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domingo, septiembre 18, 2011


La naturaleza agredida le está cobrando una vieja deuda a EEUU
Caracas,Sep. AVN (Hernán Mena Cifuentes).- EEUU no sólo ha devastado al mundo con sus guerras sino que, como principal culpable del cambio climático también lo está destruyendo impunemente. Pero, si la justicia humana no podido castigarlo por sus crímenes bélicos, la naturaleza agredida lo está haciendo, al desatar últimamente sobre gran parte de su territorio toda su furia, cobrándose con la misma moneda, arrasando pueblos y matando inocentes.
Incendios, tornados, huracanes, sequías, inundaciones y hasta terremotos se han desatado sobre la mayor parte de la geografía del país en lo que va del año, dejando una estela de muerte y destrucción nunca antes vista. Los desastres naturales son tan vastos y frecuentes, que causan gran preocupación entre científicos, geólogos, meteorólogos y expertos en prevención y lucha contra esos fenómenos, imposibles de evitar.
Y es que la madre naturaleza, cuando se enfurece no hace distinción entre pueblos débiles y pobres, y países ricos y poderosos, y así como provoca tragedias en el Tercer mundo, causa grandes desastres en el mundo industrializado, y esta vez le ha tocado el turno al imperio más poderoso de la historia. No se trata, como algunos podrán pensar, de un castigo divino, de una maldición, o el cumplimiento de una terrible profecía, No.
La causa de esa situación que amenaza con hacer desaparecer todo vestigio de vida en el mundo es el cambio climático producido por el calentamiento global, desastre ambiental que hoy lo azota a la tierra y cuyo principal culpable es EE UU. Su salvaje sistema capitalista con su modelo neoliberal y el consumismo del cual depende para su existencia, lideran una conspiración global que amenaza con convertirla en un planeta vacío de vida vagando por el cosmos.
Y es que EE UU, con una población de apenas el 5% de la mundial, consume el 25% del petróleo que se produce en el planeta, cuyas emanaciones de CO-2 provenientes de los millones de vehículos, industrias, comercios y el desmesurado consumo energético doméstico de sus ciudadanos contribuye a la alteración del “efecto Invernadero”. Al descontrolarse ese fenómeno normal especie de frazada que mantiene una temperatura tolerable para los seres vivos y el ambiente, se origina el calentamiento global.
Sus consecuencias son el incremento de la fuerza y frecuencia de los fenómenos meteorológicos, desastres naturales que a diario se abaten sobre países de todos los continentes, en Somalia y otros países de África, donde el hambre ha provocado por una larga sequía, mata a miles de niños, mujeres, hombres y ancianos.
En Japón, China, Indonesia Nueva Zelanda y Filipinas, donde los sismos y tifones acaban con la vida de centenares de seres humanos; En la India y Bangladesh, donde el Monzón con sus inundaciones hoy ahoga mas gente y animales y destruye aldeas, pueblos y ciudades.
En el Caribe y América Central, donde los huracanes son cada año más frecuentes y poderosos, arrasan islas y la costa firme destruyendo todo lo que encuentran a su paso, y en América del Sur, donde las inundaciones, sequías y nevadas se combinan para anegar o marchitar cosechas y dejar además de un alto saldo de destrucción y muerte.
Hasta ahora, EE UU había escapado ileso de la furia de la naturaleza que, agredida en todas sus formas por el consumismo, motor del mal llamado progreso liderado por el capitalismo, que tala bosques, drena lagos y ríos y extermina a las criaturas que los pueblan para saquear sus recursos y construir ciudades.
Pero de repente, Natura decidió cobrarse parte de la vieja deuda del inmenso daño causado al planeta por ese sistema predador que es el capitalismo salvaje. Nunca antes a lo largo de su historia EE UU había sido escenario de tan catastróficos cataclismos como los registrados en su territorio en los últimos meses.
Todo comenzó a principios de este año, cuando todo hacía pensar que el país se mantendría libre de esos fenómenos que el año pasado provocaron en el resto del mundo los mas grandes desastres del último cuarto de siglo.
Y, como señal de lo que vendría, una sequía de grandes dimensiones se abatió sobre Texas, provocando la pérdida de cosechas con grave efecto para la economía de los agricultores, pero meses más tarde vendría lo peor. Mas de medio millar de gigantescos incendios se desataron aprovechando la sequedad del pasto y del bosque para quemar miles de hectáreas de vegetación y más de un millar de viviendas y hasta ahora se están apagando.
Luego, a finales del mes de mayo se desató una ola de cerca de 200 mortíferos tornados, la mayor que azota al país en los últimos 38 años que se extendió por los estados de Alabama, Arkansas, Georgia, Lousiana, Oklahoma, Missisipi, Missouri y Tennesse, dejando decenas de pueblos arrasados y más de trescientos muertos, obligando a las autoridades a declarar varias ciudades “como zona de desastre”.
No había transcurrido un mes cuando un sismo de 5.9 grados, fenómeno que no ocurría desde hace más de un siglo en la costa Este de la nación, sacudió a Washington, Nueva York y otras ciudades. Aun que no cobró vidas humanas ni causó serios daños materiales obligó a la suspensión de numerosos vuelos en los aeropuertos de la capital y el cierre de dos reactores en la planta nuclear de Virginia, así como daños en la catedral de Washington.
Tres días mas tarde, el 27 de agosto el huracán Irene llegó a Carolina del Norte dejando a su paso una estela de muerte y destrucción a lo largo del litoral Este del país hasta más allá de Nueva York, donde se ordenó la evacuación de más de 200.000 personas, el cierre del Metro, aeropuertos y otras medidas. El Huracán dejó cerca de medio centenar de muertos, y más de cuatro millones de hogares, industrias y comercios sin electricidad.
