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miércoles, marzo 23, 2011

POTENCIAS COLONIALISTAS PUGNAN POR REPARTICIÓN DE BOTÍN PETROLERO


Caracas, 23 Mar. AVN (Nazareth Balbás).- Tras el inicio de los bombardeos a territorio libio por parte de Estados Unidos (EEUU) y sus aliados, el endeble “consenso” entre las potencias que avalaron la intervención, ha empezado a resquebrajarse. En menos de cuatro días, la pugna de los invasores se centra en definir quién asumirá el liderazgo de las operaciones militares contra el país que posee el 40% de las reservas de petróleo liviano de África.

Luego que el presidente estadounidense Barack Obama anunciara que su país “entregaría” el mando de los ataques, las potencias se han dividido entre las que piden que la intervención a Libia sea perpetrada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y las que avalan que sea una cúpula de naciones la que lidere la invasión.

En un tercer grupo de países se encuentran Rusia y China, que –junto a Brasil, Alemania e India– se abstuvieron de dar su voto a la invasión en el Consejo de Seguridad y han tratado de deslindarse del conflicto luego de las muertes de civiles ocasionadas por el fuego de la “coalición”.

Sin embargo, hay un factor común en esos tres grupos: la participación que tenían antes del conflicto en el mercado petrolero libio, no sólo como importadores de crudo sino también en el proceso de explotación del recurso en la nación africana, que en los últimos años había implementado una política de “apertura” hacia Occidente.

La torta petrolera

En 2009 las exportaciones de petróleo libio iban principalmente a Italia (32%), seguido por Alemania (14%), Francia (10%), China (10%), España (9%) y Estados Unidos (5%), según datos del Atlas del Mercado Global. El otro 28% estaba dividido en pequeñas porciones para países de Europa y Asia como Serbia, Reino Unido, Holanda, Austria, Portugal, Irlanda, Grecia, República Checa, Indonesia, India, Singapur y Malasia.

Antes del conflicto armado, Libia –considerado el tercer país productor de petróleo de África– extraía alrededor de 1,6 millones de barriles de petróleo diario (bpd), sin embargo, la producción se ha visto mermada por la toma que realizaron los insurrectos al este del país, donde se encuentran ubicados los mayores yacimientos.

La importancia de los recursos en el este de Libia (Tobruk y Benghazi) es tal para la producción petrolera que, de acuerdo con información proporcionada por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), desde el inicio de los asaltos rebeldes en esa zona se ha recortado la producción a la mitad.

Las alarmas de las potencias extranjeras que tienen sus intereses en Benghazi ni siquiera se encendieron porque los voceros de los rebeldes –que enarbolan la bandera de la antigua monarquía del Rey Idris impuesta por Europa en 1951– dejaron claro desde el inicio del conflicto que respetarían los convenios con las empresa transnacionales.

“Los acuerdos petroleros (con empresas extranjeras) que sean legales y en beneficio del pueblo libio serán mantenidos”, señaló el rebelde Jammal bin Nour a finales de febrero, según un despacho de Reuters. Las potencias no tardaron en respaldar a la insurrección y exigir la dimisión de Gaddafi.

La legitimación

El gobierno francés, tercer importador de petróleo libio, fue el primero en abrir los brazos a los rebeldes al reconocer al Consejo Nacional Libio como “legítimo” representante del país africano y anunciar el envío de un embajador a Benghazi.

Luego de este paso, la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, se entrevistó en París con los supuestos líderes de la insurrección para ofrecerles su apoyo político e incluso evaluó la posibilidad de dotarlos con armas, opción que fue asomada públicamente por el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney.

“El tema de armar, suministrar armas, es una de las opciones del amplio rango que está siendo considerado”, afirmó Carney a principios de marzo.

Aunque París y Washington dieron su espaldarazo a los rebeldes, días más tarde estos empezaron a perder terreno ante las acciones de Gaddafi, quien buscaba recuperar las zonas que habían sido asaltadas.

Fue entonces, frente a la inminente victoria del líder libio, cuando la idea de una invasión –planteada constantemente por Estados Unidos– empezó a cobrar fuerza dentro del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

“Proteger Benghazi”

Clinton inició el lobby de su Gobierno para presionar al Consejo de Seguridad a la aprobación de una intervención militar en Libia, que fuese más allá de la imposición de la zona de exclusión aérea planteada por Francia y Gran Bretaña.

