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sábado, noviembre 04, 2017
Con Nuestra América: ¿Dónde está el enemigo de la Revolución Bolivarian...
¿Dónde está el enemigo de la Revolución Bolivariana?
Situar únicamente el problema económico en el frente enemigo, es cerrar el análisis que puede conducir a conexiones, nuestras contradicciones, es clausurar una dimensión sin la cual no parece posible comprender por qué no logramos estabilizar la situación. ¿El enemigo es demasiado poderoso? ¿Dónde está el enemigo?
Marco Teruggi / Cubadebate
Pocos habrían acertado hace unos meses en pronosticar que instalaríamos una Asamblea Nacional Constituyente y ganaríamos dieciocho gobernaciones. Estas sucesivas victorias quedarán para la historia como una lección de batalla política, de manejo de tiempos y escenarios. La honestidad deberá decir que quien comandó fue Nicolás Maduro. Es necesario reconocerlo: estamos en guerra y el presidente dirige el bloque chavista. Lo hace mejor que el enemigo, que, en estos días, ha dado una muestra de desbandada pública, de lo que sucede con un ejército de generales de poca monta que se disparan entre sí y, a veces, a sus propios pies.
Hemos ganado algo vital: poder político, es decir tiempo. Además de haber reencauzado el conflicto al camino electoral. De haber fallado la táctica podríamos estar en el escenario que buscó imponer la derecha, una confrontación nacionalizada, una generalización de asedios y asaltos. En cambio, vamos hacia las elecciones municipales, luego presidenciales, sin garantías -no las hay en política- pero con pronósticos favorables. Los análisis de derechas, algunas izquierdas -¿izquierdas?- están en crisis.
Este cuadro ganado con política no significa un triunfo definitivo: no lo hay, peleamos contra los Estados Unidos. A estas horas, con un ejercicio militar a poco de concretarse en la frontera entre Perú, Brasil y Colombia, deben hacer cálculos de cómo rearmar una estrategia de toma del poder. ¿Intentarán una intervención directa y camuflada para acelerar el tiempo? ¿Apostarán al mediano plazo con la permanencia de la ofensiva económica?
Tenemos la iniciativa política. El empate se volcó a nuestro favor, y, desde esa posibilidad -ya no estamos contra las cuerdas- aparece el pedido de resoluciones económicas. Emerge, como muchos pedidos, de manera desorganizada, en redes sociales, análisis en programas de televisión, comunicados de organizaciones populares, conversaciones callejeras espontáneas. Es real, tan real como una situación material que desmejora para las clases populares -¿para alguien más?-, la base histórica del chavismo, su territorio de gestación y fuerza ante las batallas más difíciles. Los números no cierran, es una evidencia que golpea cada día.
Es evidente también -demostrarlo es una batalla comunicacional central- que la crisis económica es parte de la estrategia de guerra prolongada. Su diseño viene desde los Estados Unidos, en conjunto con una trama de poder económico nacional y transnacional, que tiene a su vez elementos / responsabilidades internas. Interno significa en el bloque nuestro. Situar únicamente el problema económico en el frente enemigo, es cerrar el análisis que puede conducir a conexiones, nuestras contradicciones, es clausurar una dimensión sin la cual no parece posible comprender por qué no logramos estabilizar la situación. ¿El enemigo es demasiado poderoso? ¿Dónde está el enemigo?
Una respuesta la dio el presidente al afirmar que el enemigo principal es, junto con los Estados Unidos, la corrupción. A medida que el Fiscal General informa de la investigación y los arrestos emerge la dimensión económica a la que nos enfrentamos: desfalco, déficit, disminución de la producción en el área petrolera, sobrefacturación en las importaciones, robo en miles de millones de dólares. Mafias en áreas estratégicas de la economía. Pelear con armas dañadas dificulta cualquier combate.
Resulta llamativo que este nudo crítico no se amplifique comunicacionalmente, quede reducido a contados voceros y momentos breves en los medios propios. Puede explicarse por la dificultad para abordarlo en términos conceptuales -cómo se analizan las causas, el desarrollo, la profundización- la dificultad para abrir un tema que necesariamente conduce a la revisión interna, la lógica política/comunicacional que solo sabe construir un relato feliz del país, la cultura burocrática-autoritaria que cierra debates con frases maximalistas cargadas de un orden aplastante.
El enfrentamiento contra la corrupción no se ganará en lo inmediato -¿se puede derrotar definitivamente un fenómeno tan complejo?- pero permite atacar uno de los frentes principales que explican el cuadro actual. No existe una respuesta única que mágicamente pueda solucionar un problema multicausal que además de económico, es político. Y desde una mirada puesto en lo político se pueden justamente abrir algunas preguntas para intentar comprender la estrategia propia ante la guerra, una estrategia que, en este final de octubre de 2017 cuesta clarificar. No resulta claro, por ejemplo, si se busca poner un techo al aumento de precios o si se permiten aumentos que aparecen de hecho en supermercados; no queda claro tampoco si existe una voluntad de avanzar sobre quiénes nos atacan, hablo de terratenientes -que financiaron grupos paramilitares entre abril y julio-, grandes empresarios especuladores, por ejemplo, o se busca en permanencia un acuerdo al que no se llega; no se comprende por qué se entregan dólares a quienes no cumplen con su parte del acuerdo. Son algunos puntos. ¿Vamos a quitarle poder a quienes no declararon la guerra?
Las preguntas se deben a la complejidad del escenario, el silencio sobre determinados puntos, la dificultad comunicacional, la respuesta que a veces busca cerrar el debate con la afirmación que todo está resuelto en misiones/grandes misiones/clap/carnet de la patria/0800 salud.
Casi cualquier acción puede justificarse bajo el argumento de se trata de una jugada táctica en el marco de una guerra, o que no existen condiciones para hacer otra cosa -negando que las condiciones puedan desencadenarse desde una voluntad política-. La pregunta es si detrás de la táctica existe una estrategia. Es una inquietud que se enmarca dentro del chavismo, un movimiento policlasista con miradas diferentes e intereses económicos que a veces también lo son, y centran, en este caso, la priorización del privado por sobre lo estatal y lo comunal/social. Eso conlleva implicancias políticas, ideológicas y económicas.
Se podrá argumentar que no son debates para dar hasta que no se consolide el poder político -municipales y presidenciales- o que solo la batalla contra la corrupción es en sí un frente demasiado grande. El problema es que mientras se busca el acuerdo que no resulta con los mismos que se pone como responsables de la situación, un kilo de queso cuesta 50 mil bolívares, los pronósticos no indican que el aumento se detendrá, y el discurso construido parece muchas veces impermeable a esa realidad. Resulta difícil medir el daño subterráneo, sobre la subjetividad, que causa este cuadro económico sostenido. Pero opera, trabaja en el silencio cotidiano sobre un movimiento histórico que es, para retomar a John William Cooke, la identidad política del pueblo trabajador venezolano -algo que la derecha no logra incorporar a sus análisis, aunque está presente en la idea de resetear la sociedad para poder gobernarla.
Estamos en una condición que pocos pensaban meses atrás. Tenemos iniciativa política, una unidad que se ha mantenido, una oposición enfrentada entre sí. En lo económico están condensados los ataques y las contradicciones. Creo que existe un consenso para tomar medidas de guerra ante este cuadro de guerra dirigido desde los Estados Unidos. Las necesitamos.
Situar únicamente el problema económico en el frente enemigo, es cerrar el análisis que puede conducir a conexiones, nuestras contradicciones, es clausurar una dimensión sin la cual no parece posible comprender por qué no logramos estabilizar la situación. ¿El enemigo es demasiado poderoso? ¿Dónde está el enemigo?
Marco Teruggi / Cubadebate
Pocos habrían acertado hace unos meses en pronosticar que instalaríamos una Asamblea Nacional Constituyente y ganaríamos dieciocho gobernaciones. Estas sucesivas victorias quedarán para la historia como una lección de batalla política, de manejo de tiempos y escenarios. La honestidad deberá decir que quien comandó fue Nicolás Maduro. Es necesario reconocerlo: estamos en guerra y el presidente dirige el bloque chavista. Lo hace mejor que el enemigo, que, en estos días, ha dado una muestra de desbandada pública, de lo que sucede con un ejército de generales de poca monta que se disparan entre sí y, a veces, a sus propios pies.
Hemos ganado algo vital: poder político, es decir tiempo. Además de haber reencauzado el conflicto al camino electoral. De haber fallado la táctica podríamos estar en el escenario que buscó imponer la derecha, una confrontación nacionalizada, una generalización de asedios y asaltos. En cambio, vamos hacia las elecciones municipales, luego presidenciales, sin garantías -no las hay en política- pero con pronósticos favorables. Los análisis de derechas, algunas izquierdas -¿izquierdas?- están en crisis.
Este cuadro ganado con política no significa un triunfo definitivo: no lo hay, peleamos contra los Estados Unidos. A estas horas, con un ejercicio militar a poco de concretarse en la frontera entre Perú, Brasil y Colombia, deben hacer cálculos de cómo rearmar una estrategia de toma del poder. ¿Intentarán una intervención directa y camuflada para acelerar el tiempo? ¿Apostarán al mediano plazo con la permanencia de la ofensiva económica?
Tenemos la iniciativa política. El empate se volcó a nuestro favor, y, desde esa posibilidad -ya no estamos contra las cuerdas- aparece el pedido de resoluciones económicas. Emerge, como muchos pedidos, de manera desorganizada, en redes sociales, análisis en programas de televisión, comunicados de organizaciones populares, conversaciones callejeras espontáneas. Es real, tan real como una situación material que desmejora para las clases populares -¿para alguien más?-, la base histórica del chavismo, su territorio de gestación y fuerza ante las batallas más difíciles. Los números no cierran, es una evidencia que golpea cada día.
Es evidente también -demostrarlo es una batalla comunicacional central- que la crisis económica es parte de la estrategia de guerra prolongada. Su diseño viene desde los Estados Unidos, en conjunto con una trama de poder económico nacional y transnacional, que tiene a su vez elementos / responsabilidades internas. Interno significa en el bloque nuestro. Situar únicamente el problema económico en el frente enemigo, es cerrar el análisis que puede conducir a conexiones, nuestras contradicciones, es clausurar una dimensión sin la cual no parece posible comprender por qué no logramos estabilizar la situación. ¿El enemigo es demasiado poderoso? ¿Dónde está el enemigo?
Una respuesta la dio el presidente al afirmar que el enemigo principal es, junto con los Estados Unidos, la corrupción. A medida que el Fiscal General informa de la investigación y los arrestos emerge la dimensión económica a la que nos enfrentamos: desfalco, déficit, disminución de la producción en el área petrolera, sobrefacturación en las importaciones, robo en miles de millones de dólares. Mafias en áreas estratégicas de la economía. Pelear con armas dañadas dificulta cualquier combate.
