Un heroico guerrero y tres perturbados antihéroes
por Hernán Mena Cifuentes
Mientras esta semana en EEUU eran asesinados dos ex militares yanquis héroes de guerra, uno por un ex compañero de armas y otro por las fuerzas del Sistema, en Rusia continuaban los festejos en homenaje a la Batalla de Stalingrado y a sus mártires y héroes entre ellos un soldado que se cubrió de gloria en la histórica epopeya.
La siguiente es una crónica sobre la trayectoria de esas vidas paralelas, 4 guerreros que lucharon en 3 conflictos separados por el tiempo y la distancia, uno de ellos con el valor y lucidez que da el saber que se lucha por un justa causa y los otros 3, mentalmente perturbados por la muerte que causaron combatiendo, ignorando que lo hacían en nombre de un maligno imperio
Si bien es cierto que ejercían un oficio similar, por otra parte, el primero actuaba siguiendo normas morales y principios éticos que los otros despreciaban al actuar como ciegos instrumentos de un siniestro y ambicioso proyecto cuyo objetivo es apoderarse del planeta.
Porque en toda guerra, uno de los bandos en conflicto personifica al Bien, valor que enseña la moral que se debe hacer y defender, mientras el otro, antivalor del Mal, hace todo lo contrario, desatando la secular plaga de la guerra que propaga violencia, muerte y destrucción.
Y defender su patria fue lo que hizo el soldado soviético Vasili Záitsev durante la Batalla de Stalingrado, la más sangrienta de todas las batallas de la historia.
Pero el accionar de Chris Kile, Danny Ray Routh y Jimmy Dykes fue muy distinto, como efectivos del ejército yanqui que invadió, primero a Vietnam donde mató a mas de 4 millones de seres humanos y luego agredió a Irak donde dio muerte a más de un millón de personas.
Záitsev y Kyle eran francotiradores dotados de excelente puntería adquirida en su niñez, cazando ciervos, lobos y otros animales, mientras que Routh al igual que Kyle era un Marine dedicado como su compatriota, a matar indiscriminadamente hombres, niños y mujeres en la invadida y ocupada nación del Medio oriente.
Dykes, era miembro del equipo de tierra de la USAF que lanzó millones de bombas y toneladas de agentes químicos sobre campos y ciudades vietnamitas destruyendo vidas y viviendas, defoliando bosques, envenenando ríos, arrozales y el útero de miles de mujeres que dieron a luz niños con malformaciones congénitas.
Vasili y Kyle se habían iniciado como marineros en las fuerzas navales de sus respectivos países, hasta que le fueron asignadas tareas de soldados en tierra firme, ganando ambos las más altas condecoraciones, otorgadas por sus respectivos gobiernos.
En septiembre de 1942, Vasili llegó Stalingrado tras renunciar junto con un grupo de camaradas a su puesto en la Flota Soviética del Pacifico, cerca de Vladivostok, lejos del frente de batalla para ofrecerse como voluntario en defensa de la heroica ciudad.
Stalingrado estaba a punto de caer en manos del poderoso invasor que enfrentaba a un ejército soviético mal armado, tan escaso de armas que muchos de sus efectivos debían quitar el fusil al camarada abatido para seguir disparando contra el enemigo.
Pero contaba con el apoyo de un pueblo entregado en cuerpo y alma a luchar contra el agresor, y Záitzev, el joven campesino hecho soldado llegó a cumplir con su misión llegando a eliminar más de 250 militares nazis
Sus blancos eran oficiales, suboficiales, y técnicos especialistas en comunicaciones y transporte, claves en una lucha donde el frío intenso, la nieve, la escasa visibilidad y el fango, obstaculizaban el suministro de combustible, refuerzos, alimentos y la actividad de la aviación, vital para el avance de los invasores.
Las bajas que causaba con su fusil entre las filas enemigas eran tan grandes, que Hitler envió al Mayor Heinz Thorvald, alias Erwin König, el mejor de sus expertos, super francotirador y director de la Academia de esa especialidad en Berlín, con la exclusiva misión de matar al francotirador soviético.
El plan de magnicidio se filtró a las autoridades soviéticas por la confesión de un soldado alemán hecho prisionero, pero ello no pudo evitar que el enviado de Berlín matara a varios francotiradores compañeros de Vasili, que decidió enfrentarlo en un reto en el que solo uno saldría con vida.
Fue un duelo de colosos en el que ambos se acechaban en silencio, camuflados y pacientes esperando el primer descuido o error del adversario. Y el error fue del alemán, quien murió de un balazo en la frente, disparado por Vasili.
Kyle, el francotirador yanqui fue enviado a Irak como miembro del cuerpo élite de comandos conocido como SEALs, cuya misión además de asesinar, es crear terror entre la población civil y militar del enemigo.
