El médico palestino Izzeldin Abuelaish perdió a tres de sus hijas, víctimas de un ataque de un tanque israelí contra el edificio de apartamentos donde residía en Gaza, Palestina, el 16 de enero de 2009.
Además de la muerte de Aya, de 14 años, Mayar, de 15 y Bissan, de 21, asi como de una sobrina, Noor, de 17, el ataque causó graves heridas a su hija Shaba, de 17 años.
La tragedia impulsó al médico a buscar un camino distinto al odio y lo encontró escribiendo un libro y promoviendo la educación de niñas y mujeres palestinas.
—El odio es una fuerza muy poderosa. ¿Por qué no usarla?
—El odio es una fuerza distractiva, es una enfermedad crónica. Es como un veneno. Yo añado que es una fuerza, es destructiva para quien tenga ese odio. Es por eso que el odio no nos deja movernos hacia adelante. La persona con odio se queda siempre varada en el mismo sitio, lo ciega, y se enfoca en pesadillas, en la oscuridad.
—¿Cuál sería el punto de quiebre para superar ese odio?
—Yo lo pasé y lo logré y no soy excepcional. De la forma como yo lo hice, muchos otros lo pueden hacer. Cuando vi a mis hijas asesinadas supe que quien las mato también quería que yo estuviera perdido. Pero nunca le di ni le daré esa oportunidad. Dejaré que él viva el odio, que él viva el coraje porque yo habré triunfado.
—¿Cómo evitar que se imponga el odio en la relación con Israel?
—Lo que hace que la maldad y las cosas malas se difundan es que las buenas personas no hagan nada. Con usted, con él, conmigo y haciendo que la información se conozca podemos lograr el éxito, y los palestinos vamos a lograr el éxito de esa forma.
—¿Cuál es la situación de la salud en Palestina y cómo se puede ayudar desde Latinoamérica?
—La salud es parte del bienestar. Lo más importante es que la gente sea libre, libre de la enfermedad, la opresión y la ocupación. Ustedes nos pueden ayudar para defender a los palestinos, hay que hablar a boca alzada de sus derechos, transmitir la información, en los organismos internacionales, votar a favor, hablar por los palestinos. Eso va a ayudar mucho a los israelíes en el miedo que tienen. Y se van a sentir seguros y a salvo. Porque no estarán a salvo y seguros mientras los palestinos no lo estén también.
—¿Cuál es su sueño?
—Mi único sueño es que mis hijas que quedan vivas tengan libertad, sean libres y estén seguras y vivan en un mundo con seguridad, tranquilas en este mundo. No es imposible, en la vida nada es imposible. Lo único imposible es que me devuelvan a mis hijas.
Biografía Mínima
Izzeldin Abuelaish nació y se crió en Jabalia, un campo de refugiados de la Franja de Gaza. Recibió una beca para estudiar Medicina en El Cairo y se diplomó en el Instituto de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Londres. Completó su residencia en el hospital Soroka en Israel y cursó una subespecialidad en Medicina Fetal en Italia y Bélgica. Antes del asesinato de sus hijas trabajó como investigador en el Instituto Gerner en el hospital Sheba de Tel Aviv. Vive en Canadá, donde es profesor asociado en la escuela Dalla Lana en la Universidad de Toronto.
Educar es un arma
Abuelaish dice que nunca pudo saborear lo que era ser niño. Sin embargo, desde el campo de refugiados donde nació, se dijo “que nunca iba a aceptar esta vista miserable para mí y para mi familia y para mi pueblo”.
Dice que se dio cuenta de que la educación es el arma más fuerte y que tuvo éxito para ser quien él quería ser.
Por eso, como un recordatorio de sus tres hijas asesinadas por los disparos de un tanque de Israel, creó una fundación (The Daugthers for Life Foundation) con el fin de promover la educación de niñas y mujeres palestinas para que puedan ayudar a su pueblo.
Evoca con detalles el esfuerzo de su hija Shaba, herida en el ataque que mató a sus hermanas, para aprobar el examen preuniversitario.
Asegura que el estudio terminaría con todo el sufrimiento que hay en Gaza. Destaca que los niños deben hacer sus tareas a la luz de las velas, por las medidas de restricción del combustible que impone Israel.
No duda en proponer, en el marco de una visita a Latinoamérica, que las universidades de la región ofrezcan becas y cupos mujeres jóvenes de Palestina.
