Rafael Boscán Arrieta (APORREA)
Desde que me gradué en 1993 en periodismo, el anterior es quizás el título más difícil que me ha tocado redactar. En principio, por la paradoja implícita de tener en la misma oración las palabras oposición y razón. En segundo lugar, porque no suelo regalarle al enemigo ni una miga de reconocimiento.
Pero ciertos acontecimientos me han torcido el brazo con el cual escribo, en la mayoría de los casos, para desmentir las matrices de opinión de nuestros compatriotas habitantes de la derecha enloquecida y lunar.
En agosto 2012, el diferencial entre el dólar oficial y el "paralelo" estaba en unos 4 bolívares. Acercándose la elección presidencial, el ataque financiero de la derecha apátrida se concentró en difundir la inminencia de una devaluación, con lo cual el dólar paralelo se disparó a las nubes, y con él la especulación en el comercio que remarcaba precios casi a diario con la excusa del dólar. En algún momento pensé que nos iba a pasar como a Argentina y su hiperinflación, momento en el cual los precios variaban tan rápido que no se remarcaban en los productos, sino que se anunciaban por los parlantes de los supermercados. ¡Capitalismo puro!
Pero en todo momento negué que la devaluación viniera. No sólo porque siempre pensé que podían tomarse medidas para atacar la especulación con la moneda, sino porque los voceros del gobierno lo negaron repetidamente, ¡hasta hace unos días! Mis conocidos opositores lo afirmaban, y yo lo negaba una y otra vez. Cuando se decomisaron 19 mil toneladas en alimentos acaparados, se renovaba mi fe en el accionar gubernamental.
Pero la oposición tenía razón. No solo en el hecho del ajuste cambiario, sino en que su conspiración financiera, tarde o temprano, lograría torcernos el brazo. ¿Por qué? Fácil, porque ellos se manejan en los mecanismos de la economía real, capitalista, rentista, mientras nosotros pensamos que el socialismo anda caminando por allí haciendo magia en los desequilibrios económicos.
Decimos que somos socialistas y luego devaluamos la moneda en 46 % y afirmamos que eso no afectará el bolsillo del pueblo. El dólar pasa de 4,30 a 6,30, pero no se decide congelar precios para que no se abuse del consumidor mientras las existencias en el mercado, que debieron ser adquiridas al dólar oficial, se agotan. Se hace el ajuste cambiario, pero el ajuste en los salarios tendrá que esperar, al menos dos meses, hasta mayo.
¿Y cuál era la discusión en los días anteriores? Que si la gorra, que si Winston y Leonardo, la corrupción en Primero Justicia. Alguien ha señalado, sabiamente, que medidas como éstas no se avisan. Cierto. Pero eso pasa en otras realidades donde no se está construyendo un proyecto colectivo, donde la opinión de los diversos sectores debe contar. Por ejemplo, se podía haber dicho que la medida no puede ser aislada, que deben tomarse decisiones económicas y políticas para de una vez por todas salir del atolladero de un país que vende sus entrañas al exterior y luego importa lo que necesita, y lo demás se lo deja al tan caritativo sector privado nacional.
La oposición tenía razón. ¿La seguirá teniendo?
Rafael Boscán Arrieta es Periodista/Docente universitario.
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