Caracas, 28 Oct. AVN.- En el cuerpo de una sociedad enferma como la yanqui surgen tumores malignos que se ocultan y hacen metástasis, como la huelga de hambre que 12.000 reclusos iniciaron hace cuatro meses en California, Arizona, Mississipi y Oklahoma. El paro puso al descubierto el infierno de torturas, corrupción y virtual esclavitud en el que viven los millones de presos en las cárceles del país, la mayoría de ellas privatizadas, en el marco del salvaje sistema capitalista que rige en el Imperio.
Desde hace años se conocía del mundo de horror en el que viven los miles de prisioneros secuestrados, acusados de terroristas llevados en vuelos secretos de la CIA a cárceles de países cómplices de Estados Unidos (EE UU). De las torturas de que han sido víctimas en las de Guantánamo, Abu Ghrai, Bagram y en los buques de guerra convertidos en prisiones flotantes anclados en la isla de Diego García.
Pero nadie llegó a imaginar que el país que se jacta de ser el guardián de los Derechos Humanos en el mundo, el que en ilegítimos informes anuales acusa de violarlos a gobiernos negados a ser sus vasallos, y absuelve de ese crimen a los regímenes que son sus vasallos, sea la nación donde en su propio territorio más se violen. Y es que EE UU es la mayor cárcel del planeta, donde se tortura y cometen otros crueles actos de sadismo.
El mal llamado "País de la Libertad", que exhibe a la entrada del puerto de Nueva York una monumental estatua que representa a ese derecho fundamental del hombre, se ha convertido en vergonzosa paradoja, en la nación del mundo con mayor número de de presos. Son más de 2.300.000 hombres, ancianos, mujeres y adolescentes, el 25% de la población carcelaria mundial los que se encuentran recluidos en esos centros.
Uno de cada 135 estadounidenses están encarcelados en su país, cifra que supera con creces a la población carcelaria de China y de Rusia. No es que la justicia en el país sea más eficiente o que los delincuentes superen en número a los de esas naciones, sino que el afán de lucro y la corrupción de las empresas privatizadas que administran esos centros ha propiciado un acelerado aumento de los reclusos a través de las más viles y perversas prácticas.
Porque allí la Justicia se convirtió en cómplice de la codicia y la avaricia, que ha hecho de las prisiones estadounidenses un inmenso antro donde reinan impunemente todos los crímenes y vicios. Y fue esa huelga de reclusos iniciada hace tres meses en las cárceles californianas de Pelican Bay, Calibay, Corcoran, Ironwood, San Quentin y de otros estados, la que dio evidencias de ese tumor social que corroe al Imperio.
Porque, si bien los presos en huelga de hambre, solo exigían que se ponga fin a las brutales torturas y castigos físicos y psicológicos que les imponen sus carceleros, como violaciones y encierro prolongado de meses y hasta de años en oscuras y reducidas celdas de castigo, fue su acción cumplió otro cometido. Expuso a la luz con ese cáncer, la metástasis social que padece el tejido social del Imperio.
Por mucho que trataron de ocultarlo las autoridades y los medios asalariados del sistema, estalló y se propagó con toda su fétida podredumbre a la opinión publica nacional e internacional gracias a la valiente y arriesgada actividad desplegada por los miembros de agrupaciones de defensa y solidaridad con los reclusos en huelga. Fueron ellos los que rompieron la barrera de silencio que hizo posible conocer una terrible verdad escondida por la mentira.
Ahora se conoce de una realidad tan horrible como increíble hasta hace poco, dada la magnitud y crueldad de los crímenes que al amparo de la privatización se cometían y cometen en establecimientos penitenciarios de EE UU. Una realidad que supera a la ficción de los espeluznantes filmes y novelas de terror que narran la inhumanidad que impera en esos castillos diabólicos que son las cárceles yanquis.
Ascienden a 25.000 los reclusos sometidos a confinamiento solitario en EE UU, denunció el pasado martes en un informe Juan Méndez, relator especial de la ONU sobre torturas y otros tratos y penas crueles inhumanos o degradantes. "Hay dos reclusos en el Estado de Lousiana, -destaca el documento- que han permanecido así durante 40 años, el mayor tiempo de que se tiene registro" situación, puede provocar daños mentales permanentes."
Y uno se pregunta: ¿Cuántos de esos de presos no son víctimas hoy de un estado de locura al que habrían llevados como víctimas de esa forma de tortura tan salvaje que solo cabe en la mente de esos sádicos que son los privatizados carceleros estadounidenses?
Pero esa es una sola faceta del siniestro panorama que exhiben las prisiones del Imperio que semejan cárceles de la Inquisición.
