por Jesse Chacón
Estamos ante un momento histórico excepcional, así es percibido por los venezolanos, para los cuales el fallecimiento del presidente Chávez es el principal dato que marca el escenario político, esto ha quedado claro al observar las reacciones mayoritarias de los venezolanos al conocer la trágica noticia. Luego vinieron las masivas demostraciones de cariño, duelo y respeto nacional e internacional. La muerte del presidente Hugo Chávez marca definitivamente la coyuntura política actual y la contienda electoral por venir.
Nuestro barómetro de finales de marzo, nos permite comprender que el trasegar y la huella de Hugo Chávez en Venezuela, ha cobrado dimensiones históricas, el presidente se levanta como un gigante incólume, intocado y legitimado por siempre ante sus seguidores y adversarios.
Al preguntar por la valoración que los venezolanos tienen del mandato del presidente durante estos 13 años que duró su gobierno, 77% de los consultados lo valoró como bueno y muy bueno, 86% valoran su obra como positiva o muy positiva, 75% está de acuerdo con la frase “El Presidente Chávez pasará a la Historia como uno de los grandes libertadores y 71% está de acuerdo con la afirmación “Ahorita lo más importante es continuar el proyecto del presidente Chávez. Cuando valoramos estos ángulos en los estratos populares, la valoración positiva llega a 80% en el sector D y a un 84% en el E, no es gratuita la frase “Chávez el redentor de los pobres” que corearon con fuerza esos rostros llorosos de los “pablo pueblo venezolanos”.
Se trata de valoraciones históricas, que sólo se producen en los momentos y lugares de profundos procesos políticos que crean nuevos sentidos compartidos y una extraordinaria movilización de la emocionalidad política devenida en representación social de identidad. No podríamos encontrar estos datos en sistemas políticos caracterizados por la baja implicación de sus ciudadanos, donde el desencanto y apatía por los asuntos públicos es la constante de la cultural política.
Estos datos identificados en nuestro barómetro y la gran reacción social ante la muerte del presidente, son una llamada de atención, para no menospreciar la importancia del fenómeno Chávez, para entender el cambio histórico y cultural que ha vivido Venezuela. Cualquier análisis que lo reduzca a un amor personal, a una suerte de magnetismo carismático, está condenado a errar en sus lecturas del momento y predicciones, este fenómeno vivido a partir de la trágica noticia, solo pueden comprenderse en la reflexión de los procesos de configuración del Chavismo como identidad política, cuyo contenido fundamental es el libreto de libertad, igualdad y soberanía nacional, el Chavismo es la identidad política delosexcluidos hechos sujeto histórico.
El tratamiento del duelo masivo por parte de uno u otro factor político que hace vida en Venezuela pasó a ser una variable política fundamental. En ese sentido es reveladora la contundencia de las percepciones sociales, un 59% cree que el chavismo y sus dirigentes se comportaron adecuadamente ante el fallecimiento de Hugo Chávez y un 62% cree que la oposición lo hizo de forma inadecuada, esta valoración permite ver el salto al vacío de la oposición al asumir una estrategia agresiva tratando de ganar visibilidad política, agresividad que ha terminado en ofensa directa a la emocionalidad pública mayoritaria.
Si recordamos que el voto por Chávez fue de un 55,8 % en las pasadas elecciones del 7 de octubre, obtenemos una deducción importante, el castigo por la agresividad y beligerancia de la oposición, percibida como irrespeto, llega incluso a importantes sectores más allá del chavismo. Así hay que entender también la caída en la valoración de Capriles y el aumento en la percepción positiva de Nicolás Maduro.
Todo indica que el tiempo recorrido desde el fallecimiento del Presidente Chávez ha sido perjudicial para la oposición, la cual se encuentra hoy en peores condiciones que antes del 5 de marzo. No sería extraño pensar que ante unas elecciones tan cercanas, esta percepción negativa incluso entre núcleos de su propio electorado le pase factura a la oposición, especialmente si mantiene un estilo de campaña tan duro como el que lleva hasta el momento.