Resulta llamativo que este nudo crítico no se amplifique comunicacionalmente, quede reducido a contados voceros y momentos breves en los medios propios. Puede explicarse por la dificultad para abordarlo en términos conceptuales -cómo se analizan las causas, el desarrollo, la profundización- la dificultad para abrir un tema que necesariamente conduce a la revisión interna, la lógica política/comunicacional que solo sabe construir un relato feliz del país, la cultura burocrática-autoritaria que cierra debates con frases maximalistas cargadas de un orden aplastante.
El enfrentamiento contra la corrupción no se ganará en lo inmediato -¿se puede derrotar definitivamente un fenómeno tan complejo?- pero permite atacar uno de los frentes principales que explican el cuadro actual. No existe una respuesta única que mágicamente pueda solucionar un problema multicausal que además de económico, es político. Y desde una mirada puesto en lo político se pueden justamente abrir algunas preguntas para intentar comprender la estrategia propia ante la guerra, una estrategia que, en este final de octubre de 2017 cuesta clarificar. No resulta claro, por ejemplo, si se busca poner un techo al aumento de precios o si se permiten aumentos que aparecen de hecho en supermercados; no queda claro tampoco si existe una voluntad de avanzar sobre quiénes nos atacan, hablo de terratenientes -que financiaron grupos paramilitares entre abril y julio-, grandes empresarios especuladores, por ejemplo, o se busca en permanencia un acuerdo al que no se llega; no se comprende por qué se entregan dólares a quienes no cumplen con su parte del acuerdo. Son algunos puntos. ¿Vamos a quitarle poder a quienes no declararon la guerra?
Las preguntas se deben a la complejidad del escenario, el silencio sobre determinados puntos, la dificultad comunicacional, la respuesta que a veces busca cerrar el debate con la afirmación que todo está resuelto en misiones/grandes misiones/clap/carnet de la patria/0800 salud.
Casi cualquier acción puede justificarse bajo el argumento de se trata de una jugada táctica en el marco de una guerra, o que no existen condiciones para hacer otra cosa -negando que las condiciones puedan desencadenarse desde una voluntad política-. La pregunta es si detrás de la táctica existe una estrategia. Es una inquietud que se enmarca dentro del chavismo, un movimiento policlasista con miradas diferentes e intereses económicos que a veces también lo son, y centran, en este caso, la priorización del privado por sobre lo estatal y lo comunal/social. Eso conlleva implicancias políticas, ideológicas y económicas.
Se podrá argumentar que no son debates para dar hasta que no se consolide el poder político -municipales y presidenciales- o que solo la batalla contra la corrupción es en sí un frente demasiado grande. El problema es que mientras se busca el acuerdo que no resulta con los mismos que se pone como responsables de la situación, un kilo de queso cuesta 50 mil bolívares, los pronósticos no indican que el aumento se detendrá, y el discurso construido parece muchas veces impermeable a esa realidad. Resulta difícil medir el daño subterráneo, sobre la subjetividad, que causa este cuadro económico sostenido. Pero opera, trabaja en el silencio cotidiano sobre un movimiento histórico que es, para retomar a John William Cooke, la identidad política del pueblo trabajador venezolano -algo que la derecha no logra incorporar a sus análisis, aunque está presente en la idea de resetear la sociedad para poder gobernarla.
Estamos en una condición que pocos pensaban meses atrás. Tenemos iniciativa política, una unidad que se ha mantenido, una oposición enfrentada entre sí. En lo económico están condensados los ataques y las contradicciones. Creo que existe un consenso para tomar medidas de guerra ante este cuadro de guerra dirigido desde los Estados Unidos. Las necesitamos.
miércoles, noviembre 01, 2017
domingo, octubre 29, 2017
domingo, octubre 22, 2017
miércoles, octubre 11, 2017
Hermann Escarrá: En Venezuela no hay ruptura del orden constitucional (+Video completo)
Hermann Escarra en el programa Encendidos de VTV, 3 abril 2017
El abogado constitucionalista Hermann Escarrá afirmó este lunes que en la República Bolivariana de Venezuela no existe ruptura del orden constitucional y aseguró que no puede realizarse un juicio penal en contra de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), por las sentencia 155 y 156, pues actuaron en el marco de sus competencias.
Texto: Correo del Orinoco
En el país “no hay una ruptura del orden constitucional, porque ese es un concepto constitucional y diferente al concepto de violación de normas constitucionales. Cuando hay ruptura es porque se da un golpe de Estado, se sustituyó el poder o se derogó la Constitución”, explicó durante el programa “Encedidos” que transmite Venezolana de Televisión, conducido por Ana María Ocando y Francisco Solórzano.
Sobre este particular, señaló que la Asamblea Nacional, actualmente en desacato y de mayoría opositora, iniciará “su circo mediático sin ningún argumento” para la remoción de los magistrados de la Sala Constitucional del máximo tribunal y establecer responsabilidades tras las sentencias emitidas la semana pasada.
Escarrá dijo que “eso carece de validez jurídica” y acotó que “la única manera para que eso se genere es demostrar que se le pagó a uno de esos magistrados para que realizaran esa sentencia (…) Ahí si deben destituirlos y abrir un procedimiento”.
El constitucionalista también señaló que el presidente de la República, Nicolás Maduro, “en ningún momento ha violentado la inmunidad parlamentaria de quienes están en desacato frente a la Constitución. Ellos tienen que saber que cuando los diputados actúan fuera del reglamento pierden su inmunidad”.
Escarrá señaló que las acciones están bajo “nuestra Constitución, ya que los magistrados (del TSJ) actuaron conforme a ley y expresaron su opinión a través de una sentencia”. Desde que inicio el año 2017 el Parlamento Nacional no ha hacho nada por los venezolanos y las leyes, fustigó el abogado.
lunes, octubre 09, 2017
domingo, octubre 08, 2017
lunes, septiembre 25, 2017
sábado, septiembre 09, 2017
lunes, septiembre 04, 2017
domingo, septiembre 03, 2017
viernes, septiembre 01, 2017
jueves, agosto 31, 2017
domingo, agosto 27, 2017
jueves, agosto 24, 2017
miércoles, agosto 23, 2017
SITUACIÓN EN VENEZUELA 23 DE AGOSTO - Fiscal General Tarek William Saab ...
SITUACIÓN EN VENEZUELA 23 DE AGOSTO - Fiscal General Tarek William Saab - Acusación a Luisa Ortega (DALE CLIP AL VINCULO SIGUIENTE ABAJO, PARA IR AL VIDEO)
domingo, agosto 20, 2017
domingo, agosto 13, 2017
martes, agosto 08, 2017
lunes, agosto 07, 2017
domingo, agosto 06, 2017
sábado, julio 29, 2017
Con Nuestra América: Venezuela, país de la primera vez
Venezuela, país de la primera vez
Venezuela está signada por la historia para ser un país de primeras veces y seguirá forjando su futuro y trazando un derrotero en la historia cuando la primigenia de sus acciones señale la paz y la luz, al mismo tiempo que las borrará rápidamente cuando se orienten a la guerra y la oscuridad.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
Después de lo ocurrido en Brasil el año pasado, cuando la presidenta Dilma Rousseff fue destituida ilegalmente utilizando todo tipo de argucias para apartarla del poder, uno suponía que había visto todo respecto de cuánto están dispuestas a hacer y hasta donde son capaces de llegar los sectores conservadores y retrógrados de la sociedad, para recuperar un espacio de poder perdido ante gobiernos que sin cambiar profundamente el sistema, lo único que pretendieron hacer fue, una redistribución un poco más equitativa del ingreso que permitiera dignificar a grandes sectores populares que se encontraban excluidos y no existían cuando de desarrollo y modernidad se hablaba.
Pero, los acontecimientos de los últimos meses en Venezuela echan al traste cualquier cálculo que se pudiera haber hecho respecto del talante democrático de los sectores oligárquicos que durante siglos aparecían como los grandes defensores de ese sistema, ahora dejando claro que ello era válido, sólo mientras le sirvió para acumular riquezas, expoliar recursos y avasallar indiscriminadamente a los que se oponían.
Una simple mirada a los hechos recientes permite concluir que la basura propagandística y la falsedad mediática, hacen que Goebbels parezca un “niño de teta” ante las monstruosas aseveraciones pre fabricadas para engañar a la opinión pública. Increíblemente, eso se ha transformado en algo “normal”, presidentes, ministros, parlamentarios y por supuesto, las transnacionales de la comunicación mienten impunemente, solo sustentados en declaraciones no fundamentadas, a partir de opiniones emanadas sin responsabilidad en las redes sociales o elementales trucajes que como acaba de ocurrir en Venezuela con una foto publicado en el pasquín “El País” de España de no ser desmentidas de inmediato pasan al imaginario de los ciudadanos como verdades indesmentibles. Otro hecho similar acaeció con el periódico La Tercera propiedad del principal grupo de comunicaciones golpista de Chile, que publicó una supuesta entrevista, que nunca se hizo, al ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, mediador internacional en el conflicto venezolano. El método se va haciendo rutina: lanzan la noticia, sabiendo que es falsa o por lo menos sin comprobar su veracidad, después se disculpan, pero en el subconsciente, el mal ya está hecho. Está estudiado para que así sea.
Pero, en Venezuela no sólo eso se ha visto. Se sabía de la participación directa de sacerdotes y jerarcas católicos en la realización de torturas por parte de las dictaduras de seguridad nacional que inundaron Nuestra América en las últimas décadas del siglo pasado, incluso de la bendición y sacramento concedidos a asesinos y torturadores, pero se mantenía el prurito del silencio y la acción subterránea para evitar “escándalos”, sin que jamás el establishment vaticano o el propio Papa hicieran algo para condenar tales ejecutorias. Hoy, cuando es públicamente conocido el carácter ajeno a cualquier supuesta ética religiosa, de las acciones de sacerdotes, obispos y hasta cardenales en todo el mundo, que han sido acusados por delitos de pederastia en algunos casos, o del ámbito económico en otros, la iglesia católica venezolana agrega, a esas prácticas, por primera vez las de santificación y comunión de delitos terroristas que incluyen el asesinato, la quema viva de personas (rememorando la inquisición, que tal vez deseen que vuelva) o el ataque a centros de salud infantiles, entre otros. Esta vez, vale decirlo, sin el consentimiento del Papa Francisco, pero con el apoyo del aparato del Vaticano, que utiliza a Venezuela como otra arma interna para ponerle obstáculos. Tal vez sea la primera oportunidad en la historia en que los obispos y la Conferencia episcopal de un país hacen oposición abierta a un Papa.
En otro ámbito, se conocieron las declaraciones del director de la CIA estadounidense Mike Pompeo, en las que aseveró que había sostenido encuentros con representantes de los gobiernos de Colombia y México para cooperar, a fin de provocar la salida abrupta del presidente Maduro. Aunque en América Latina conocemos desde hace décadas los desmanes de la CIA, es la primera ocasión que un funcionario de tan alto rango de esa agencia de inteligencia, acepta abiertamente que se propone derrocar a un gobierno elegido democráticamente y que para ello va a usar a otros países. Los gobiernos de los presidentes Santos Y Peña Nieto se apresuraron a desmentir que estuvieran participando de un complot contra Venezuela, pero no refutaron a Pompeo, lo cual además poco importa por su conocida subordinación y lealtad a la potencia imperial.
