Caracas, 16 Nov. AVN.- A los pueblos rebelados hoy contra tiranos y gobernantes de naciones donde rige el capitalismo salvaje cuyas guerras de conquista, políticas económicas y financieras los ha llevado a la ruina, se les ha unido una nueva y poderosa legión de combatientes. Son los veteranos de guerra estadounidenses, sumados a los indignados que protestan en su país contra la avaricia y codicia de Wall Street y su decadente y sumiso aliado, el gobierno de EE UU.
¿Quién pudo imaginarse alguna vez que miles de esos "robots" o "maquinas de guerra" que asesinaron más hombres, ancianos, niños y mujeres inocentes que combatientes enemigos, se rebelarían contra su gobierno y los amos del poder oculto que lo obligan a desatar esos conflictos? A los que se enriquecen desatando guerras que han arrastrado a la ruina al país y a la enfermedad, pobreza y muerte a miles de esos ex soldados.
Fueron engañados con la mentira de que iban a luchar por la libertad del mundo sin saber que eran ciego instrumento de la ambición de los potentados de Wall Street y de sus gobernantes. Unos regresaron convertidos en guiñapos humanos por las lesiones físicas sufridas, y otros, víctimas del Síndrome de Estrés Postraumático, y enfermos y sin trabajo perdieron su vivienda para unirse a los millones de sin techo que hay en el país.
Y el viernes, cuando se conmemoraba el Día del Veterano en honor al 93º aniversario de la firma del Armisticio fin de la Primera Guerra Mundial suscrito a la hora 11 del día 11 del mes 11 del año 1918, los veteranos de guerra estadounidenses se unieron a la rebelión que adelantan los indignados del país contra los conflictos bélicos desatados por Washington y contra los magnates de Wall Street cuya codicia y ambición los genera.
Comenzaron su protesta en ciudades como Washington, Chicago y Oakland, colocándose como "escudos humanos" frente a los miles que protestan, para defender a quienes han tomado las calles, parques y plazas de esas urbes contra la brutalidad de la policía que los agrede constantemente. A uno de ellos le fracturó el cráneo el proyectil de gas lacrimógeno lanzado por un agente. Otro murió de un balazo en la tienda que había levantado en un parque.
Pero su presencia en las filas de los indignados estadounidenses, además de infundirles protección y seguridad, constituye un fenómeno de una trascendencia y significación social impredecibles. Es la protesta de una multitud de hombres que comprendieron que fueron timados, enviados como carne de cañón a luchar en favor de la avaricia y codicia en las guerras de Corea, Vietnam, Irak y Afganistán creyendo que lo hacían para salvar del mundo.
La actitud ética y moral asumida por ellos contra la guerra y los bastardos intereses políticos, económicos y financieros de quienes los enviaron a esos conflictos, podría servir de ejemplo a las nuevas generaciones de estadounidenses. De allí que muchos creen que no está lejano el día en que los llamados a combatir en las guerras de conquista del Imperio se nieguen a empuñar las armas al ver que la guerra sólo sirve para enriquecer a unos pocos.
De esa posible rebelión futura existe un precedente protagonizado por Casius Clay o Mohanmed Alí, el campeón mundial de boxeo quien en 1967, durante la guerra de Vietnam, ignoró la orden de reclutamiento de servicio militar que le fue enviada. Se negó a incorporarse al ejército declarándose "objetor de conciencia" en virtud de que sus creencias religiosas le impedían sumarse a esa guerra, pues recientemente había abrazado el Islam.
"No tengo ningún conflicto con los guerrilleros del Vietcong", declaró para reforzar su posición de no ir a una guerra a pelear con un enemigo que ni siquiera conocía. Su punto de vista fue coincidente con el de Paul Valery, quien acuñó la famosa frase, "la guerra es una masacre entre gentes que no se conoce para provecho de gentes que sí se conocen pero que no no se matan entre sí."
La venganza del Imperio y sus secuaces ante la desobediencia del campeón no se hizo esperar. El Gran Jurado Federal lo declaró "culpable de deserción" condenándolo a cinco años de prisión y diez mil dólares de multa; se le quitó el pasaporte y se le prohibió salir del país. El estado de Nueva York y otros gobiernos regionales le anularon la licencia de boxear.
