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viernes, octubre 07, 2011

LA INDIGNACIÓN DE LOS EXPLOTADOS DEL MUNDO ESTALLÓ EN ESTADOS UNIDOS



Caracas, 06 Oct. AVN (Hernán Mena Cifuentes).- La rebelión de los pueblos “indignados”, fenómeno mundial, grito de las clases oprimidas que hoy luchan por justicia y libertad en Asia, África y Europa, ha atravesado el Atlántico hasta alcanzar un país al que muchos creyeron que jamás arribaría. Llegó a EEUU como una leve brisa y ha ganado fuerza de huracán en las voces de los miles que denuncian a Wall Street y a su títere, el gobierno capitalista de Washington gobernado por el lobby sionista.
Se pensó que las protestas iniciadas hace tres semanas en Nueva York estaban condenadas al fracaso, pero el movimiento de condena aumenta cada día. La denuncia está dirigida contra la avaricia y codicia desatada desde ese “templo mundial de las finanzas” que controla banca, industria, comercio, servicios y otras áreas de la economía del orbe, y contra el gobierno de EEUU, su cómplice en el proyecto de conquista mundial que ambos ejecutan.
Porque Washington y Wall Street no sólo se aliaron para sojuzgar al Tercer mundo y adueñarse de sus recursos, sino que han dominado y arruinado al pueblo estadounidense. Lo hicieron cegados por la desesperación, en vano esfuerzo por salvarse de la bancarrota a la que los llevó las costosas aventuras bélicas del Imperio y el culto que el lobby sionista rinde al Dios dinero.
Invirtieron 700.000 millones de dólares, dinero del pueblo, en el “Plan rescate” de la banca, generando una ola de despidos, ejecución de hipotecas, que dejó sin trabajo y sin vivienda a millones de trabajadores, sumados a la inmensa legión de homeless o “sin techo”. Con acciones temerarias e inútiles como esa, Wall Street y el gobierno pretenden cerrar la enorme brecha del desastre económico que padecen, la cual se amplía cada día.
Esos y otros graves abusos fueron el detonante de la explosión de indignación de la mayoría del pueblo estadounidense, convertido en “chivo expiatorio” de su fracaso, hastiado de soportar pobreza, hambre, miseria, enfermedad, ignorancia y demás plagas sociales. Y sucedió lo que muchos pensaron que nunca pasaría, cuando a mediados de septiembre emergió del fondo su ira, el tsunami que hoy inunda buena parte del país y amenaza con sumergirlo todo.
Su furia avanza a largo y ancho del país, alcanzando pequeñas y grandes urbes del norte, centro, este y oeste del país, y donde llega, miles de sus habitantes se unen a la protesta. Han llegado a ciudades como San Francisco, Baltimore, Los Ángeles, Boston, Chicago, Portland, Seattle, Albuquerque y Filadelfia y también a pueblos como Raleigh en Carolina del Norte, concentrándose frente a bancos y demás entes financieros agentes de Wall Street.
En opinión de los analistas, a medida que pasen los días se seguirán sumando nuevos manifestantes. Aumentarán -señalan- a pesar de la indiferencia, rayana en el desprecio con que políticos y banqueros han respondido a su reclamo. Y es que en la sede de Wall, sus ejecutivos destapaban botellas de champán mientras en la calle los indignados soportaban hambre y frío.
Pero los encargados de ahogar el grito cada vez más ensordecedor de su protesta, son los medios asalariados de Washington y Wall Street, diarios, revistas y cadenas de radio y televisión. Siguiendo órdenes de sus amos, han tendido una cortina de silencio sobre el desarrollo del movimiento, negándole sus espacios, y cuando lo hacen, estos son cada vez más reducidos.
Miedo de que “la indignación” alcance a todas sus víctimas, que es la inmensa mayoría del pueblo estadounidense, como afirman las pancartas que portan: “La única cosa que tenemos en común es que somos el 99% de la gente que ya no tolera la codicia y corrupción del 1%”, “Wall Street tiene cautiva a la clase política de este país”, “El capital financiera arruina vidas”, dicen algunas.
Nada ni nadie ha logrado acallar la protesta, aun cuando el poder mediático está en su contra, lo mismo que la lluvia, el viento y el frío del otoño y la policía que los acosa y reprime. Los atacó en Boston, donde detuvieron a cerca de una veintena de personas, y en Nueva York, donde arrestaron a más de 700 manifestantes cuando cerraron al tránsito el puente de Brooklyn por cuatro horas. Sin embargo, siguen avanzando y ganando adhesiones a su causa
Se les han unido un grupo de “marines” veteranos de guerra; ancianas integrantes del movimiento de Abuelas por la Paz y cerca de una veintena de sindicatos como el de los Trabajadores Metalúrgicos de EEUU, que ha publicado en su sitio de Internet un comunicado en el que les expresan su apoyo.