También en Venezuela, es primera vez que se produce el absurdo de intentar paralizar acciones e impedir el funcionamiento del comercio y los servicios, amenazando y atacando de manera prioritaria a quienes conforman la base social de la oposición, los que aterrorizados por la violencia fascista que los perturba, prefieren el silencio ante el miedo que pueda significar el rechazo a medidas que afectan la propiedad privada de parte de quienes dicen defenderla.
De la misma manera, pero en el plano internacional, es la primera ocasión que un secretario general de la OEA, desesperado porque como Canciller de Uruguay no pudo impedir que Venezuela entrara a Mercosur y que en su actual cargo no tuvo capacidad para convencer a la región de aplicar la Cláusula Democrática a Venezuela, asista al Comité de Asuntos Exteriores del Senado de Estados Unidos a solicitar se apliquen mayores sanciones económicas al país. En el mismo tono, el ex presidente español Felipe González, despechado y molesto porque el Presidente Chávez rechazó vender por su intermedio la estatal de comunicaciones CANTV a Carlos Slim, patrón del español, privándole con ello de una gigantesca comisión, desató su furia contra Venezuela aseverando que “A mí lo único que se me ocurre como solución [para Venezuela] es que hubiera una intervención militar”.
Asimismo, no había habido una ocasión anterior, en la que un dirigente político de la oposición de Venezuela, como lo es el diputado Freddy Guevara, llamara a repetir como necesario para el país, un golpe de Estado similar al de Pinochet en Chile, que causó decenas de miles de muertos, torturados, desaparecidos y exiliados. Supongo, -aunque no estoy seguro- que ello puede haber causado estupor en ese país, sabiendo que su clase política, (con contadas y honrosas excepciones), encabezada por su presidenta, han apoyado incondicionalmente al terrorismo en Venezuela, incluso olvidando que algunos de ellos y sus familias fueron víctimas directas o indirectas del dictador.
Pero, Venezuela también fue el primer país de la región que organizó y financió un ejército que, bajo el mando del Libertador Simón Bolívar, atravesó las fronteras del país, no para conquistar territorios, ni esquilmar riquezas, sino para llevar la independencia y la libertad a pueblos hermanos, entregando esfuerzo, sacrifico, sudor y sangre en las batallas. Las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas hoy, son herederas de esas tradiciones. Por ello cada oficial, lleva con orgullo en su uniforme el estandarte que le designa como “forjador de libertades”.
La patria de Bolívar, fue también el primer país en el que un golpe de Estado forjado por el sector empresarial y la derecha más cavernaria, con el apoyo de una facción de militares al servicio de la oligarquía, fuera derrotado en 2002, por la movilización masiva del pueblo en alianza con las Fuerzas Armadas, para reponer en el poder al presidente constitucional del país, el Comandante Hugo Chávez.
Es bueno reflexionar y recordarlo, Venezuela está signada por la historia para ser un país de primeras veces y seguirá forjando su futuro y trazando un derrotero en la historia cuando la primigenia de sus acciones señale la paz y la luz, al mismo tiempo que las borrará rápidamente cuando se orienten a la guerra y la oscuridad. Es la condición natural de este pueblo alegre que no aceptará jamás la violencia y la confrontación como forma de hacer política, aunque a los poderes globales, a los gobiernos neoliberales de la región y en especial al de Estados Unidos no le guste.
Con Nuestra América: La CIA y la contrarrevolución en Venezuela
La CIA y la contrarrevolución en Venezuela
¿Puede la dirigencia norteamericana — la real, el “deep state” como dicen sus más lúcidos observadores, no los mascarones de proa que despachan desde la Casa Blanca— ser tan pero tan inepta como para desentenderse de la suerte que pueda correr la lucha planteada contra la Revolución Bolivariana en el país que cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo?
Atilio Borón / Rebelion
¿Puede la dirigencia norteamericana — la real, el “deep state” como dicen sus más lúcidos observadores, no los mascarones de proa que despachan desde la Casa Blanca— ser tan pero tan inepta como para desentenderse de la suerte que pueda correr la lucha planteada contra la Revolución Bolivariana en el país que cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo?
Atilio Borón / Rebelion
La sociedad capitalista tiene como uno de sus rasgos principales la opacidad. Si en los viejos modos de producción precapitalistas la opresión y la explotación de los pueblos saltaba a la vista y adquiría inclusive una expresión formal e institucional en jerarquías y potestades, en el capitalismo prevalece la oscuridad y, con ella, el desconcierto y la confusión. Fue Marx quien con el descubrimiento de la plusvalía descorrió el velo que ocultaba la explotación a la que eran sometidos los trabajadores “libres”, emancipados del yugo medieval. Y fue él también quien denunció el fetichismo de la mercancía en una sociedad en donde todo se convierte en mercancía y por lo tanto todo se presenta fantasmagóricamente ante los ojos de la población.
Lo anterior viene a cuento de la negación sobre el papel de la CIA en la vida política de los países latinoamericanos, aunque no sólo en ellos. Su permanente activismo es insoslayable y no puede pasar desapercibido para una mirada mínimamente atenta. Peso a ello al hablarse de la crisis en Venezuela –para tomar el ejemplo que ahora nos preocupa- y las amenazas que se ciernen sobre ese país hermano a la “Agencia” nunca se la nombra, salvo pocas y aisladas excepciones. La confusión que con su opacidad y su fetichismo genera la sociedad capitalista se cobra nuevas víctimas en el campo de la izquierda. No debería sorprender que la derecha alentara ese encubrimiento de la CIA.
La prensa hegemónica —en realidad, la prensa corrupta y canalla— jamás la menciona. Es un tema tabú para estos impostores seriales. Ni a ella, la CIA, ni a ninguna de las otras quince agencias que constituyen en conjunto lo que en Estados Unidos amablemente se denomina “comunidad de inteligencia”. Eufemismos aparte, es un temible conglomerado de dieciséis pandillas criminales financiadas con fondos del Congreso de Estados Unidos y cuya misión es doble: recoger y analizar información y, sobre todo, intervenir activamente en los diversos escenarios nacionales con un rango de acción que va desde el manejo y la manipulación de la información y el control de los medios de comunicación hasta la captación de líderes sociales, funcionarios y políticos, la creación de organizaciones de pantalla disimuladas como inocentes e insospechadas ONGs dedicadas a inobjetables causas humanitarias hasta el asesinato de líderes sociales y políticos molestos y la infiltración en — y destrucción de— toda clase de organizaciones populares. Varios arrepentidos y asqueados ex agentes de la CIA han descrito todo lo anterior en sumo detalle, con nombres y fechas, lo que me excusa de abundar sobre el tema. [1]
Que la derecha sea cómplice del encubrimiento del protagonismo de los aparatos de inteligencia de Estados Unidos es comprensible. Son parte del mismo bando y protege con un muro de silencio a sus compinches y sicarios. Lo que es absolutamente incomprensible es que representantes de algunos sectores de la izquierda — notablemente el trotksismo— , el progresismo y cierta intelectualidad atrapada en los embriagantes vapores del posmodernismo se inscriban en este negacionismo donde no sólo la CIA desaparece del horizonte de visibilidad sino también el imperialismo. Estas dos palabras, CIA e imperialismo, ni por asomo irrumpen en los numerosos textos escritos por personeros de aquellas corrientes acerca del drama que hoy se desenvuelve en Venezuela y que, ante sus ojos, parece tener como único responsable al gobierno bolivariano. Quienes se inscriben en esa errónea — insanablemente errónea— perspectiva de interpretación se olvidan también de la lucha de clases, que brilla por su ausencia sobre todo en los análisis de supuestos marxistas que no son otra cosa que “marxólogos”, esto es, cultos doctores embriagados por las palabras, como a veces decía Trotsky, pero que no comprenden la teoría ni mucho menos la metodología del análisis marxista y por eso ante los ataques que sufre la revolución bolivariana exhiben una gélida indiferencia que, en los hechos, se convierte en complacencia con los reaccionarios planes del imperio.
Toda esta horrible confusión, estimulada como decíamos al comienzo por la naturaleza misma de la sociedad capitalista, se disipa en cuanto se recuerda el sinfín de intervenciones criminales que la CIA llevó a cabo en América Latina (y en donde fuera necesario) para desestabilizar procesos reformistas o revolucionarios. Una somera enumeración a vuelo de pájaro, inevitablemente incompleta, subrayaría el siniestro papel desempeñado por “la Agencia” en Guatemala, en 1954, derrocando al gobierno de Jacobo Árbenz organizando una invasión dirigida por un coronel mercenario, Carlos Castillo Armas, quien luego de hacer lo que le fuera ordenado sería asesinado tres años después en el Palacio Presidencial. Sigamos: Haití, en 1959, sosteniendo al por entonces amenazado régimen de François Duvalier y garantizando la perpetuidad y el apoyo a esa criminal dinastía hasta 1986.