Su nombre es acrónimo de -Sea, (Mar) Earth, (Tierra) Air, (Aire) por sus siglas en inglés- y se especializa además en destrucción de instalaciones militares y secuestro de combatientes guerrilleros y de civiles, entre algunas de sus actividades terroristas.
Los SEALs realizan su trabajo en secreto, pero documentos desclasificados dan cuenta de sus criminales acciones en Vietnam, Laos, Granada, Panamá entre otros países donde asesinaron, secuestraron y cometieron otros crímenes, como lo hicieron en Pakistán donde mataron a Bin Laden.
Pero el mito de guerreros invencibles de esos terroristas, magnificado por el cine y la TV made in USA, que hace de esos asesinos, héroes, se eclipsó en Afganistán, por las graves bajas en sus filas que hasta ahora han dejado más de 30 de sus efectivos muertos, 22 de ellos en venganza por la muerte de Bin Laden
Kyle jamás corrió esos riesgos durante las 5 misiones que le tocó cumplir en Irak como francotirador, como él mismo lo afirma en su autografía, en la que se autocalifica como “el más letal de los francotiradores en toda la historia militar de EEUU.”
En su libro, “American Sniper, Autobiography of the Most letal Sniper in US Military History, un best-seller que aumentó y trasladó su fama de militar a escritor, da cuenta de su actuación en contra de los combatientes y civiles iraquíes.
El ex SEALs señala que tuvo en su haber 160 muertes confirmadas entre ellas una mujer, la primera de sus víctimas, disparando desde una distancia promedio de 2.000 metros, superando el record de asesinatos establecido por el también Marine, Carlos Hathcock quien mató a 93 combatientes y civiles en la guerra de Vietnam.
“Yo maté mas personas que él, -admitió Kyle- pero eso no significa que yo era mejor que Hathcock, -confesó humildemente en un acto de sinceridad.- Definitivamente hice trampa, pues utilicé una computadora balística que me decía todo lo que tenía que hacer. Yo era un mono con un rifle en mis manos,” admitió.
Sus palabras encierran una gran verdad, ya que una computadora balística es un diabólico ingenio de la tecnología militar, un equipo informático instalado en un fusil u otra arma, que calcula la trayectoria y el comportamiento de los proyectiles.
La CB está dotada entre otros componentes, de sensores de rayos láser, termómetro, barómetro, altímetro y velocímetro, que le permiten determinar con precisión, la posición y distancia del objetivo.
Y no solo eso, sino que en caso de que este se mueva, determina su posición futura, tomando en cuenta el tiempo que el proyectil tarda en trazar su trayectoria balística mientras está en el aire, haciendo posible que ambos, proyectil y objetivo se encuentren.
Y es que Kyle se convirtió en robot humano configurado y programado como el fusil que usaba, para matar gracias al riguroso exigente entrenamiento que recibe todo SEALs, dirigido a asesinar, programa que queda intacto, sin desmontar, una vez que regresan de la guerra.
Eso lo comprueba el hecho de que al volver a la vida civil, creó la empresa Kraft International servicios de seguridad y entrenamiento militar para policías y otros funcionarios civiles que incluían sesiones de tiro al blanco con diferentes armas.
El lema de la empresa, “Pese a lo que te dijo tu madre, La Violencia Soluciona Problemas”, Confirma que Kyle había quedado marcado y diseñado para ser lo que es un SEALs: un robot humano programado para asesinar.
Y como dice el viejo y sabio refrán: Quien a hierro mata, a hierro muere”, si lo hace en nombre del Mal, “El Más letal francotirador en la historia militar de EEUU” murió de esa manera. Irónicamente, no murió a manos de un combatiente enemigo, sino de un amigo y ex SEALs como él, el ex Marine de 25 años, Eddie Ray Routh.
Y es que Routh, es miembro de esa legión de miles de soldados estadounidenses veteranos de las guerras del Imperio, que como tambien lo fue Dykes, regresan a su país convertidos en piltrafas humanas, victimas del grave trastorno mental conocido como Estrés Post Traumático
Lo adquieren como resultado de los horrendos crímenes de guerra que cometen o ven perpetrar a sus compañeros de armas que masacran familias enteras, violan niñas y mujeres y torturan hasta la muerte a los combatientes que en defensa de sus patrias luchan contra ellos.
Tan grave es el mal que los aqueja, que el número de sus víctimas supera a los que han muerto en combate en Vietnam, Irak y Afganistán y que en muchos casos como en el de Routh y Dykes, enloquecen totalmente para convertirse en asesinos.
Es una dolorosa legión de trastornados mentales y asesinos potenciales de sus compatriotas y suicidas, que vagan por las calles de las ciudades estadounidenses. Carecen de la adecuada atención psicológica, pues son tantos, que las clínicas, hospitales y recursos económicos disponibles resultan insuficientes.