Los venezolanos perciben este proceso electoral como muy relevante, un 78% lo valora como más importante que el del pasado 7 de octubre, y un 74% lo sigue con “interés o mucho interés”. Este dato es digno de mención pues denota el alto grado de madurez de nuestra cultura política, traducida en un masivo interés de la ciudadanía por los asuntos públicos, la política vuelve a ser el elemento central en la construcción de la sociedad y fortalecimiento de la democracia.
En cuanto a las expectativas de voto, con una participación estimada de entorno al 74-80%, Maduro tiene un 55,3% de los votos, mientras que Capriles un 44,7%, con una tendencia de aumento de la brecha entre Febrero y Marzo al aumentar la intención de voto directa de Maduro 7% y disminuir la de Capriles 4%. Aunque este es el escenario más plausible, dependiendo de la activación de las bases chavistas u opositoras podríamos estarnos moviendo en un escenario de 57,6% para Maduro y 43,4% para Capriles, en el caso de máxima movilización chavista, o de 53,4% Maduro, frente a 46,6%Capriles en un escenario de máxima movilización de la oposición.
En todo caso, un 66% de los encuestados afirma creer, con independencia de sus preferencias, que será Maduro quién ganará las elecciones del 14 de abril. De este dato se revela que tal vez el triunfalismo sea una de las amenazas ocultas para la candidatura chavista.
Tratándose de una campaña extremadamente corta, es difícil suponer que esta intensión de voto, recogidos en campo hace escasos días y por tanto muy actuales, vayan a moverse de manera significativa. Toda campaña es siempre un proceso abierto; pero lo está más o menos en función de su longitud y de la incertidumbre por las posiciones y movimientos que realizarán las candidaturas en competencia. En esta, con las posiciones percibidas como estables y la poca duración, el elemento fundamental será la movilización de las bases y las maquinarias militantes. Este es un escenario claramente favorecedor para el chavismo, que posee organización popular más numerosay motivada.
Profundizando en la lectura del barómetro de nuestra fundación, encontramos que Nicolás Maduro supera a Capriles en todos los temas al preguntar quién puede enfrentarlos con mayor éxito. Las respuestas son aleccionadoras, Maduro recibe las más altas valoraciones, en seguridad 51.8 Maduro contra 25.6 Capriles, en desempleo 55.7 contra 26.5 respectivamente, en inflación 55.4 frente a 26.6, suministro de electricidad 56.3 maduro y 26.1 Capriles, Vivienda 62.2 Maduro, 22.5 Capriles, vialidad 58.6 Maduro,25.1 Capriles, corrupción 54.2 Maduro, 26.6 Capriles, escasez de alimentos 56.3 para Maduro y 26.6 Capriles.
Ante este adverso panorama y el corto tiempo de campaña, la oposición está jugando a romper la dimensión simbólica en que la campaña revolucionaria juega, su agresividad pretende encontrar una respuesta equivalente por parte del liderazgo Bolivariano, que permita una disputa política directa Maduro-Capriles; sin embargo, es un juego errático pues Chávez como institución simbólica abarca todo el espectro político, y ha sido construido como nueva identidad a partir de una materialidad de gestión y transformaciones reales alcanzadas, no de frívolos juegos de marketing político, esto lo hace trascendente e imbatible, como hará invencible al liderazgo chavista que sepa tejer la relación con los sectores populares desde el mismo libreto de libertad, igualdad y soberanía nacional que el Comandante construyo.
Chávez aparece para la oposición como la referencia en esta campaña, esto lleva a que ella se vea obligada a tener que aproximarse simbólicamente al chavismo con intentos fallidos de presentar a Capriles como el Lula Venezolano, esto no puede significar otra cosa que el Chavismo ha pasado a ser una representación hegemónica,es decir, el campo y sentido desde donde se construyen y validan las prácticas sociales.
La candidatura chavista, por su parte, está haciendo un despliegue político coral, con un mensaje central que moviliza el legado de Chávez y lo sitúa en términos de propuesta de futuro, con el Plan de la Patria como piedra angular de un horizonte de transición al socialismo. De su éxito para mantener ese tono y evitar los riesgos del triunfalismo dependerá en gran medida su resultado.
Jesse Chacón
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