Ni hablemos del intenso involucramiento de “la Agencia” en Cuba, desde los comienzos mismos de la Revolución Cubana, actividad que continúa hasta el día de hoy y que registra como uno de sus principales hitos la invasión de Playa Girón en 1961; o en Brasil, 1964, asumiendo un activísimo papel en el golpe militar que derribó al gobierno de Joao Goulart y sumió a ese país sudamericano en una brutal dictadura que perduró por dos décadas; en Santo Domingo, República Dominicana, en 1965, apoyando la intervención de los marines luchando contra los patriotas dirigidos por el Coronel Francisco Caamaño Deño; en Bolivia, en 1967, organizando la cacería del Che y ordenando su cobarde ejecución una vez que había caído herido y capturado en combate. La CIA permaneció en el terreno y ante la radicalización política que tenía lugar en Bolivia conspiró para derribar el gobierno popular de Juan J. Torres en 1971. En Uruguay, en 1969, cuando la CIA envió a Dan Mitrione, un especialista en técnicas de tortura, para entrenar a los militares y la policía para arrancar confesiones a los Tupamaros. Mitrione fue ajusticiado por estos en 1970, pero la dictadura instalada por “la embajada” desde 1969 perduró hasta 1985; en Chile, desde comienzos de los años sesenta e intensificando su acción con la complicidad del gobierno democristiano de Eduardo Frei. La misma noche en que Salvador Allende ganara las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970 el presidente Richard Nixon convocó de urgencia al Consejo Nacional de Seguridad y ordenó a la CIA que impidiera por todos los medios la asunción del líder chileno y, en caso de tal cosa ser imposible, no ahorrar esfuerzos ni dinero para derrocarlo. “Ni un tornillo ni una tuerca para Chile” dijo ese patán que luego sería desalojado de la Casa Blanca por un juicio político. En Argentina, en 1976, la CIA y la embajada fueron activas colaboradoras de la dictadura genocida del general Jorge R. Videla, contando inclusive con la desembozada ayuda y consejo del por entonces Secretario de Estado Henry Kissinger; en Nicaragua, sosteniendo contra viento y marea a la dictadura somocista y, a partir del triunfo del sandinismo, organizando a la “contra” apelando inclusive al tráfico ilegal de armas y drogas desde la misma Casa Blanca para lograr sus objetivos; en El Salvador, desde 1980, para contener el avance de la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, involucrándose activamente durante los doce años que duró la guerra civil que dejó un saldo de más de 75.000 muertos. En Granada, liquidando al gobierno marxista de Maurice Bishop. En Panamá, 1989, invasión orquestada por la CIA para derrocar a Manuel Noriega, un ex agente que pensó que podía independizarse de sus jefes, ocasionando al menos 3.000 muertos en la población. En Perú, a partir de 1990, la CIA colaboró con el presidente Alberto Fujimori y su Jefe del Servicio de Inteligencia, Vladimiro Montesinos para organizar fuerzas paramilitares para combatir a Sendero Luminoso y, de paso, cuando izquierdista se les pusiera a tiro, o dejando un saldo luctuoso que se mide en miles de víctimas. Dados estos antecedentes, ¿alguien podría pensar que la CIA ha permanecido de brazos cruzados ante la presencia de las FARC-EP y el ELN en Colombia, donde Estados Unidos cuenta con siete bases militares para el despliegue de sus fuerzas? ¿O que no actúa sistemáticamente para corroer las bases de sustentación de gobiernos como los de Evo Morales y, en su momento, de Rafael Correa y hoy Lenín Moreno? ¿O que se ha retirado a cuarteles de invierno y dejado de actuar en Argentina, Brasil, y en toda esta inmensa región constituida por América Latina y el Caribe, considerada con justa razón como la reserva estratégica del imperio? Sólo por un alarde de ignorancia o ingenuidad podría pensarse tal cosa.
¿Puede, por lo tanto, alguien sorprenderse del protagonismo que la CIA está teniendo hoy en Venezuela, el “punto caliente” del hemisferio occidental? ¿Puede la dirigencia norteamericana — la real, el “deep state” como dicen sus más lúcidos observadores, no los mascarones de proa que despachan desde la Casa Blanca— ser tan pero tan inepta como para desentenderse de la suerte que pueda correr la lucha planteada contra la Revolución Bolivariana en el país que cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo?
Puede que para el trotskismo latinoamericano y otras corrientes igualmente extraviadas en la estratósfera política la MUD y el chavismo “sean lo mismo” y no provoque en esas corrientes otra cosa que una suicida indiferencia. Pero los administradores imperiales, que saben lo que está en juego, son conscientes de que la única opción que tienen para apoderarse del petróleo venezolano — objetivo no declarado pero excluyente de Washington— es acabar con el gobierno de Nicolás Maduro dejando de lado cualquier escrúpulo con tal de obtener ese resultado, desde quemar vivas a personas a incendiar hospitales y guarderías infantiles . Saben también que el “cambio de régimen” en Venezuela sería un triunfo extraordinario del imperialismo norteamericano porque, instalando en Caracas a sus peones y lacayos, los mismos que se enorgullecen de su condición de lamebotas del imperio, ese país se convertiría de facto en un protectorado norteamericano, montando una farsa pseudodemocrática — como la que ya hay en varios países de la región— que sólo una nueva oleada revolucionaria podría llegar a desbaratar.
Y ante esa opción, imperio versus chavismo, no hay neutralidad que valga. No nos da lo mismo, ¡no puede darnos lo mismo una cosa o la otra! Porque por más defectos, errores y deformaciones que haya sufrido el proceso iniciado por Chávez en 1999; por más responsabilidad que tenga el presidente Nicolás Maduro en evitar la desestabilización de su gobierno, los aciertos históricos del chavismo superan ampliamente sus desaciertos y ponerlo a salvo de la agresión norteamericana y sus sirvientes es una obligación moral y política insoslayable para quienes dicen defender al socialismo, la autodeterminación nacional y la revolución anticapitalista.
Y esto, nada menos que esto, es lo que está en juego los próximos días en la tierra de Bolívar y de Chávez, y en esta encrucijada nadie puede apelar a la neutralidad o la indiferencia. Sería bueno recordar la advertencia que Dante colocó a la entrada del Séptimo Círculo del Infierno: “este lugar, el más horrendo y ardiente del Infierno, está reservado para aquellos que en tiempos de crisis moral optaron por la neutralidad”. Tomar nota.
Nota:
[1] Ver John Perkins, Confesiones de un gángster económico. La cara oculta del imperialismo norteamericano (Barcelona: Ediciones Urano, 2005). Edición original: Título original: Confessions of an Economic Hit Man First published by Berrett-Koehler Publishers, Inc., San Francisco, CA, USA. Ver también el texto pionero de Philip Agee, de 1975, Inside the Company,y publicado en la Argentina bajo el título La CIA por dentro. Diario de un espía (Buenos Aires: Editorial Sudamericana 1987).
Lo anterior viene a cuento de la negación sobre el papel de la CIA en la vida política de los países latinoamericanos, aunque no sólo en ellos. Su permanente activismo es insoslayable y no puede pasar desapercibido para una mirada mínimamente atenta. Peso a ello al hablarse de la crisis en Venezuela –para tomar el ejemplo que ahora nos preocupa- y las amenazas que se ciernen sobre ese país hermano a la “Agencia” nunca se la nombra, salvo pocas y aisladas excepciones. La confusión que con su opacidad y su fetichismo genera la sociedad capitalista se cobra nuevas víctimas en el campo de la izquierda. No debería sorprender que la derecha alentara ese encubrimiento de la CIA.
La prensa hegemónica —en realidad, la prensa corrupta y canalla— jamás la menciona. Es un tema tabú para estos impostores seriales. Ni a ella, la CIA, ni a ninguna de las otras quince agencias que constituyen en conjunto lo que en Estados Unidos amablemente se denomina “comunidad de inteligencia”. Eufemismos aparte, es un temible conglomerado de dieciséis pandillas criminales financiadas con fondos del Congreso de Estados Unidos y cuya misión es doble: recoger y analizar información y, sobre todo, intervenir activamente en los diversos escenarios nacionales con un rango de acción que va desde el manejo y la manipulación de la información y el control de los medios de comunicación hasta la captación de líderes sociales, funcionarios y políticos, la creación de organizaciones de pantalla disimuladas como inocentes e insospechadas ONGs dedicadas a inobjetables causas humanitarias hasta el asesinato de líderes sociales y políticos molestos y la infiltración en — y destrucción de— toda clase de organizaciones populares. Varios arrepentidos y asqueados ex agentes de la CIA han descrito todo lo anterior en sumo detalle, con nombres y fechas, lo que me excusa de abundar sobre el tema. [1]
Que la derecha sea cómplice del encubrimiento del protagonismo de los aparatos de inteligencia de Estados Unidos es comprensible. Son parte del mismo bando y protege con un muro de silencio a sus compinches y sicarios. Lo que es absolutamente incomprensible es que representantes de algunos sectores de la izquierda — notablemente el trotksismo— , el progresismo y cierta intelectualidad atrapada en los embriagantes vapores del posmodernismo se inscriban en este negacionismo donde no sólo la CIA desaparece del horizonte de visibilidad sino también el imperialismo. Estas dos palabras, CIA e imperialismo, ni por asomo irrumpen en los numerosos textos escritos por personeros de aquellas corrientes acerca del drama que hoy se desenvuelve en Venezuela y que, ante sus ojos, parece tener como único responsable al gobierno bolivariano. Quienes se inscriben en esa errónea — insanablemente errónea— perspectiva de interpretación se olvidan también de la lucha de clases, que brilla por su ausencia sobre todo en los análisis de supuestos marxistas que no son otra cosa que “marxólogos”, esto es, cultos doctores embriagados por las palabras, como a veces decía Trotsky, pero que no comprenden la teoría ni mucho menos la metodología del análisis marxista y por eso ante los ataques que sufre la revolución bolivariana exhiben una gélida indiferencia que, en los hechos, se convierte en complacencia con los reaccionarios planes del imperio.
Toda esta horrible confusión, estimulada como decíamos al comienzo por la naturaleza misma de la sociedad capitalista, se disipa en cuanto se recuerda el sinfín de intervenciones criminales que la CIA llevó a cabo en América Latina (y en donde fuera necesario) para desestabilizar procesos reformistas o revolucionarios. Una somera enumeración a vuelo de pájaro, inevitablemente incompleta, subrayaría el siniestro papel desempeñado por “la Agencia” en Guatemala, en 1954, derrocando al gobierno de Jacobo Árbenz organizando una invasión dirigida por un coronel mercenario, Carlos Castillo Armas, quien luego de hacer lo que le fuera ordenado sería asesinado tres años después en el Palacio Presidencial. Sigamos: Haití, en 1959, sosteniendo al por entonces amenazado régimen de François Duvalier y garantizando la perpetuidad y el apoyo a esa criminal dinastía hasta 1986.
