por Alfredo Oliva
Este año se cumplen 200 años del Decreto de Guerra a Muerte, instituido por Simón Bolívar el 15 de junio de 1813 en la ciudad de Trujillo (Venezuela), en el contexto de la Campaña Admirable.
El Decreto fue una respuesta militar en lo táctico, y política en lo estratégico.
En lo táctico, el Decreto de Guerra a Muerte es una respuesta a la campaña de terror creada por la matanza de miles de republicanos realizada por los militares españoles, encabezados por Domingo de Monteverde después de la caída de la Primera República. El texto no deja dudas:
“…los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña, y os han destruido con la muerte, han cometido todos los crímenes. Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla.
(…) Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”.
En lo estratégico, define los bandos en conflicto, crea el imaginario de lo venezolano por lo cual luchar y ofrendar la vida: Patria, cultura, territorio; y deja claro en el plano internacional que la guerra que se libra en este lado de América es entre dos naciones: Venezuela y España.
En ese largo transitar desde la Independencia de Venezuela hasta ahora (1830-2013) la oligarquía parasitaria y sus lacayos han añorado las cadenas de los colonizadores y demandan el dominio imperialista yanqui.
Hoy, recogiendo el espíritu del Decreto, habría que declararle la guerra a la oligarquía parasitaria dueña de medios de comunicación, y revocarles las concesiones; pues estos lacayos del imperialismo han cometido todo tipo de crímenes y sembrado terror, miedo como otrora Monteverde
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