“Somos solidarios con Occupy Wall Street y apoyamos fuertemente este movimiento de valientes hombres y mujeres lanzados a la calle para protestar contra un sistema financiero acusado de anteponer el lucro a las personas. Ya nos cansamos (agrega el texto) de la codicia, de la corrupción y la arrogancia de las grandes empresas que son causa de sufrimiento para mucha gente”.
Y son decenas de miles los hombres y mujeres de todas las edades, razas y credos; profesionales, estudiantes, empleados y obreros que toman calles y plazas de pueblos y ciudades con una sola consigna: reformar al brutal sistema capitalista de EEUU y castigar a la minoría que desde Wall Street domina al país y gran parte del mundo. Los que se enriquecieron mientras llevaban al país a la quiebra y al pueblo yanqui a la pobreza
Les asiste toda la razón del mundo, ya que el actual escenario económico y social del país es sombrío, y más tenebroso aún su futuro. Una crisis financiera que amenaza con sumirlo en los abismos de la recesión más aguda y prolongada de su historia. Lo evidencia una tasa de desempleo superior al 9% que tiende a aumentar, avizorando una espiral de pobreza, hambre y miseria indescriptible.
El drama más terrible lo protagonizan los millones de homeless, o “sin techo”, que deambulan por las calles y plazas de las ciudades soportando el frío, hambre, durmiendo a la intemperie o bajo un puente. Son familias de padres e hijos y hombres y mujeres solteros que llevan sus escasas pertenencias en un morral o en un carrito de supermercado, bajo la mirada indiferente de quienes pasan a su lado, los que tienen pan y techo asegurado.
Esa es la horrenda realidad que vive un país que fue inmensamente rico y próspero, cuyos gobernantes controlados por Wall Street echaron por la borda toda esa riqueza. La usaron desatando costosas guerras que perdieron sin obtener botín alguno, ya que sólo recibieron como macabra recompensa el fracaso y la muerte de centenares de miles de sus hijos lanzados a esas aventuras bélicas como las de Vietnam, Irak y Afganistán.
De ese despilfarro demencial de vidas humanas y cuantiosos bienes materiales que ha llevado al país a la ruina económica, financiera y moral, se cansó finalmente el pueblo estadounidense. Está hastiado de su gobierno, del capitalista salvaje que lo rige y de los sacerdotes y su credo de codicia y avaricia que en honor al Dios Dinero rinden culto en el templo de Wall Street.
De allí que las protestas que comenzaron en Nueva York y que se han propagado hacia otras ciudades del país sean consideradas como el despertar de la conciencia de un pueblo que vivió durante siglos sumido en el letargo del American way of life. Ese sueño sustentado en el consumismo y en la guerra y que al final desembocó en la realidad de un caos que está llevando a la muerte al imperio yanqui como ocurrió con el Tercer Reich de Hitler.
Quienes hoy protestan en EEUU, saben que Wall Street, más que el gobierno yanqui (que sólo juega el papel de cómplice) es responsable de la caótica realidad económica y social que vive el pueblo estadounidense, ya que controla la economía y finanzas del país. Los bancos y otras organizaciones financieras, los mercados, los recursos naturales y los medios de comunicación social, punta de lanza de sus guerras y conjuras desestabilizadoras.
Es el gran poder de los medios escritos, radio, cine y televisión, en manos del lobby sionista, principal directivo y accionista de Wall Street, lo que les ha permitido también ejercer un total control sobre todos los poderos del Estado norteamericano: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Sus poderosas campañas políticas en época electoral deciden, no el pueblo, quien será el presidente del país, cargo que siempre recae sobre un leal y obediente lacayo.
Pero hoy, cuando por primera vez la voz de los “indignados” recorre el país en protesta inédita y pacífica, se abre un espacio de fe y esperanza para el pueblo estadounidense, víctima de la avaricia y codicia de Wall Street y la sumisión de Washington. “Dios concede la victoria a la constancia”, dijo Bolívar; sólo así, si es perseverante y se mantiene firme y desafiante contra la violencia del poder de sus verdugos, el pueblo podrá alcanzarla.
Lo lograron otros pueblos, como los del Alba, de la mano de Fidel, Chávez, Lula, los Kirchner, Evo, Ortega, Correa y de otros gobernantes progresistas y revolucionarios que rescataron el sueño integrador del Libertador. ¿Por qué no ha de hacerlo el pueblo estadounidense, que ha despertado de un letargo de siglos, impuesto por el capitalismo salvaje que rige en EEUU, y promovido en su forma más cruel y despiadada por Wall Street?.
Hernán Mena Cifuentes

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