Ni hablemos del intenso involucramiento de “la Agencia” en Cuba, desde los comienzos mismos de la Revolución Cubana, actividad que continúa hasta el día de hoy y que registra como uno de sus principales hitos la invasión de Playa Girón en 1961; o en Brasil, 1964, asumiendo un activísimo papel en el golpe militar que derribó al gobierno de Joao Goulart y sumió a ese país sudamericano en una brutal dictadura que perduró por dos décadas; en Santo Domingo, República Dominicana, en 1965, apoyando la intervención de los marines luchando contra los patriotas dirigidos por el Coronel Francisco Caamaño Deño; en Bolivia, en 1967, organizando la cacería del Che y ordenando su cobarde ejecución una vez que había caído herido y capturado en combate. La CIA permaneció en el terreno y ante la radicalización política que tenía lugar en Bolivia conspiró para derribar el gobierno popular de Juan J. Torres en 1971. En Uruguay, en 1969, cuando la CIA envió a Dan Mitrione, un especialista en técnicas de tortura, para entrenar a los militares y la policía para arrancar confesiones a los Tupamaros. Mitrione fue ajusticiado por estos en 1970, pero la dictadura instalada por “la embajada” desde 1969 perduró hasta 1985; en Chile, desde comienzos de los años sesenta e intensificando su acción con la complicidad del gobierno democristiano de Eduardo Frei. La misma noche en que Salvador Allende ganara las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970 el presidente Richard Nixon convocó de urgencia al Consejo Nacional de Seguridad y ordenó a la CIA que impidiera por todos los medios la asunción del líder chileno y, en caso de tal cosa ser imposible, no ahorrar esfuerzos ni dinero para derrocarlo. “Ni un tornillo ni una tuerca para Chile” dijo ese patán que luego sería desalojado de la Casa Blanca por un juicio político. En Argentina, en 1976, la CIA y la embajada fueron activas colaboradoras de la dictadura genocida del general Jorge R. Videla, contando inclusive con la desembozada ayuda y consejo del por entonces Secretario de Estado Henry Kissinger; en Nicaragua, sosteniendo contra viento y marea a la dictadura somocista y, a partir del triunfo del sandinismo, organizando a la “contra” apelando inclusive al tráfico ilegal de armas y drogas desde la misma Casa Blanca para lograr sus objetivos; en El Salvador, desde 1980, para contener el avance de la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, involucrándose activamente durante los doce años que duró la guerra civil que dejó un saldo de más de 75.000 muertos. En Granada, liquidando al gobierno marxista de Maurice Bishop. En Panamá, 1989, invasión orquestada por la CIA para derrocar a Manuel Noriega, un ex agente que pensó que podía independizarse de sus jefes, ocasionando al menos 3.000 muertos en la población. En Perú, a partir de 1990, la CIA colaboró con el presidente Alberto Fujimori y su Jefe del Servicio de Inteligencia, Vladimiro Montesinos para organizar fuerzas paramilitares para combatir a Sendero Luminoso y, de paso, cuando izquierdista se les pusiera a tiro, o dejando un saldo luctuoso que se mide en miles de víctimas. Dados estos antecedentes, ¿alguien podría pensar que la CIA ha permanecido de brazos cruzados ante la presencia de las FARC-EP y el ELN en Colombia, donde Estados Unidos cuenta con siete bases militares para el despliegue de sus fuerzas? ¿O que no actúa sistemáticamente para corroer las bases de sustentación de gobiernos como los de Evo Morales y, en su momento, de Rafael Correa y hoy Lenín Moreno? ¿O que se ha retirado a cuarteles de invierno y dejado de actuar en Argentina, Brasil, y en toda esta inmensa región constituida por América Latina y el Caribe, considerada con justa razón como la reserva estratégica del imperio? Sólo por un alarde de ignorancia o ingenuidad podría pensarse tal cosa.
¿Puede, por lo tanto, alguien sorprenderse del protagonismo que la CIA está teniendo hoy en Venezuela, el “punto caliente” del hemisferio occidental? ¿Puede la dirigencia norteamericana — la real, el “deep state” como dicen sus más lúcidos observadores, no los mascarones de proa que despachan desde la Casa Blanca— ser tan pero tan inepta como para desentenderse de la suerte que pueda correr la lucha planteada contra la Revolución Bolivariana en el país que cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo?
Puede que para el trotskismo latinoamericano y otras corrientes igualmente extraviadas en la estratósfera política la MUD y el chavismo “sean lo mismo” y no provoque en esas corrientes otra cosa que una suicida indiferencia. Pero los administradores imperiales, que saben lo que está en juego, son conscientes de que la única opción que tienen para apoderarse del petróleo venezolano — objetivo no declarado pero excluyente de Washington— es acabar con el gobierno de Nicolás Maduro dejando de lado cualquier escrúpulo con tal de obtener ese resultado, desde quemar vivas a personas a incendiar hospitales y guarderías infantiles . Saben también que el “cambio de régimen” en Venezuela sería un triunfo extraordinario del imperialismo norteamericano porque, instalando en Caracas a sus peones y lacayos, los mismos que se enorgullecen de su condición de lamebotas del imperio, ese país se convertiría de facto en un protectorado norteamericano, montando una farsa pseudodemocrática — como la que ya hay en varios países de la región— que sólo una nueva oleada revolucionaria podría llegar a desbaratar.
Y ante esa opción, imperio versus chavismo, no hay neutralidad que valga. No nos da lo mismo, ¡no puede darnos lo mismo una cosa o la otra! Porque por más defectos, errores y deformaciones que haya sufrido el proceso iniciado por Chávez en 1999; por más responsabilidad que tenga el presidente Nicolás Maduro en evitar la desestabilización de su gobierno, los aciertos históricos del chavismo superan ampliamente sus desaciertos y ponerlo a salvo de la agresión norteamericana y sus sirvientes es una obligación moral y política insoslayable para quienes dicen defender al socialismo, la autodeterminación nacional y la revolución anticapitalista.
Y esto, nada menos que esto, es lo que está en juego los próximos días en la tierra de Bolívar y de Chávez, y en esta encrucijada nadie puede apelar a la neutralidad o la indiferencia. Sería bueno recordar la advertencia que Dante colocó a la entrada del Séptimo Círculo del Infierno: “este lugar, el más horrendo y ardiente del Infierno, está reservado para aquellos que en tiempos de crisis moral optaron por la neutralidad”. Tomar nota.
Nota:
[1] Ver John Perkins, Confesiones de un gángster económico. La cara oculta del imperialismo norteamericano (Barcelona: Ediciones Urano, 2005). Edición original: Título original: Confessions of an Economic Hit Man First published by Berrett-Koehler Publishers, Inc., San Francisco, CA, USA. Ver también el texto pionero de Philip Agee, de 1975, Inside the Company,y publicado en la Argentina bajo el título La CIA por dentro. Diario de un espía (Buenos Aires: Editorial Sudamericana 1987).
domingo, julio 23, 2017
sábado, julio 22, 2017
MOVIMIENTO INTEGRADOR DE MEDIOS ALTERNATIVOS Y COMUNITARIOS DEL ESTADO CARABOBO (MIMAC) COMUNICADO
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
ESTADO CARABOBO
MOVIMIENTO INTEGRADOR DE MEDIOS
ALTERNATIVOS Y COMUNITARIOS DEL
ESTADO CARABOBO (MIMAC)
C O M U N I C A D O
Nicolás Maduro Moros
Presidente Constitucional de Venezuela
1º de Mayo 2017
1º El Imperialismo y sus países satélites a través de sus medios transacionales y nacionales de comunicación privados, han venido desarrollando e imponiendo en forma permanente y progresiva una matriz de opinión, distorsionada de la realidad social en nuestra patria, queriendo hacer ver que la violencia reina en las calles y avenidas de las ciudades en las que manifestantes pacíficos son reprimidos y asesinados por los organismos de seguridad del gobierno de la revolución bolivariana y chavista, al igual que en otras regiones del mundo, pretenden imponer este asedio mediático en nuestro país.
2º Ese asedio mediático es el mismo aplicado en Cuba, Libia, Siria, Irak, Irán, Afganistán, Ucrania y otros países y fundamentan su acción en a) Que estos países tiene gobiernos que no someten a los intereses políticos y económicos del primer centro de poder mundial; b) Estaos países tienen importantes recursos naturales o están situados en regiones estratégicas, para el control de los polos de poder de las compañías financieras, comerciales, trasnacionales, que ejercen el control del gobierno en los Estados Unidos.
3º En Venezuela dese hace años se viene aplicando el manual de guerra de 4ta generación o no convencional, en un afán de tratar de derrotar la revolución bolivariana y pretender hacer fracasar el proyecto social, económico, participativo que se impulsa, con la participación de las grandes mayorías nacional. Esta acción ha encontrado eco en sectores conservadores, reaccionarios, fascistas que se expresan a través de golpes parlamentarios, como en Honduras, Paraguay, Brasil o mediante campañas de mentiras y desprestigios como en Argentina.
4º En nuestro caso Venezuela está siendo asediada por una comparsa de partidos políticos, que sin pensamiento y menos plan de acción de gobierno, pretenden imponerse, a través de la violencia, la destrucción de propiedades públicas y privadas y hasta el asesinato, llamados a la intervención militar extranjera contra Venezuela, con visitas continuas a la Casa Blanca a Colombia, Brasil, Perú, México, Canadá y Otros países serviles a los intereses de las trasnacionales que son las que gobiernan en los EEUU.
“DEBEMOS TENER CLARO QUE EL OBJETIVO DEL IMPERIALISMO Y SUS LACAYOS ES LA DERROTA Y DESTRUCCIÓN DE LA REVOLUCION BOLIVARIANA”
Ante esta evidente y compleja situación y en atención a la prioridad del gobierno presidido constitucionalmente por Nicolás Maduro Moros de garantizar la paz, tranquilidad y seguridad de los venezolanos y visto que los sectores opositores agrupados de la tal Mesa de la Unidad Democrática (MUD) han desatendidos los reiterados llamados del Presidente Constitucional de establecer una mesa de dialogo, en la que en forma franca y realista se expongan propuesta de soluciones a la situación social, económica y política del país, en la que a propuesta del gobierno bolivariano se incorporado de buena fe y sana intención los Expresidentes Zapatero, Fernández,……. El Papa Francisco, Organizaciones Internacionales como Unasur,, Celac, Petrocaribe y esa desatención por parte de los opositores agrupados en torno a la MUD, se transformado en violencia criminal focalizada en sectores puntuales del país y visto su negativa a los llamados a diálogos.
El Presidente en uso de las facultades que la otorga la Constitución Bolivariana de Venezuela llamo a la sociedad venezolana a la Elección De Una Asamblea Nacional Constituyente, para que sea el pueblo originario recoja el sentir de la inmensa mayoría del pueblo, discuta, analice, acuerde y logre crear la situación acorde con el sentir pacifico, democrático de nuestro pueblo y permita profundizar las profundas transformaciones que le permita a la sociedad venezolana vivir y convivir en paz internamente y desarrollar una política e paz y convivencia con el resto del mundo, basado en el respeto mutuo a la soberanía, independencia, integridad de todas la naciones.
A) Condena enérgicamente cualquier forma de violencia venga de donde venga, con la que se quiera imponer normas, conductas y políticas al pueblo soberano de Venezuela
B) Nos oponemos y acompañamos al Gobierno Nacional a nuestras Fuerzas Armadas Bolivarianas y a toda manifestación de voluntad que condene enérgicamente, las pretensiones de gobiernos extranjeros sean de los EEUU, Unión Europea, de imponer normas de conducta política a un País como Venezuela, que se caracteriza por ser Pacifico, Democrático y Respetuoso de las Normas y Acuerdos Internacionales
C) Apoyamos en forma irrestricta la decisión democrática y soberana de elegir una Asamblea Nacional Constituyente, que por sus características, en la misma se reconoce el carácter pluricultural y multiétnico de nuestra sociedad y que está llamada a cumplir el papel participativo, protagónico e histórico, que en esta hora de la patria le corresponde tener y desarrollar los sectores sociales en ejercicio de la democracia venezolana, bolivariana
Carabobo a los veinte días del mes de julio del año dos mil diez y siete. Movimiento Integrador de Medios Alternativos y Comunitarios del Estado Carabobo (MIMAC)…………….................................................
