Batallón Veterano y mientras lo examinaba, España se desprendió de la chimenea de la casa vecina en donde se ocultaba, así fue capturado España, supuestamente, por la denuncia de la señora Josefa Herrera, ya que esta pidió el premio ofrecido por la captura del reo en la cocina de su casa.
España fue capturado en la noche del 29 de abril de 1799, y en la noche del 30, en presencia del Capitán General, comenzó a rendir su declaración indagatoria.
El 6 de mayo, dictan su sentencia de muerte y el 8 de mayo de 1799, fue ejecutada.
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(Parte final)
La muerte
Volvamos a la descripción de Juan Vicente González:
"Cuando hubo llegado España al pie de la horca, el Doctor José Antonio Tinedo, su antiguo amigo y que era uno de los sacerdotes que le auxiliaba, le hizo detener, con los ojos bajos, atadas las manos, entre un círculo de oficiales, para que expiase cristianamente un movimiento de orgullo que había sorprendido a los prestos de la muerte”.
“Entonces, el cura de la Iglesia Metropolitana subió con él las escaleras del elevado suplico, abrazándole y cubriéndole amorosamente con sus hábitos. Aún no había bajado y ya el reo de lesa majestad agonizaba bajo el innoble peso del verdugo"
El cuerpo de José María España quedo pendiente de la horca desde las 11 de la mañana hasta las 5 de la tarde, cuando llego el verdugo Agustín Blanco, para dar cumplimiento a la segunda parte de la sentencia, en que sus miembros debían ser exhibidos como escarmiento en La Guaira.
Cuando se proclamo la Independencia el 5 de julio de 1811, dos de sus hijos Prudencio y José María, cadetes del ejército republicano, que eran abanderados del Batallón Caracas, fueron los primeros en desplegar el pabellón tricolor en el lugar donde muriera su padre, dando cumplimiento a la profecía expresada antes de morir, cuando dijo:
"No tardara mucho tiempo sin que mis cenizas sean honradas".