La sanción tuvo luz verde de manera expedita con la abstención de Rusia y China, e inmediatamente iniciaron los ataques aéreos a Libia. Pese a que la resolución hablaba de “proteger a la población civil” del país africano, el presidente estadounidense Obama y el canciller de Francia, Alain Juppé, dijeron abiertamente que el objetivo era impedir que los rebeldes perdieran la provincia petrolera de Benghazi.

“El éxito inicial de nuestra intervención está claro”, declaró Juppé el lunes pasado a periodistas. “Salvamos a los civiles de Benghazi”, agregó en referencia a la actuación de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña para evitar el inminente triunfo de Gaddafi, cuyos leales estuvieron cerca de recuperar el este libio.

Por su parte, Obama dijo sentirse “orgulloso” de los bombardeos de las fuerzas militares estadounidense, y ayer expresó que su gobierno debía actuar para “asegurarse de que no ocurriera un desastre” en Benghazi tras admitir que sus motivaciones para atacar en Libia “no son sólo humanitarias”.

Las motivaciones “prácticas”

Obama confesó además que la defensa de los Derechos Humanos y la democracia no es lo que mueve a EEUU a abrir otro frente en el Medio Oriente, mientras se mantienen sus criticadas trincheras en Irak y Afganistán.

“Tenemos motivaciones prácticas”, dijo en El Salvador el presidente de una nación que firmó en 2008 un convenio energético con la estatal libia para “mejorar” los contratos petroleros con el país africano y que contemplaba una esfera de 2.5 millones de barriles de reserva de crudo.

Además, el compromiso establecido entre Trípoli y Washington permite a ambas partes asumir programas de exploración en la prolífica cuenca de Sirte, territorio que ya se encuentra en manos de los rebeldes libios.

EEUU no ha mostrado inquietud alguna por el futuro del convenio firmado con Gaddafi, en vista de su apoyo incondicional a la oposición libia que controla Benghazi que avala con sus constantes llamados a la dimisión del líder de la Revolución Verde.

Antes de la intervención, el propio Obama había planteado la posibilidad de utilizar las reservas federales de su país para tratar de combatir las alzas en el precio del crudo, “preocupación” que no ha vuelto a esgrimir luego de la incursión estadounidense en Libia, cuyos costos han empezado a filtrarse en los medios de comunicación.

El pasado lunes, la revista National Journal reveló que los primeros bombardeos costaron mucho más de 100.000 millones de dólares a los contribuyentes de EEUU, país que no logra recuperarse de la crisis económica mundial y en el que se han aplicado recortes presupuestarios en contra de la clase trabajadora.

Esa cuestión no ha pasado inadvertida por Obama, quien en los últimos días ha insistido en que Estados Unidos no “está asumiendo los costos” de manera unilateral aunque se mantiene firme en seguir su operación en Libia sin que hasta ahora se vislumbre hasta cuándo podría prolongarse.

¿Y quién nos dirige?

La pugna por la dirección de la operación en Libia continúa. Las apetencias de Europa, que no cuenta con mayores recursos petroleros, y de EEUU, que consume 25% de la producción de crudo mundial se dejan entrever dentro de una frágil “coalición”, que emprende una incursión armada todavía con la resaca de la crisis económica mundial.

El Gobierno de EEUU, a pesar de que ha querido ponerse en segundo plano ante la opinión pública, es el que lleva el mando de la operación. Francia y Gran Bretaña querían una zona de exclusión aérea, pero Washington pedía más y lo consiguió.

Las últimas informaciones sobre el debate interno entre el eje colonialista anuncian que aún no hay un acuerdo sobre el papel que jugará la OTAN en el conflicto libio, si es que no se impone la idea de que la comandancia sea asumida por una cúpula de países más allá de la alianza atlántica.

Entretanto, Alemania –miembro de la OTAN– ha retirado su apoyo a la intervención militar e Italia –país que sometió a Libia como colonia desde 1911 hasta 1943– prefiere que la alianza atlántica sea quien coordine las operaciones militares y amenaza con impedir el uso de sus bases aéreas si los ataques los ejecuta la “coalición”.

Ayer, la representante de la política exterior de la Unión Europea Catherine Ashton reconoció que existen divergencias de opiniones en lo que respecta al comando de la invasión occidental a Libia, pero trató de matizar las peleas internas al señalar que no hay descoordinación sino “distintos puntos de vista”.

Por lo pronto, mientras las potencias colonialistas se debaten el control de los más de 42.000 millones de reservas de petróleo que están a las puertas del Mediterráneo con el derrocamiento del líder libio, el gobierno de Gaddafi intenta que los recursos de su país, que abrió a la inversión occidental en los últimos años, sigan siendo para el pueblo norafricano.

Nazareth Balbás
17:10 23/03/2011

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