Ante esta evidente y compleja situación y en atención a la prioridad del gobierno presidido constitucionalmente por Nicolás Maduro Moros de garantizar la paz, tranquilidad y seguridad de los venezolanos y visto que los sectores opositores agrupados de la tal Mesa de la Unidad Democrática (MUD) han desatendidos los reiterados llamados del Presidente Constitucional de establecer una mesa de dialogo, en la que en forma franca y realista se expongan propuesta de soluciones a la situación social, económica y política del país, en la que a propuesta del gobierno bolivariano se incorporado de buena fe y sana intención los Expresidentes Zapatero, Fernández,……. El Papa Francisco, Organizaciones Internacionales como Unasur,, Celac, Petrocaribe y esa desatención por parte de los opositores agrupados en torno a la MUD, se transformado en violencia criminal focalizada en sectores puntuales del país y visto su negativa a los llamados a diálogos.
El Presidente en uso de las facultades que la otorga la Constitución Bolivariana de Venezuela llamo a la sociedad venezolana a la Elección De Una Asamblea Nacional Constituyente, para que sea el pueblo originario recoja el sentir de la inmensa mayoría del pueblo, discuta, analice, acuerde y logre crear la situación acorde con el sentir pacifico, democrático de nuestro pueblo y permita profundizar las profundas transformaciones que le permita a la sociedad venezolana vivir y convivir en paz internamente y desarrollar una política e paz y convivencia con el resto del mundo, basado en el respeto mutuo a la soberanía, independencia, integridad de todas la naciones.
POR LO ANTES EXPUESTO EL MOVIMIENTO INTEGRADOR DE MEDIOS ALTERNATIVOS Y COMUNITARIOS DEL ESTADO CARABOBO (MIMAC)
ACUERDA
A) Condena enérgicamente cualquier forma de violencia venga de donde venga, con la que se quiera imponer normas, conductas y políticas al pueblo soberano de Venezuela
B) Nos oponemos y acompañamos al Gobierno Nacional a nuestras Fuerzas Armadas Bolivarianas y a toda manifestación de voluntad que condene enérgicamente, las pretensiones de gobiernos extranjeros sean de los EEUU, Unión Europea, de imponer normas de conducta política a un País como Venezuela, que se caracteriza por ser Pacifico, Democrático y Respetuoso de las Normas y Acuerdos Internacionales
C) Apoyamos en forma irrestricta la decisión democrática y soberana de elegir una Asamblea Nacional Constituyente, que por sus características, en la misma se reconoce el carácter pluricultural y multiétnico de nuestra sociedad y que está llamada a cumplir el papel participativo, protagónico e histórico, que en esta hora de la patria le corresponde tener y desarrollar los sectores sociales en ejercicio de la democracia venezolana, bolivariana
Carabobo a los veinte días del mes de julio del año dos mil diez y siete. Movimiento Integrador de Medios Alternativos y Comunitarios del Estado Carabobo (MIMAC)…………….................................................
Con Nuestra América: Las difíciles vías de la paz en Venezuela
El chavismo no puede pensar que ya superó este difícil trance que experimenta desde inicios de abril, aún quedan muchas cartas por ser jugadas por la oposición, y la población que vemos con anhelo la profundización de una alternativa al capitalismo, debemos hacer el mejor esfuerzo para construir una paz desde la participación, no desde la negociación claudicante. Juan Eduardo Romero / ALAI
Contra todo pronóstico, amanecimos al 16 de Julio en Venezuela, sin habernos matados unos a los otros. En un país caracterizado por la extrema polarización, por el manejo de un repertorio de protestas muy violentas, por la persecución extrema de las posiciones políticas, todo se desenvolvió en relativa calma (con excepción de los acontecimientos en Catia – en la región capital- y en algunos otros lugares). Los que indicaban que el 16 de julio sería el fin del mundo, elapocalipsis now, se quedaron con las ganas.
Había los que han apostado en estos más de 100 días de protestas violentas, no convencionales, (pues bajo ningún concepto puede considerarse pacífica la tranca de calle, el incendio de vehículos y personas, el linchamiento de sujetos por la presunción de su piel en relación con su militancia) por un escenario de elevación del conflicto, hasta los extremos de una guerra civil, que fue contundentemente torpedeado por ambos sectores de la polarización e incluso, por aquellos que alejados de la polarización, rechazan la violencia. Por nuestra parte, nos declaramos críticos de los errores cometidos (pésima administración pública, casi nulo castigo a la corrupción, burocratismo y clientelismo), pero hacerlo no significa ignorar (o simplificar) los avances que en términos de derechos sociales y económicos se han alcanzado en estos 19 años de gestión del proyecto bolivariano. No podemos andar como Calimero quejándonos de todo. Hoy vimos un pueblo, que amenazado, que en los intentos de coaccionarlos, respondió con bravura, con hidalguía.
En nuestro criterio, la MUD cometió diversos errores. Uno, apostó es este escenario al “todo o nada”, basado en un análisis errado de la “aparente tranquilidad” del chavismo. El hecho que el pueblo militante de la utopía de Chávez se haya quedado expectante ante la violencia irrestricta desatada, fue asumido como un signo de cobardía y de “paralización”. En ese escenario, la MUD, con Julio Borges y compañía, llegó a pensar que había logrado desmovilizar al chavismo, sometido a una andanada de noticias falsas, de operaciones psicológicas y de presiones sociales y económicas. Dos, creó – otra vez, tal como lo hizo con el referendo revocatorio en 2016- una “falsa expectativa” en sus bases. Diversos representantes de la MUD anunciaron que obtendrían en la consulta un apoyo superior a los “11 millones”, tal como lo habían anunciado a través de algunas encuestadoras, pensando en transformar ese proceso – ilegal ante la no participación del CNE- en una especie de referendo revocatorio.
Buena parte de la dirigencia de la MUD, contaba con crear una gran movilización, que mayoritariamente le diera apoyo a la asamblea nacional en su confrontación con el presidente Nicolás Maduro, pero al mismo tiempo, obligará a la FANB a intervenir de manera violenta en este empate catastrófico en que se encuentra el país. Cumplir con la expectativa de llamar a votar 11 millones o más, era, operativamente imposible. Veamos: el CNE ha indicado en diversos procesos, que el promedio mínimo de ejercicio del voto en el sistema venezolano, que es 100% automatizado, es de unos 3 minutos. Eso significa, que en una hora, votan aproximadamente 20 personas. La MUD habilitó 1.700 centros, en un proceso que tendría una duración de 8 hrs (de 8 am a 4 pm). Eso significa que en 8 hrs, votarían por centro, unas 160 personas. Al multiplicarlo por el número total de centros, eso da una votación de 272.000 votos. Agregándole a cada centro, un total de 10 mesas electorales (cuestión que nunca ha ocurrido en Venezuela), el máximo en las horas estipuladas por la MUD, habría sido 2.720.000 votos, como máximo. ¿Cómo obtienen 7.186.170 votos? ¿Por arte de magia o por arte del fraude?
Tres, parte de la creación de expectativas, fue el recurrir a las autoridades de Universidades Públicas y Privadas, que usurpando funciones exclusivas del poder electoral, establecido en la Constitución de la república Bolivariana de Venezuela (CRBV), se abrogaron la responsabilidad de realizar el proceso. Un proceso donde no existió registro de votantes, no se procuró ningún elemento anti-fraude de identificación y verificación del votante, no se utilizaron testigos de otras organizaciones, ni acompañantes de ningún tipo. Una acción de desconocimiento del Estado, que sólo tendría sentido en la medida que obtuvieran una cifra significativa de votos. La presencia de rectores, que en mi criterio deberían enfrentarse a procesos legales, por usurpación de funciones y cooperación en el delito de fraude electoral, no significó una masiva participación.
Cuatro, el uso del miedo, de la violencia, pensaba la MUD, que serviría para movilizar a los más radicalizados, lo que pasó – aceptando que no hubo ningún fraude, aspecto que hemos demostrado que sí ocurrió- en realidad fue que buena parte de la población, que posiblemente esté molesta con el gobierno y la MUD por el desorden en que ha estado sumido el país, decidió no aprobar la consulta. Cuando se ve la votación de la MUD desde el 2013, cuando Henrique Capriles se enfrenta a Nicolás Maduro, observamos que obtuvieron 7.363.980 votos. De ahí pasaron a obtener en las elecciones parlamentarias de 2015, unos 7.707.422 y ahora, decayeron a 7.186.170. Es decir, que el resultado de más de 103 días “de lucha y resistencia”, no solo ha permitido que el Presidente Maduro siga ejerciendo su cargo, sino que además, han experimentado un “voto castigo”, que ha reducido sus expectativas de desestabilizar al Gobierno legítimamente electo. La MUD perdió 521.252 votos. Terrible ese resultado.
Cinco, el apoyo internacional, tan anhelado en este escenario de confrontación, queda ahora seriamente sentido, pues la medición electoral llevada a cabo – insistimos, en forma ilegítima e ilegal- no alcanza para hacer un “llamado” para que el presidente “renuncie”. Hay que recordar, que los votos “sacados” por la MUD, son menores que la votación con la cual fue elegido Nicolás Maduro en 2013.
¿Qué escenarios devienen de estos resultados? ¿Qué podemos esperar los venezolanos y el mundo en general? Lo primero, es un incrementó de las acciones de los sectores más radicalizados de la MUD. Primero Justicia y Voluntad Popular, las dos organizaciones de mayor extremismo, seguramente seguirán con sus esfuerzos de desconocimiento y violencia. Tienen la dificultad de tener que explicar por qué no obtuvieron 11 millones de votos. En segundo lugar, el Gobierno se la jugó todo en este proceso. Pudo tener la tentación de “impedirlo”, pero prefirió dejarlos correr y la MUD quedó enredada en su propia trampa. La jugada del Gobierno de Nicolás Maduro funcionó: no ayudó, pero tampoco impidió la elección fraudulenta. La MUD seguramente esperaba una acción represiva del estado, en correspondencia con su responsabilidad de mantener el orden. No fue así, y la MUD fue castigada por el agotamiento, el cansancio generado por el cierre de calles y las amenazas de incendio.
En tercer lugar, el Gobierno quedó fortalecido, pues los errores de la MUD, las amenazas de “incendiar el país” ante la “hora cero” (la hora de la rebelión, según algunos diputados opositores), hicieron que salieran masivamente al simulacro de elección de la ANC, que sí contó con la validez del poder electoral y todos los procedimientos de verificación. El ánimo que observamos en las bases del chavismo, auguran – aún en contra de nuestra apreciaciones iniciales- una participación que podría superar la votación de 8.100.000 votos que obtuvo Hugo Chávez en octubre de 2012. Sin embargo, esto que parece una ventaja, pudiera traducirse en una escalada violenta de la oposición, sobre todo la más radical, que observó atónito como se movilizó con efectividad la maquinaria electoral del PSUV. Y ante ello, puede actuar con mayor violencia, pues no lograron ellos (la MUD) equiparar su movilización de forma de dar una demostración numéricamente inobjetable.
Cuarto, el chavismo debe revisar no sólo su sistema de movilización, sino además la competencia desleal que hemos visto entre algunos candidatos. Hay el surgimiento de tendencias, que se muestran ambiciosas de poder y no entienden que los demás candidatos que han surgido, tanto en el ámbito electoral territorial y sectorial, no son los “enemigos”. El presidente Maduro, debe llamar al orden, para evitar que se infrinjan heridas que pueden ser mortales en esta etapa o punto de no retorno.
