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jueves, junio 27, 2019

Golfos apandadores

 

Junio 27, 2019

Roberto Hernández Montoya

Siempre hubo rufianes, bergantes, mangantes, quitavidas, belitres. Hubo incluso comedias de bandoleros y novelas picarescas, más conocidas y divertidas.

Engordan cuando se relajan los pactos sociales o la autoridad titubea, como cuando el famoso Saqueo de Roma por los vándalos de Genserico en 455. Entonces sobrevienen saqueos, violaciones, desvalijamientos y, como decían antes, “ya no hay temor de Dios”, o sea, la superestructura ideológica se relaja, es decir, la moral se resiente y ya la conciencia no disuade. El bandolerismo anda por su cuenta y se chorea hasta el queso que había en la mesa.

Tío Rico MacPato tiene enemigos pertinaces, los llamados chicos malos en Hispanoamérica, golfos apandadores en España y beagle bros en inglés —no sé si fueron libertadores de nuestra América, habrá que consultar al erudito historiador Iván Duque.

Es decir, tienen repercusiones en la ficción, como la novela negra y otros géneros. Gozan de cierta simpatía porque burlan la autoridad, que tiene el deber de ser antipática.

El problema se les presenta no solo cuando les persigue la autoridad sino cuando no reparten, como el que propongo llamar Cartel de Cúcuta, cuyo cabecilla renegado es un pillastre llamado Juan Guaidó (lo será al menos hasta que cese la usurpación), que se mangaron miles de millones de dólares —no menos— y dejaron por fuera a sus compinches, que llevan años en la aventura del antichavismo en busca de unos centavos y ahora andan como fuete de arrear pavos, o sea, pelando, o sea, ladrando. Y ladran, basta oír sus aullidos por la televisión mayamera y por las redes. Súbitamente descubrieron la honradez y ahora andan chillando como vestales deshonradas, que aquello hasta conmueve.

Acostumbramos a imaginar al malandraje como gente desaliñada y de pésimos modales, o sea, cáfila que hay que quemar viva por “parecer chavista”, como Negro Primero.

Pero no, ahí tienes al Club Bildelberg, cuyas maneras no pueden ser más atildadas, con academias, catas de vinos sublimes y trajes a la medida. Lo único que diferencia a la delincuencia lechuguina y petimetre de la canalla trotacalles es el volumen de capital que manosean —no sé en qué grupo está el Cartel de Cúcuta ¿Has oído hablar del capitalismo?

Roberto Hernández Montoya
@rhm1947

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