por Jesse Chacón
Hoy no quiero hablar como técnico, ni como analista. Hoy quiero hablar como el muchacho, el hombre que creció compartiendo un sueño con un gran luchador llamado Hugo Chávez. Lo conocí en la “Casa de los Sueños Azules” hace 30 años, yo era distinguido de segundo año, él capitán comandante del curso militar.
Escuché su primer discurso político ese mismo año en las maniobras militares de El Pao, en el estado Cojedes. El batallón de cadetes fue separado en dos grupos: el primero conformó las tropas regulares y el segundo -del que yo era parte-, conformaba la guerrilla y lo comandaba Hugo Chávez. El objetivo académico era el aprendizaje sobre la guerra irregular (muy influenciada por la doctrina Norteamericana y la Escuela de las Américas). Recuerdo que fue una mañana calurosa de los llanos Cojedeños, a eso de las diez de la mañana, los cadetes nos encontrábamos en un terreno despejado y sorpresivamente emergieron del bosque tres hombres a caballo, eran el Capitán Hugo Chávez y dos tenientes de la Academia Militar de Venezuela. Inmediatamente al llegar frente a nosotros, se subió a una tarima improvisada y comenzó a hablarnos de los últimos hombres a caballo: Sandino con su lucha por la independencia de Nicaragua, y especialmente uno que hasta el momento yo no conocía, Pedro Pérez Delgado “Maisanta”. El Comandante Chávez nos explicó que este había sido parte de la Revolución Restauradora con ese otro gran nacionalista venezolano, como lo fue Cipriano Castro, (traicionado posteriormente por su compadre Gómez). Maisanta luchó contra Gómez por los derechos de los campesinos. Los oprimidos de siempre, golpeados por el poder de los ricos.
En honor a ese valiente guerrero de los últimos hombres a caballo, le puso a nuestro grupo el nombre de FRENTE REVOLUCIONARIO PEDRO PÉREZ DELGADO “MAISANTA”. En esas maniobras atacamos a las tropas regulares, los emboscamos y vivimos con mi comandante Chávez los juicios populares a quienes transgredían las normas. ¡Fueron las maniobras más felices de mi vida militar!
Desde ese día, hasta el 05 de Marzo de 2013, la vida de nuestro comandante fue una línea que unió dos puntos: Nunca, ni en los peores momentos, faltó a sus principios. Fue muy exigente, pero justo.
Siempre fue muy minucioso, veía detalles donde nadie los conseguía; pero también fue un ser humano excepcional, detallista al extremo, no dejaba pasar un cumpleaños sin una carta de felicitación.
El 26 de agosto de 2005, día del matrimonio con mi esposa Lesami, él fue nuestro padrino de bodas. Nos escribió una carta de la cual quiero compartir el siguiente fragmento que ilustra la humanidad y el amor de este gran ser humano:
“La vida en el amor –en el amor común y compartido- que los dos están forjando, nació y creció en el nuevo tiempo venezolano: ahora no están haciendo otra cosa que reafirmarla y sé que les dará más bríos y más fuerza para la lucha. El amor no sólo es un milagro cotidiano y una revelación permanente que une a dos seres y se convierte, así lo dice Octavio Paz, en verdad de dos en solo un cuerpo y alma: es, también, un desafío y una exigencia a lo mejor que hay dentro de nosotros mismos y un compromiso a fondo contra la desigualdad y la injusticia. Tengo una profunda convicción que quiero compartir con ustedes: en esta batalla por la dignidad que es la de todos, venceremos por amor”
También fue un hombre sincero, directo y honesto. Recuerdo que en la Cumbre Iberoamericana de Monterrey me pidió que lo acompañara a todas las reuniones privadas que realizó. A una de ellas entró un Presidente, de cuyo nombre no quiero acordarme, y se sentó frente al Comandante Chávez. Los separaba una mesa de trabajo, yo tomaba notas en el lateral de la mesa, a la derecha mi Comandante. Después del saludo protocolar comenzaron a hablar de diversos temas, hasta que el mencionado presidente le propuso al Comandante Chávez una operación en el tema petrolero, a través de una empresa de su propiedad.