Llegan a matar hasta a sus compañeros de armas, a sus familiares y a veces a desconocidos, y la mayoría de las veces terminan quitándose la vida para escapar de locura del recuerdo de la guerra a la que los envió el Imperio.
Así lo ha demostrado el trágico final de Dykes, el veterano de Vietnam de 65 años, ganador de dos medallas por su “brillante” actuación en el conflicto bélico del que regresó como un héroe, aclamado y admirado por toda la nación.
Pero en la mente del soldado se ocultaba el flagelo del EPT adquirido en esa guerra de conquista en la que el imperio sufrió la mayor derrota militar de su historia. Y una vez finalizado el conflicto en el que, además de perecer cerca de 60.000 de sus soldados, miles de los que sobrevivieron, regresaron como Dykes, hechos verdaderos desechos humanos.
Los atacó el mal tras cometer o ser testigos de masacres como la de My Lay en Vietnam, que cobró la vida de unos 500 seres humanos, o como la de Faluya en Irak, que dejó 60.000 muertos, mucho más atroz que el cometido por la Luftwaffe en Guernica, genocidio que fue inmortalizado por Picasso en una de sus obras.
Y Dykes, el héroe desquiciado y olvidado pagó con su vida el precio de haber sido héroe de guerra de un imperio salvaje que traiciona hasta a sus propios hijos cuando dejan de servir a sus viles y perversos intereses.
Se aisló de todo lo que lo rodeaba y construyó su propio universo, un mundo de fantasmagóricas criaturas que confundía con sus vecinos y desconocidos a los que veía como enemigos. Nadie supo comprender la magnitud del mal que le aquejaba, y al igual que su única hija, lo abandonaron y se hundió en la soledad que agudizaba su mal.
Y tras matar al chofer del bus donde viajaba un menor, lo secuestró confundiéndolo tal vez por uno de esos “pequeños hombres amarillos” como los soldados yanquis llamaban despectivamente a los guerrilleros vietnamitas que nunca se borraron de su memoria, pensando quizás que la guerra a la que fue, no había terminado.
Y el sistema que lo enseñó a matar, como enseñó también a Chris Kyle y a Eddie Ray Routh y al resto de los centenares de miles de efectivos de su ejército de asesinos, mató hace pocas horas al héroe de la guerra de Vietnam, ganador de varias medallas.
Dejó de ser el héroe admirado y aclamado para convertirse en el cruel asesino de un chofer y despiadado secuestrador de un niño.
Así, con ese estigma, su memoria quedará para la historia que el Imperio escribe a su manera, el hombre que le sirvió y arriesgó su vida como “carne de cañón” y como ocurre con otros centenares de miles como él, cuando dejan de serle útiles, son abandonados y olvidados.
Muy distinto fue el destino de Vasili Záitsev, cuya heroica actuación al servicio de una causa justa, del Bien, el valor que enseña la moral que se debe hacer y defender, le hizo merecedor de honor y gloria y siempre recordado por un pueblo agradecido y liberado.
Vivió disfrutando del amor, respeto y gratitud del pueblo soviético hasta la edad de 76 años, el doble de la que tenía Kyle al momento de su muerte. Después de dejar el ejército se graduó de ingeniero textil, se casó y llegó a ser director de una famosa fábrica de esa industria.
Recibió la mas altas condecoraciones de la URSS y fue sepultado con todos los honores en la Colina Maváyev Kurgán, desde donde se domina al Volga y a Stalingrado, estratégica posición que fue tomada por las tropas nazis desde donde bombardeaban la ciudad.
En Máyev Kurgán se libraron fieros combates, y tanta fue la sangre derramada por los combatientes que allí cayeron, que hubo días en que la cima y laderas de la estratégica colina, se tiñeron de rojo.
Convertida en lugar de homenaje a la Batalla de Stalingrado, en su cima se levanta un gigantesco monumento de 105 metros de altura, la Estatua de la Madre Patria, representada por la efigie de un guerreo soviético esgrimiendo una enorme espada de acero.
Allí, a sus pies, descansa al lado de otros héroes y mártires, Vasilí Zaitsev, que alcanzó la gloria defendiendo la libertad de su patria y que jamás pudo ser conquistada por Chris Kyle, quien con su fusil lo único que hizo fue matar en nombre de un imperio genocida.
Menos aún por Eddie Ray Routh y Jimmy Dykes, esclavos inconscientes del imperio que los llevó a la perderse en los laberintos de la demencia, enfermos de un terrible mal que los convirtió en desechadas piltrafas humanas.
Fue el destino de cuatro hombres que lucharon defendiendo dos causas moral y éticamente opuestas, uno en el bando de la libertad y la justicia y tres, en las filas de la opresión que lidera un imperio donde el odio, la violencia y la muerte se hermanan con la barbarie en su desvarío por dominar al mundo.
Hernán Mena Cifuentes
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