Su indomable voluntad, su fe y el apoyo de un pueblo que finalmente rechazó la guerra de Vietnam en multitudinarias manifestaciones de protesta lo llevaron en 1974 a reconquistar el título perdido una vez que fue amnistiado por las autoridades. Al año siguiente las tropas yanquis abandonaban humilladas el país del sudeste asiático tras fracasar en una guerra absurda como todas las guerras, en la que Clay se negó a participar.
Hoy, los veteranos indignados sueñan con que más temprano se siga su ejemplo. No quieren ver morir en lo poco que les resta de vida a las nuevas generaciones de soldados. Les tortura el recuerdo de la guerra, y en repudio a la misma muchos de ellos arrojaron al mar, a un río o a la basura las medallas recibidas, arrepentidos de haber sido responsables directa o indirectamente de las violaciones, torturas y masacres que cometieron o presenciaron.
Son matanzas como la de No Gun Ri en Corea; de Mai-Lai en Vietnam; de Faluya y Haditha en Irak y de Bagram en Afganistán las que les roban el sueño y no pueden arrancar de la memoria a los fantasmas de las víctimas que los persiguen y sumergen en la pesadilla del Estrés Postraumático a los que perpetraron o fueron testigos de esos crímenes de lesa humanidad.
Porque esas guerras dejaron una estela de muerte y destrucción imposible de borrar en la mente de quienes vivieron sus horrores y que ocasionaron más de diez millones de muertos entre civiles y militares. En Corea murieron 1.850.000; en Vietnam, 6.638.000; en Irak, 1.100.000 y en la de Afganistán hasta ahora han perecido más de 52.000, y cada día aumenta el número de muertes.
Después de regresar al país como héroes, y recibir medallas y otras condecoración fueron abandonados a su suerte, sin atención médica adecuada, sin trabajo. Perdieron la vivienda que adquirieron a crédito por falta de pago, y enloquecidos, muchos llegaron a matar a sus propios compañeros de armas y a sus familiares o terminaron suicidándose, mientras otros pasaron a engrosar las filas de los millones "homeless" o sin techo que pululan en el país.
Y hoy, cuando han adquirido conciencia de la trágica situación política, económica y social en la que se encuentra la mayoría del pueblo estadounidense, rehén de una minoría que lo ha llevado a ese caos, miles de ellos se han rebelado uniéndose a las masivas protestas que adelantan por todo la nación los indignados bajo la consigna de "Ocupar Wall Street."
"No a las guerras", es una de sus consignas, mientras simultáneamente denunciaban "la inmoral conexión existente entre las acciones militares y las decisiones políticas del gobierno con las grandes corporaciones transnacionales con acciones en Wall Street. "Los veteranos somos quienes hemos luchado en tierras extranjeras donde fuimos heridos y resultado enfermos por defender los intereses de una minoría del 1%", dijo un veterano de guerra.
Por muchos años –manifestó otro– hemos luchado en unas guerras que han enriquecido a esa minoría que ha diezmado nuestra economía y ha dejado a nuestra nación con generaciones de veteranos lesionados y traumatizados que requieren de cuidados especiales por los años que les quedan de vida, pero que no los están recibiendo adecuadamente".
Denunciaron igualmente que no se les otorgó las becas de educación prometidas a los millones de jóvenes que se enrolaron en las fuerzas armadas para ir a la guerra. "Así paga el Diablo a quien bien le sirve", dice el viejo y sabio refrán, y el proverbio cobra vigencia al ver cómo esos millones de ex soldados que arriesgaron sus vidas en beneficio de la minoría que los envió a esas guerras, hoy son marginados por el Imperio que hace el papel de Satanás.
Pero sus días están contados. Sólo es cuestión de tiempo el que perezca como todos los imperios. Y tal parece que no será por causa de una guerra, sino por la acción de su propio pueblo rebelado contra la dictadura de una minoría que llevó al país a la ruina económica, política, social y moral. Y el ejemplo moral y ético dado por Casius Clay y por los veteranos sumados a la lucha de los indignados, contribuirá seguramente a sepultarlo para siempre.
Hernán Mena Cifuentes AVN 16/11/2011
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