Inmediatamente, mi Comandante se puso de pie, apoyó sus manos sobre la mesa y sobre la habitación donde se efectuaba la reunión cayó un largo silencio. Para mi duró un siglo; me imagino que en la realidad serían unos 15 segundos. Al terminar el largo silencio, mi Comandante se dirigió al otro presidente y le dijo: -Voy a pensar que esta reunión nunca ocurrió, por favor salga por la misma puerta por donde ingresó-.
El presidente que había solicitado la reunión trató de enmendar su error; pero mi Comandante le repitió: -Voy a pensar que esta reunión nunca ocurrió, por favor salga de la habitación.
Al salir el Mandatario, Chávez me miró y me dijo: -Por eso es que nuestros pueblos viven en la miseria, quienes llegan al poder no lo hacen para trabajar, sino para su beneficio personal-. El resto de la agenda fue suspendida para el día siguiente, y yo hoy recuerdo esa reunión como si hubiese ocurrido ayer.
Así era Hugo Chávez Frías, correcto, honesto, vertical, incólume. Siempre entendió el ejercicio del poder como un apostolado. Siempre lo entendió como la herramienta para equilibrar el poder de los poderosos que subyugan a los más débiles.
Él sabía que había llegado de la mano del pueblo para que este se hiciera poder y lo logró. Siempre supo que el pueblo lo llevó a Miraflores para gobernar obedeciendo. Acato el mandato de su pueblo y por eso le rinde un sentido hasta luego, porque nunca se irá de nosotros. Chávez se sembró en cada campesino, cada trabajador, cada soldado, cada niño, cada ama de casa. Tal y como él lo dijo: -Yo no soy Chávez, yo soy un pueblo-.
Yo, al igual que la gran mayoría de los venezolanos, me siento Chávez y humildemente reconozco que siempre lo vi como mi jefe y como el líder de todos nosotros, a quienes consideraba sus hijos de la vida y la revolución.
Siempre lo acompañé en esta lucha por abrir las anchas alamedas de ese otro grande que fue Salvador Allende. De él aprendí a amar sin límites a mi pueblo y a los olvidados del mundo. De él también aprendí que entre un principio y un amigo me quedo con mis principios. Hoy no me arrepiento de nada de lo vivido, ni de lo público, ni lo que me llevaré conmigo.
Solo un arrepentimiento, mi Comandante Amigo, no haber podido acompañarte en esa última misión a la cual me llamaste, pero tú me entendiste. En ese momento fue el hombre y sus circunstancias que están más allá de su control, es la vida y su complejidad. Tú sabes que por ti y este pueblo doy hasta la vida de ser necesario.
Hoy quiero que sepan en este profundo dolor que me embarga que me siento muy orgulloso de poder contarles a mis hijos, y, ojalá, a mis nietos, que acompañé a este titán en sus luchas. Para mí, fue un padre y para él fui un hijo de la vida.
Mi comandante Amigo, jamás te irás de nosotros porque quedaste sembrado en nuestras conciencia. Sé que tu espíritu, tu fuerza y tus ideas pilotarán nuestros pasos para seguir la ruta de la construcción de la Patria Justa, de la Patria Libre, de la Patria de Iguales, de la Patria Socialista.
Mi Comandante Amigo, sé que nos guiarás en esta lucha hasta que la humanidad se imponga a la barbarie.
Hace 20 años, luego de momentos muy difíciles y complejos y en medio de una gran incertidumbre, me brotó del alma un ¡Viva Chávez!
Hoy, con la mayor de las certidumbres, mi Comandante Amigo, ya no soy solo yo el que grita esa consigna. Hoy, un pueblo entero sabe que vivirás para siempre: ¡Viva Chávez, hasta la eternidad!
Jesse Chacón
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