Quinto, los apoyos internacionales, particularmente de los llamados Imperialismos Colectivos (EEUU, Unión Europea y Japón) van arreciar sus acciones en estos 14 días de campaña. La desaparición de productos, el bloqueo de importaciones, la presión paramilitar con soporte en Colombia, posibles atentados contra actores claves del chavismos o la propia oposición, pueden ser efectuados en los próximos días. La campaña de advertencia del Gobierno del Presidente Maduro, debe ser contundente para alertar sobre estos peligros.
Finalmente, el chavismo no puede pensar que ya superó este difícil trance que experimenta desde inicios de abril, aún quedan muchas cartas por ser jugadas por la oposición, y la población que vemos con anhelo la profundización de una alternativa al capitalismo, debemos hacer el mejor esfuerzo para construir una paz desde la participación, no desde la negociación claudicante, tal como han manifestado algunos actores políticos, que en algún momento jugaron papeles claves en la administración pública. Argimiro Gabaldón, decía “el camino es duro, pero es el camino”. Tenía razón, nadie dijo nunca que construir una alternativa a la democracia liberal sería fácil. Seguimos en el debate de ideas y creemos en el diálogo como opción.
Dr. Juan Eduardo Romero
Director Centro de investigaciones y Estudios Políticos estratégicos (CIEPES)
Historiador/politólogo
Había los que han apostado en estos más de 100 días de protestas violentas, no convencionales, (pues bajo ningún concepto puede considerarse pacífica la tranca de calle, el incendio de vehículos y personas, el linchamiento de sujetos por la presunción de su piel en relación con su militancia) por un escenario de elevación del conflicto, hasta los extremos de una guerra civil, que fue contundentemente torpedeado por ambos sectores de la polarización e incluso, por aquellos que alejados de la polarización, rechazan la violencia. Por nuestra parte, nos declaramos críticos de los errores cometidos (pésima administración pública, casi nulo castigo a la corrupción, burocratismo y clientelismo), pero hacerlo no significa ignorar (o simplificar) los avances que en términos de derechos sociales y económicos se han alcanzado en estos 19 años de gestión del proyecto bolivariano. No podemos andar como Calimero quejándonos de todo. Hoy vimos un pueblo, que amenazado, que en los intentos de coaccionarlos, respondió con bravura, con hidalguía.
En nuestro criterio, la MUD cometió diversos errores. Uno, apostó es este escenario al “todo o nada”, basado en un análisis errado de la “aparente tranquilidad” del chavismo. El hecho que el pueblo militante de la utopía de Chávez se haya quedado expectante ante la violencia irrestricta desatada, fue asumido como un signo de cobardía y de “paralización”. En ese escenario, la MUD, con Julio Borges y compañía, llegó a pensar que había logrado desmovilizar al chavismo, sometido a una andanada de noticias falsas, de operaciones psicológicas y de presiones sociales y económicas. Dos, creó – otra vez, tal como lo hizo con el referendo revocatorio en 2016- una “falsa expectativa” en sus bases. Diversos representantes de la MUD anunciaron que obtendrían en la consulta un apoyo superior a los “11 millones”, tal como lo habían anunciado a través de algunas encuestadoras, pensando en transformar ese proceso – ilegal ante la no participación del CNE- en una especie de referendo revocatorio.
Buena parte de la dirigencia de la MUD, contaba con crear una gran movilización, que mayoritariamente le diera apoyo a la asamblea nacional en su confrontación con el presidente Nicolás Maduro, pero al mismo tiempo, obligará a la FANB a intervenir de manera violenta en este empate catastrófico en que se encuentra el país. Cumplir con la expectativa de llamar a votar 11 millones o más, era, operativamente imposible. Veamos: el CNE ha indicado en diversos procesos, que el promedio mínimo de ejercicio del voto en el sistema venezolano, que es 100% automatizado, es de unos 3 minutos. Eso significa, que en una hora, votan aproximadamente 20 personas. La MUD habilitó 1.700 centros, en un proceso que tendría una duración de 8 hrs (de 8 am a 4 pm). Eso significa que en 8 hrs, votarían por centro, unas 160 personas. Al multiplicarlo por el número total de centros, eso da una votación de 272.000 votos. Agregándole a cada centro, un total de 10 mesas electorales (cuestión que nunca ha ocurrido en Venezuela), el máximo en las horas estipuladas por la MUD, habría sido 2.720.000 votos, como máximo. ¿Cómo obtienen 7.186.170 votos? ¿Por arte de magia o por arte del fraude?
Tres, parte de la creación de expectativas, fue el recurrir a las autoridades de Universidades Públicas y Privadas, que usurpando funciones exclusivas del poder electoral, establecido en la Constitución de la república Bolivariana de Venezuela (CRBV), se abrogaron la responsabilidad de realizar el proceso. Un proceso donde no existió registro de votantes, no se procuró ningún elemento anti-fraude de identificación y verificación del votante, no se utilizaron testigos de otras organizaciones, ni acompañantes de ningún tipo. Una acción de desconocimiento del Estado, que sólo tendría sentido en la medida que obtuvieran una cifra significativa de votos. La presencia de rectores, que en mi criterio deberían enfrentarse a procesos legales, por usurpación de funciones y cooperación en el delito de fraude electoral, no significó una masiva participación.
Cuatro, el uso del miedo, de la violencia, pensaba la MUD, que serviría para movilizar a los más radicalizados, lo que pasó – aceptando que no hubo ningún fraude, aspecto que hemos demostrado que sí ocurrió- en realidad fue que buena parte de la población, que posiblemente esté molesta con el gobierno y la MUD por el desorden en que ha estado sumido el país, decidió no aprobar la consulta. Cuando se ve la votación de la MUD desde el 2013, cuando Henrique Capriles se enfrenta a Nicolás Maduro, observamos que obtuvieron 7.363.980 votos. De ahí pasaron a obtener en las elecciones parlamentarias de 2015, unos 7.707.422 y ahora, decayeron a 7.186.170. Es decir, que el resultado de más de 103 días “de lucha y resistencia”, no solo ha permitido que el Presidente Maduro siga ejerciendo su cargo, sino que además, han experimentado un “voto castigo”, que ha reducido sus expectativas de desestabilizar al Gobierno legítimamente electo. La MUD perdió 521.252 votos. Terrible ese resultado.
Cinco, el apoyo internacional, tan anhelado en este escenario de confrontación, queda ahora seriamente sentido, pues la medición electoral llevada a cabo – insistimos, en forma ilegítima e ilegal- no alcanza para hacer un “llamado” para que el presidente “renuncie”. Hay que recordar, que los votos “sacados” por la MUD, son menores que la votación con la cual fue elegido Nicolás Maduro en 2013.
¿Qué escenarios devienen de estos resultados? ¿Qué podemos esperar los venezolanos y el mundo en general? Lo primero, es un incrementó de las acciones de los sectores más radicalizados de la MUD. Primero Justicia y Voluntad Popular, las dos organizaciones de mayor extremismo, seguramente seguirán con sus esfuerzos de desconocimiento y violencia. Tienen la dificultad de tener que explicar por qué no obtuvieron 11 millones de votos. En segundo lugar, el Gobierno se la jugó todo en este proceso. Pudo tener la tentación de “impedirlo”, pero prefirió dejarlos correr y la MUD quedó enredada en su propia trampa. La jugada del Gobierno de Nicolás Maduro funcionó: no ayudó, pero tampoco impidió la elección fraudulenta. La MUD seguramente esperaba una acción represiva del estado, en correspondencia con su responsabilidad de mantener el orden. No fue así, y la MUD fue castigada por el agotamiento, el cansancio generado por el cierre de calles y las amenazas de incendio.
En tercer lugar, el Gobierno quedó fortalecido, pues los errores de la MUD, las amenazas de “incendiar el país” ante la “hora cero” (la hora de la rebelión, según algunos diputados opositores), hicieron que salieran masivamente al simulacro de elección de la ANC, que sí contó con la validez del poder electoral y todos los procedimientos de verificación. El ánimo que observamos en las bases del chavismo, auguran – aún en contra de nuestra apreciaciones iniciales- una participación que podría superar la votación de 8.100.000 votos que obtuvo Hugo Chávez en octubre de 2012. Sin embargo, esto que parece una ventaja, pudiera traducirse en una escalada violenta de la oposición, sobre todo la más radical, que observó atónito como se movilizó con efectividad la maquinaria electoral del PSUV. Y ante ello, puede actuar con mayor violencia, pues no lograron ellos (la MUD) equiparar su movilización de forma de dar una demostración numéricamente inobjetable.
Cuarto, el chavismo debe revisar no sólo su sistema de movilización, sino además la competencia desleal que hemos visto entre algunos candidatos. Hay el surgimiento de tendencias, que se muestran ambiciosas de poder y no entienden que los demás candidatos que han surgido, tanto en el ámbito electoral territorial y sectorial, no son los “enemigos”. El presidente Maduro, debe llamar al orden, para evitar que se infrinjan heridas que pueden ser mortales en esta etapa o punto de no retorno.
Quinto, los apoyos internacionales, particularmente de los llamados Imperialismos Colectivos (EEUU, Unión Europea y Japón) van arreciar sus acciones en estos 14 días de campaña. La desaparición de productos, el bloqueo de importaciones, la presión paramilitar con soporte en Colombia, posibles atentados contra actores claves del chavismos o la propia oposición, pueden ser efectuados en los próximos días. La campaña de advertencia del Gobierno del Presidente Maduro, debe ser contundente para alertar sobre estos peligros.
Finalmente, el chavismo no puede pensar que ya superó este difícil trance que experimenta desde inicios de abril, aún quedan muchas cartas por ser jugadas por la oposición, y la población que vemos con anhelo la profundización de una alternativa al capitalismo, debemos hacer el mejor esfuerzo para construir una paz desde la participación, no desde la negociación claudicante, tal como han manifestado algunos actores políticos, que en algún momento jugaron papeles claves en la administración pública. Argimiro Gabaldón, decía “el camino es duro, pero es el camino”. Tenía razón, nadie dijo nunca que construir una alternativa a la democracia liberal sería fácil. Seguimos en el debate de ideas y creemos en el diálogo como opción.