La corrupción y el tráfico de influencias que en su incontrolable afán de lucro han desatado las empresas privadas, administradoras de esas "Casas de terror", se suman a la cruel práctica de los degradantes castigos físicos y mentales. Ellos sobornan a jueces para que condenen a largas penas a personas que han cometido delitos menores o faltas insignificantes, ya que el gobierno paga por cada preso que se encierra en esos centros.
"A mayor número de reclusos, mayores ingresos", es la lógica perversa que alimenta el pensamiento de esos delincuentes de cuello blanco que están al frente de los privatizados establecimientos penitenciarios de EE UU. De allí que para lograr su cometido, utilizan a esos magistrados deshonestos para que impongan severas condenas a quienes han incurrido en leves faltas
El escándalo estalló hace unos días cuando dos jueces del Estado de Penssylvannia, Mark Ciavarella y Michael Conahan, fueron sorpendidos en esa satánica práctica. Habían recibido mas de dos millones de dólares, de los administradores de varias cárceles del Estado, para que enviaran a la cárcel por varios años a mas de 5.000 adolescentes y jóvenes que habían cometido faltas menores.
Ciavarella envió a la cárcel a un niño de apenas doce años, por haber rayado el carro de su madre. A otros dos, por haber reñido en el interior de un bus escolar y a un joven por haberle lanzado un pedazo de bistec a un amigo de su mamá. Uno de esos muchachos se suicidó tras cumplir la pena, enloquecido por las degradantes condiciones en la que le toco vivir durante mesee de reclusión.
Pero la mayor cuota de los detenidos en las prisiones de EE UU, la aportan los negros y "latinos. Cerca del 40% de los presos son afrodescendientes; el 21% latinos o hispanos, A los primeros se les detiene por posesión de la más mínima cantidad de crack o marihuana. A los latinoamericanos y caribeños pobres que llegan al país en busca del "sueño americano" este termina en una pesadilla de la que muchos de ellos jamás despiertan.
El diario virtual Mapocho Press da cuante del informe divulgado por Peter Cerantes-Gautschi en Social Policy, según el cual, en los últimos cuatro años el gobierno de EE UU ha encarcelado a un millón de inmigrantes en peligrosas prisiones del sistema carcelario privado financiado por los contribuyentes. Allí se cometieron abusos de niños, violaron mujeres y dejaron morir hombres por falta de atención médica básica.
Pero ese gran negocio que son las cárceles estadounidenses no termina allí, pues también son fábricas de muerte al servicio de las guerras de conquista del Imperio. En ellas se producen municiones, uniformes, calzado, cascos de guerra entre otros materiales bélicos que generan cuantiosas ganancias a esas "maquiladoras" al servicio del Complejo millitar-industrial, ya que los presos que los producen reciben míseros salarios trabajando como "esclavos."
Un reportaje de Vicky Peláez publicado por el Diario La Prensa, de Nueva York, da cuenta que "los organismos de DD HH, políticos y sociales están denunciando lo que ellos llaman una nueva forma de explotación inhumana. en los EE UU, -aseguran- hay una población carcelaria que llega a mas de dos millones de internos cuya mayoría, negros e hispanos están trabajando para las industrias por unos pocos centavos."
"La contratación privada de prisioneros para trabajar fomenta incentivos para encarcelar gente. Las prisiones dependen de estos ingresos. Los accionistas de las corporaciones que se lucran con el trabajo de los prisioneros cabildean para que se alarguen las condenas y expandir su fuerza laboral", señala el texto.
El sistema se nutre así mismo, indica un estudio del Partido Laboral Progresista que acusa a la industria de prisiones de ser "una copia de la Alemania Nazi respecto al trabajo esclavista forzado y los campos de concentración. El Complejo de Industria de Prisiones es una de las industrias de mayor crecimiento en los EE UU y sus inversiones están en Wall Street."
Observando ese macabro panorama que exhiben las cárceles estadounidenses, donde se tortura, viola, encierra en confinamiento solitario durante años, se encarcela a niños y adolescentes y se dictan largas penas por delitos mínimos o faltas menores y donde los presos trabajan como esclavos para las corporaciones que administran las más de un centenar de prisiones privatizadas del país, cabe esta pregunta: ¿Qué autoridad moral tiene el Imperio para arrogarse el papel de juez y defensor de los DD HH acusando a otros países de violarlos cuando es esa nación la que más los ignora? Prueba de ello es el infierno que son las cárceles de EE UU, país que con el 5% de la población mundial mantiene encarcelados a más de dos millones de seres humanos, el 25% de la población carcelaria de todo el mundo. Solo su extrema hipocresía y cinismo lo justifican.
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