A Irene, le siguió ocho días después la furia de la tormenta tropical Lee que penetró por el Golfo de México obligando a suspender las operaciones de decenas de plataformas petroleras y con ello, la extracción del energético . Al tocar tierra en Misissippi, Alabama y Lousiana, causó graves daños en varias ciudades, entre ellas Nueva Orleans, que seis años antes fue devastada por el huracán Katrina.
Los fuertes vientos y las lluvias generadas por la tormenta causaron el desborde de varios ríos como el Mississippi, el Hudson y el Passaic cuyas aguas inundaron decenas de pueblos y ciudades, muchos de cuyos habitantes perdieron sus hogares y debieron ser evacuados, por lo que se declaró “Zona de desastre” y toda la región.
Cálculos conservadores, estiman las pérdidas materiales que dejaron como saldo todas esas catástrofes “naturales”, superan los cien mil millones de dólares, un severo golpe para la economía de EE UU, afectad por una de las crisis económica y financiera mas grave de su historia como resultado del fracaso del salvaje sistema capitalista que lo rige.
Es por culpa de esa irracional doctrina sustentada en el modelo neoliberal y el consumismo , razón de ser y causa de su existencia, lo que está llevando a esa superpotencia a destruir al planeta, más que por causa de sus aventuras bélicas, al alto grado de contaminación que produce. Y es que en su irreprimible afán de amasar riquezas, se está envenenando no solo a sí mismo, sino también al resto del planeta.
George W. Bush retiró en 2001 a EE UU del Protocolo de Kyoto adoptado en 1997, después que Clinton había firmado junto con otros mandatarios del mundo ese noble intento de reducir las emisiones de gases efecto invernadero causantes del calentamiento global. “El Nerón del Siglo XXI”, lo desconoció al asegurar que dañaría a la economía estadounidense.
Y es que el Poder Oculto que está detrás de las decisiones de todo mandatario yanqui, no podía permitir que la superpotencia perdiera dinero al reducir la capacidad de producción de sus industrias, especialmente la automotriz que anualmente fabrica millones de vehículos en el país y el resto del mundo, responsables de la mayor carga de emisión del venenoso CO2.
Lo mismo hizo Barack Obama, el Premio Nobel de la Paz que hace la guerra, cuando en la XV Conferencia Internacional sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague en diciembre de 2009, pretendió engañar al mundo con un leonino y perverso acuerdo “cocinado” entre la media noche de la víspera y la madrugada del último día de la Cumbre. Pero la maquiavélica maniobra no logró su cometido.
Y es que allí estaba Chávez, el líder que desde hace más de una década anda “de Cumbre en Cumbre”, denunciando las conjuras políticas y los criminales proyectos económicos y militares del Imperio. Lo hizo en Quebec, Monterrey, Mar de Plata, Puerto España, Quito, La ONU y las demás foros internacionales en los ha participado.
Y en Copenhague hizo lo mismo, al desmontar en nombre del ALBA, junto con Evo, el vicepresidente de Cuba y la ministra ecuatoriana del Patrimonio nacional, la conspiración tramada por Obama a través de un espurio acuerdo de tres folios redactado a puerta cerrada, con desconocimiento de la inmensa mayoría de los representantes de los 192 países que asistían a la reunión.
Todo había sido preparado, y con el pretexto de que se acababa el tiempo, presionaron a los participantes a abandonar el recinto donde se realizaba la cumbre, para así poder imponer el ilegítimo documento. Pero intervino el comandante diciendo: “Que nos saquen con gases lacrimógenos o apaguen la luz. Solo nos sacarán de arrastra.”
Y sobre el silencio que reinaba en ese momento se escuchó una vez más su voz de denuncia rechazando aquel nuevo engendro de soberbia y prepotencia imperialista que se le pretendía imponer a los pueblos del Tercer mundo, que son la mayoría del planeta.
“Es el Imperio que llega a medianoche y en la oscuridad, -dijo- a espaldas de la mayoría y de manera antidemocrática, pretende cocinar un documento que nosotros no aceptamos ni aceptaremos nunca. El mandario venezolano criticó directamente a Obama, de quien dijo, “llegó a última hora, y haber convocado además a una reunión fuera de lo establecido en protocolo y trató a los representantes de los demás países como naciones de segunda”.
“Llamamos a los pueblos del mundo, a que nos unamos a denunciar las pretensiones imperiales y a señalar las causas de los daños ambientales. El Capitalismo, y el principal culpable, que es EE UU y su presidente, el Premio Nobel de la guerra, llega a última hora, -reiteró- a tratar de cocinar un documento excluyendo la opinión de la mayoría de los participantes de la Cumbre. Y así saldrá el Imperio yanqui, por la puerta de atrás, de manera indigna”.
Con su denuncia, Chávez hizo sonar las alarmas del horrible y siniestro futuro que le espera al planeta tierra, de convertirse en un planeta desierto vagando por la inmensidad del Cosmos sin ningún vestigio de vida. Eso sucederá, de continuar EE UU en su demencial carrera hacia la muerte. Solo reflexionando, comprendiendo que está comete un suicidio y un crimen contra el resto del mundo, la superpotencia podrá evitar la destrucción de la tierra.
Las señales del fatal futuro que le espera al imperio por ignorar la advertencia de la naturaleza ya llegaron a su territorio. Solo falta que los amos del poder oculto que gobiernan la superpotencia dejen a un lado sus pretensiones de conquista planetaria y de envenenar la tierra con sus emisiones tóxicas, suscribiendo el acuerdo que hasta ahora se niegan a firmar. Solo así podrá sobrevivir el planeta junto con las criaturas que lo pueblan.

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