Dr. Juan Eduardo Romero
Director Centro de investigaciones y Estudios Políticos estratégicos (CIEPES)
Historiador/politólogo
Con Nuestra América: Venezuela, la disputa por la hegemonía
El chavismo enfrenta una satanización internacional, que la pinta como una dictadura totalitaria desafiada por una oposición que hace resistencia pacífica y democrática. La realidad es lo inverso: la oposición de derecha ha desatado la violencia en los últimos meses para derrocar a un régimen que ha realizado elecciones anualmente y que se sustenta en la democracia participativa.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Durante aproximadamente 15 años la hegemonía del chavismo enVenezuela fue indiscutible. Hugo Chávez y la revolución bolivariana ganaron 17 de los 18 procesos electorales que se realizaron durante la vida del comandante. Su liderazgo carismático, el auge económico y las políticas sociales de sus gobiernos, le garantizaron un techo de votación que llegó al 60% de los votos. La derecha neoliberal derrotada en 1998, fue tan apabullada que ensayó diversas tácticas para deshacerse del líder y abortar la revolución. En abril de 2002, realizó un golpe de estado que mantuvo 48 horas secuestrado a Chávez. El golpista Pedro Carmona inmediatamente derogó la Constitución y se dio poderes extraordinarios. Fracasado el golpe por la extraordinaria movilización popular que restituyó a Chavez, la derecha intentó hacerlo renunciar por medio del fracasado paro petrolero de diciembre de 2002. Entonces la derecha presionó por la realización del referéndum revocatorio de agosto de 2004, el cual fue ganado por Hugo Chávez con un 60% de los votos. Chávez derrotaría a la derecha una y otra vez, hasta que la muerte por cáncer lo derrotó en marzo de 2013.
Nicolás Maduro asumió la presidencia en un contexto de crisis económica y de un liderazgo irreemplazable. Esta fue la ventana de oportunidad que la derecha finalmente encontró. La hegemonía indiscutible de la revolución bolivariana empezó a trastabillar merced a dicha crisis económica, que se combinó con una crisis de abastecimiento inducida por los sectores empresariales. Venezuela produce ya el 88 % de los alimentos que necesita, pero existe un oligopolio que controla la importación del 12% restante y que además controla la distribución de todos los productos básicos de consumo. La escasez artificial ha resultado desquiciante, aún para los sectores que han simpatizado con la revolución. El chavismo además enfrenta una satanización internacional, que la pinta como una dictadura totalitaria desafiada por una oposición que hace resistencia pacífica y democrática. La realidad es lo inverso: la oposición de derecha ha desatado la violencia en los últimos meses para derrocar a un régimen que ha realizado elecciones anualmente y que se sustenta en la democracia participativa.
La disputa por la hegemonía hizo que el chavismo convocara a elecciones a la Asamblea Constituyente el 30 de julio de 2017. La derecha perdiendo la iniciativa, ha buscado desvirtuar ese proceso convocando este domingo 16 de julio a un plebiscito para rechazar al proceso constituyente. Como respuesta, el gobierno convocó también a un ensayo de votación para la Constituyente. Todo indica que este último domingo la revolución bolivariana ha ganado de momento la partida. Resultan dudosos los datos de afluencia al plebiscito que la derecha enarbola. Contabilizando los centros de votación que instaló y el número de votos que afirma que obtuvo, se necesitarían 4 segundos por voto para alcanzar dicha cifra. Por el contrario, las imágenes de las urnas del ensayo son de una afluencia masiva. Hubo urnas que cerraron hasta la media noche.
El 30 de julio será decisivo. Pero hoy, el chavismo ha ganado esta batalla por la hegemonía.
Nicolás Maduro asumió la presidencia en un contexto de crisis económica y de un liderazgo irreemplazable. Esta fue la ventana de oportunidad que la derecha finalmente encontró. La hegemonía indiscutible de la revolución bolivariana empezó a trastabillar merced a dicha crisis económica, que se combinó con una crisis de abastecimiento inducida por los sectores empresariales. Venezuela produce ya el 88 % de los alimentos que necesita, pero existe un oligopolio que controla la importación del 12% restante y que además controla la distribución de todos los productos básicos de consumo. La escasez artificial ha resultado desquiciante, aún para los sectores que han simpatizado con la revolución. El chavismo además enfrenta una satanización internacional, que la pinta como una dictadura totalitaria desafiada por una oposición que hace resistencia pacífica y democrática. La realidad es lo inverso: la oposición de derecha ha desatado la violencia en los últimos meses para derrocar a un régimen que ha realizado elecciones anualmente y que se sustenta en la democracia participativa.
La disputa por la hegemonía hizo que el chavismo convocara a elecciones a la Asamblea Constituyente el 30 de julio de 2017. La derecha perdiendo la iniciativa, ha buscado desvirtuar ese proceso convocando este domingo 16 de julio a un plebiscito para rechazar al proceso constituyente. Como respuesta, el gobierno convocó también a un ensayo de votación para la Constituyente. Todo indica que este último domingo la revolución bolivariana ha ganado de momento la partida. Resultan dudosos los datos de afluencia al plebiscito que la derecha enarbola. Contabilizando los centros de votación que instaló y el número de votos que afirma que obtuvo, se necesitarían 4 segundos por voto para alcanzar dicha cifra. Por el contrario, las imágenes de las urnas del ensayo son de una afluencia masiva. Hubo urnas que cerraron hasta la media noche.
El 30 de julio será decisivo. Pero hoy, el chavismo ha ganado esta batalla por la hegemonía.
Con Nuestra América: El golpe judicial y mediático
Ojalá que la colusión mediática con la de procesos judiciales (o cuasijudiciales) no se siga perpetrando, pues afecta desde su base la condición democrática en la región, y llama a ir buscando nuevas herramientas institucionales de control social para esos espacios.
Roberto Follari / El Telégrafo
En Venezuela ya se está en un estado superior del ‘golpe blando’. Allí la ofensiva mediática ha dado sus resultados: ahora se procede a la realización de un acto electoral opositor irregular, carente de todo control externo, y a pretender instaurar una suerte de ‘estado paralelo’.
Si bien es cierto que los mejores momentos del gobierno popular chavista ya no están, y que algunos errores de Maduro más la férrea acción de oposición han minado en mucho la situación, lo cierto es que las guarimbas son modos violentos y antidemocráticos de resistencia civil, y que el golpismo de los opositores venezolanos es indisputable, a partir del ataque de 2002 instaurando un gobierno alterno por la fuerza, que se cayó en una noche, pero pretendía sostenerse a largo plazo. Hoy esos golpistas hablan de sí mismos como portadores de ‘democracia’ y de ‘unidad nacional’, lo cual -visto su partidismo extremo- suena entre risible y grotesco.
En Brasil, el ataque mediático se une al judicial, como en tantas otras latitudes. La condena a Lula suena como pretensión de proscripción al candidato con mayores posibilidades de ganar las elecciones presidenciales. Mientras, un presidente deslegitimado y acusado de corrupción lanza sin consenso alguno una brutal reforma laboral, que incluye, por ej., que las embarazadas puedan realizar trabajo insalubre, o que las vacaciones de los trabajadores puedan ser segmentadas unilateralmente según decisión empresarial.
En Argentina, el inaudito juez Bonadío -personaje que llegó a su cargo en tiempos de la corrupción menemista- la emprende contra la expresidenta Cristina F. de Kirchner, y declara que lo suyo no es una persecución. Si no lo fuera, él no necesitaría aclararlo; pero es obvio que se trata de persecución. Es que el neoliberalismo teme electoralmente a la expresidenta, la cual, en su momento, no quiso ampararse en fueros legislativos. Ahora sufre el acoso judicial, acompañado del fuego mediático que pretende mostrar como corrupto a su gobierno, según la vieja consigna golpista de desprestigiar lo popular para atacarlo.
En Ecuador, el establishment enfrenta al vicepresidente, que ocupó el mismo cargo en el gobierno anterior, también de Alianza PAIS. La acusación parece no alcanzar rango judicial suficiente, de modo que se ha trasladado a la Asamblea. Se pretende allí juzgarlo, aparentemente por responsabilidades, no suyas, sino de algunos subordinados.
Los medios hegemónicos, por supuesto, acompañan y promueven. El nuevo presidente ha sido claro en que no amparará corrupción, pero también en que busca criterios de equidad y justicia, por lo que su personal posición en este caso ha de tener singular importancia.
Ante estos diversos avatares nos encontramos en la actual situación sudamericana. Ojalá que la colusión mediática con la de procesos judiciales (o cuasijudiciales) no se siga perpetrando, pues afecta desde su base la condición democrática en la región, y llama a ir buscando nuevas herramientas institucionales de control social para esos espacios.
En Venezuela ya se está en un estado superior del ‘golpe blando’. Allí la ofensiva mediática ha dado sus resultados: ahora se procede a la realización de un acto electoral opositor irregular, carente de todo control externo, y a pretender instaurar una suerte de ‘estado paralelo’.
Si bien es cierto que los mejores momentos del gobierno popular chavista ya no están, y que algunos errores de Maduro más la férrea acción de oposición han minado en mucho la situación, lo cierto es que las guarimbas son modos violentos y antidemocráticos de resistencia civil, y que el golpismo de los opositores venezolanos es indisputable, a partir del ataque de 2002 instaurando un gobierno alterno por la fuerza, que se cayó en una noche, pero pretendía sostenerse a largo plazo. Hoy esos golpistas hablan de sí mismos como portadores de ‘democracia’ y de ‘unidad nacional’, lo cual -visto su partidismo extremo- suena entre risible y grotesco.
En Brasil, el ataque mediático se une al judicial, como en tantas otras latitudes. La condena a Lula suena como pretensión de proscripción al candidato con mayores posibilidades de ganar las elecciones presidenciales. Mientras, un presidente deslegitimado y acusado de corrupción lanza sin consenso alguno una brutal reforma laboral, que incluye, por ej., que las embarazadas puedan realizar trabajo insalubre, o que las vacaciones de los trabajadores puedan ser segmentadas unilateralmente según decisión empresarial.
En Argentina, el inaudito juez Bonadío -personaje que llegó a su cargo en tiempos de la corrupción menemista- la emprende contra la expresidenta Cristina F. de Kirchner, y declara que lo suyo no es una persecución. Si no lo fuera, él no necesitaría aclararlo; pero es obvio que se trata de persecución. Es que el neoliberalismo teme electoralmente a la expresidenta, la cual, en su momento, no quiso ampararse en fueros legislativos. Ahora sufre el acoso judicial, acompañado del fuego mediático que pretende mostrar como corrupto a su gobierno, según la vieja consigna golpista de desprestigiar lo popular para atacarlo.
En Ecuador, el establishment enfrenta al vicepresidente, que ocupó el mismo cargo en el gobierno anterior, también de Alianza PAIS. La acusación parece no alcanzar rango judicial suficiente, de modo que se ha trasladado a la Asamblea. Se pretende allí juzgarlo, aparentemente por responsabilidades, no suyas, sino de algunos subordinados.
Los medios hegemónicos, por supuesto, acompañan y promueven. El nuevo presidente ha sido claro en que no amparará corrupción, pero también en que busca criterios de equidad y justicia, por lo que su personal posición en este caso ha de tener singular importancia.
Ante estos diversos avatares nos encontramos en la actual situación sudamericana. Ojalá que la colusión mediática con la de procesos judiciales (o cuasijudiciales) no se siga perpetrando, pues afecta desde su base la condición democrática en la región, y llama a ir buscando nuevas herramientas institucionales de control social para esos espacios.
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