por Juan Francisco Coloane
Palestina fue reconocida como nación soberana por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas. La resolución “reafirma el derecho del pueblo palestino a su autodeterminación e independencia como estado en el territorio establecido históricamente por la ONU”.
Este paso formal es decisivo y dependerá de un proceso de construcción de relaciones. Es importante no cometer con Israel,-atención-, los mismos errores de cálculo que la comunidad internacional y quiénes la guían, han cometido con el mundo árabe e islámico en general.
Por ejemplo, lo que está sucediendo con Siria. Esta misma votación vigorosa de apoyo a Palestina, se ha manifestado en la Asamblea para condenar el estado Sirio este año y en vez, indirectamente por omisión, se apoya el expediente del terrorismo para hacer peligrar la integridad de una nación.
Para que no aparezca como un “canje” de Estado Palestino por desintegración de Siria, el apoyo de 138 países empeñados en formar el estado Palestino, debe replicarse en apoyar el proceso de negociaciones en Siria para evitar su desmembramiento. Se ha sabido que las hordas terroristas usan niños menores de 15 años como escudos para que el Ejército Sirio no los combata.
El respaldo de 138 países votando a favor, justifica el júbilo generado en aquellos empeñados en el objetivo de un estado Palestino soberano. Es un cambio de status y representa también un cambio en el eje de las negociaciones para el futuro del medio oriente. Se debe acreditar el coraje y la inteligencia del pueblo palestino, repartido en una diáspora que parecía inconmensurable y que con este reconocimiento pareciera llegar el comienzo de su fin.
Se abstuvieron 41 países, un número significativo aún y 9 estuvieron en contra, entre ellos Israel, Estados Unidos, Canadá y la República Checa.
Con este reconocimiento, Israel en la práctica no pierde ningún centímetro de territorio anexado desde 1967. La reconquista de territorios para Palestina depende de nuevas resoluciones y de lo que decida el estado de Israel. Desde 1967 hasta 2012 son 35 años de asentamientos y formación de una nación que no exhibe en la actualidad los parámetros con que fue diseñada para su fundación. El Israel de hoy no es el resultado de lo que se “pensó” podría ser en 2012. Israel y su historia así como Palestina y su soberanía, es fiel reflejo de todos los errores imaginables cometidos en política internacional cuando se cruza el interés público con el negocio privado.
Por su persistente alianza con Estados Unidos y Europa Occidental, Israel ha alienado sus relaciones con el resto de sus vecinos y la recomposición de Palestina, dependerá en gran parte de que Israel decida desprenderse del tutelaje de la Alianza Transatlántica. Quizás sea idealista plantear que Israel como Turquía, deberían ser parte de las nuevas alianzas que constituyan un mundo multipolar en un nuevo orden mundial.
Este reconocimiento no debe convertirse en un “canje” de la existencia de un Estado Palestino por la desintegración de Siria, aunque suene grotesco. Es apenas una semilla y lo que suceda en el futuro para que germine y se convierta en el estado que deber ser, es una pregunta abierta si se considera la inestabilidad política en la región.
Al revisar la génesis y el desarrollo de la actual crisis en Siria y cómo ha desembocado en la orgía de terrorismo desatada por la permisibilidad de la Alianza que Estados Unidos lidera, el estado Sirio ha sido históricamente quizás el actor más gravitante para acrecentar las posibilidades de mantener la paz en la región. Como se observa, mucho más que Egipto inclusive. Tanto Israel como la consolidación del Estado Palestino dependerán de la paz y la estabilidad en Siria. Una Siria debilitada o destruida sería el peor antídoto para un nuevo orden en el medio oriente.
El desorden político inaugurado por la invasión a Irak y exacerbado por la intervención extranjera en Siria y el acoso a Irán, no auguran un buen futuro al proceso de consolidación que prosigue a este reconocimiento de un estado Palestino soberano. Son demasiadas las resoluciones que Israel no ha respetado a lo largo del conflicto y esta pueda ser otra más. Son demasiadas las variables en juego y que el conflicto en Siria hace aumentar.
En parte el reconocimiento estará condicionado por un intenso debate, arduas negociaciones y la voluntad política de formar un nuevo orden regional, sin la injerencia extranjera como la que sufre Siria.
La responsabilidad de Estados Unidos en la estabilidad de la región es sin par. Washington se negó a apoyar esta resolución de apoyo a Palestina y contempla apoyar a los “rebeldes” en Siria, un eufemismo para apoyar terroristas, derrocar el gobierno y desintegrar un estado. Después de los errores de la ocupación en Irak y Afganistán y que Estados Unidos continúa haciendo con Irán por las advertencias de intervención militar, esta responsabilidad atraviesa por un cambio drástico en su política hacia Siria.
Estados Unidos debería liderar un proceso en que, definitivamente, las transnacionales del gran capital que son las principales responsables del desorden político mundial, se subordinen a los parámetros de la paz mundial, los equilibrios de poder en todo sentido y a la creación un nuevo orden mundial a partir de una verdadera comunidad de naciones como señala la Carta Fundamental de Naciones Unidas.
La resolución favorable por Palestina es un paso adelante. Está pendiente detener el terrorismo en Siria y Estados Unidos tiene la principal responsabilidad en esta gestión que beneficiaría directamente a la formación de un nuevo orden en el medio oriente.
Juan Francisco Coloane
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