Ciudad Ccs / MinCI
Además de la muerte de Aya, de 14 años, Mayar, de 15 y Bissan, de 21, asi como de una sobrina, Noor, de 17, el ataque causó graves heridas a su hija Shaba, de 17 años.
La tragedia impulsó al médico a buscar un camino distinto al odio y lo encontró escribiendo un libro y promoviendo la educación de niñas y mujeres palestinas.
—El odio es una fuerza muy poderosa. ¿Por qué no usarla?
—El odio es una fuerza distractiva, es una enfermedad crónica. Es como un veneno. Yo añado que es una fuerza, es destructiva para quien tenga ese odio. Es por eso que el odio no nos deja movernos hacia adelante. La persona con odio se queda siempre varada en el mismo sitio, lo ciega, y se enfoca en pesadillas, en la oscuridad.
—¿Cuál sería el punto de quiebre para superar ese odio?
—Yo lo pasé y lo logré y no soy excepcional. De la forma como yo lo hice, muchos otros lo pueden hacer. Cuando vi a mis hijas asesinadas supe que quien las mato también quería que yo estuviera perdido. Pero nunca le di ni le daré esa oportunidad. Dejaré que él viva el odio, que él viva el coraje porque yo habré triunfado.
—¿Cómo evitar que se imponga el odio en la relación con Israel?
—Lo que hace que la maldad y las cosas malas se difundan es que las buenas personas no hagan nada. Con usted, con él, conmigo y haciendo que la información se conozca podemos lograr el éxito, y los palestinos vamos a lograr el éxito de esa forma.
—¿Cuál es la situación de la salud en Palestina y cómo se puede ayudar desde Latinoamérica?
—La salud es parte del bienestar. Lo más importante es que la gente sea libre, libre de la enfermedad, la opresión y la ocupación. Ustedes nos pueden ayudar para defender a los palestinos, hay que hablar a boca alzada de sus derechos, transmitir la información, en los organismos internacionales, votar a favor, hablar por los palestinos. Eso va a ayudar mucho a los israelíes en el miedo que tienen. Y se van a sentir seguros y a salvo. Porque no estarán a salvo y seguros mientras los palestinos no lo estén también.
—¿Cuál es su sueño?
—Mi único sueño es que mis hijas que quedan vivas tengan libertad, sean libres y estén seguras y vivan en un mundo con seguridad, tranquilas en este mundo. No es imposible, en la vida nada es imposible. Lo único imposible es que me devuelvan a mis hijas.
Biografía Mínima
Izzeldin Abuelaish nació y se crió en Jabalia, un campo de refugiados de la Franja de Gaza. Recibió una beca para estudiar Medicina en El Cairo y se diplomó en el Instituto de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Londres. Completó su residencia en el hospital Soroka en Israel y cursó una subespecialidad en Medicina Fetal en Italia y Bélgica. Antes del asesinato de sus hijas trabajó como investigador en el Instituto Gerner en el hospital Sheba de Tel Aviv. Vive en Canadá, donde es profesor asociado en la escuela Dalla Lana en la Universidad de Toronto.
Educar es un arma
Abuelaish dice que nunca pudo saborear lo que era ser niño. Sin embargo, desde el campo de refugiados donde nació, se dijo “que nunca iba a aceptar esta vista miserable para mí y para mi familia y para mi pueblo”.
Dice que se dio cuenta de que la educación es el arma más fuerte y que tuvo éxito para ser quien él quería ser.
Por eso, como un recordatorio de sus tres hijas asesinadas por los disparos de un tanque de Israel, creó una fundación (The Daugthers for Life Foundation) con el fin de promover la educación de niñas y mujeres palestinas para que puedan ayudar a su pueblo.
Evoca con detalles el esfuerzo de su hija Shaba, herida en el ataque que mató a sus hermanas, para aprobar el examen preuniversitario.
Asegura que el estudio terminaría con todo el sufrimiento que hay en Gaza. Destaca que los niños deben hacer sus tareas a la luz de las velas, por las medidas de restricción del combustible que impone Israel.
No duda en proponer, en el marco de una visita a Latinoamérica, que las universidades de la región ofrezcan becas y cupos mujeres jóvenes de Palestina.
Ciudad Ccs / MinCI
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