por Hernán Mena Cifuentes
Luego del paso de un huracán, uno de esos “asesinos en serie” que con impune puntualidad recorren todos los años las aguas del Caribe, los medios suelen olvidar su “crimen”, dedicándose a cubrir otros sucesos, por considerar que la tragedia, como noticia, perdió actualidad e importancia.
En el caso de la más reciente de esas tormentas, -Sandy- se concentraron simultáneamente en la cobertura de las elecciones presidenciales de EEUU y de la llegada del fenómeno y sus efectos en el territorio estadounidense, pero olvidaron totalmente informar sobre las secuelas que dejó en las islas del Caribe.
Cubrieron con un velo de silencio cómplice la profunda huella de muerte y destrucción que provocó el meteoro en la región y el dolor y angustia que embarga a los miles de sobrevivientes.
Ellos son los descendientes de las víctimas de calamidades similares que hasta hace algunos años recibían la insuficiente ayuda que les daba su gobierno, y el poco auxilio que llegaba del exterior, insuficientes para subsanar las terribles y apremiantes necesidades causadas por esos cataclismos.
Era un trágico espectáculo el que protagonizaban aquellos pueblos, resignados a su suerte, a la espera del nuevo sismo o del huracán, que tras una breve tregua, volvía a sumirlos en abismo de dolor. Un constante y siniestro ciclo de vida y muerte, que se abría momentáneamente a la esperanza de la llegada de la insuficiente ayuda interna y del exterior. Pero de pronto, las cosas cambiaron.
Aquel valor de la Solidaridad que permanecía atada y amordazada por la visión mezquina y egoísta del Capitalismo salvaje y su modelo neoliberal que reinaba en la mayoría del planeta, cobró de nuevo fuerza. Se liberó, primero en Cuba, con la Revolución cubana, y más tarde en Venezuela, con la Revolución Bolivariana.
La Cuba revolucionaria comenzó prestando masiva ayuda a todos los pueblos del planeta asolados por la calamidad causada por la naturaleza, y su vocación de servir al desvalido, no se detuvo para al tratar de ayudar al pueblo de EEUU, cuyos gobiernos tanto daño le habían hecho y aún le sigue causando.
Y es que, cuando el huracán Katrina devastó a Nueva Orleans, Fidel preparó una flota de aviones con médicos, enfermeras, ingenieros y rescatistas a bordo, cargados de alimentos, medicinas y frazadas para socorrer a los habitantes de la devastada ciudad.
Pero, sobre aquel gesto solidario se impuso la soberbia y prepotencia, unidas al odio visceral que Bush Jr. y demás mandatarios yanquis sienten hacia la Revolución cubana y su líder.
Se asumió que, aceptar la ayuda sería humillante, y las aeronaves se quedaron en tierra, mientras en la cuna del Jazz, miles de estadounidenses que pudieron salvarse gracias a un auxilio que no llegó nunca, murieron por la intransigencia y estupidez del “Nerón del Siglo XXI.”
Y en un nuevo acto de su odio desbordado, tras negarse a aceptar la desinteresada ayuda, reforzó el criminal bloqueo contra la isla, que ha provocado, además de más de 100.000 millones en pérdidas a la economía, otros graves daños a la población y a la Revolución.
No obstante, pese a las dificultades impuestas por el bloqueo, Cuba continuó suministrando ayuda a los pueblos en desgracia, enviando miles de médicos cubanos, instrumental quirúrgico y medicinas para asistir a las víctimas de una tragedia donde sea que esta ocurra, como lo viene haciendo en Haití a raíz del sismo de 2011.
Y, cuando se pensó que el bloqueo a Cuba, por sus efectos sobre su economía ya no permitiría a esos pueblos recibir la masiva ayuda de la Revolución cubana, la Solidaridad volvió a liberarse para acudir en su auxilio. Fue en la tierra firme americana, al norte de Sudamérica y orillas del Caribe, “El Mar de la Libertad”, como le llamó Arciniegas, en Venezuela donde ese valor inextinguible cobró una vez más el impulso de su arrolladora fuerza.
Porque, cada vez que ocurre un desastre, ya sea provocado por la naturaleza o por la acción del hombre, un sismo, un huracán o cualquier otra tragedia que deje un elevado saldo de muerte y destrucción, no solo en el Caribe sino en cualquier parte del mundo, allí estará siempre presente la solidaridad del gobierno y pueblo venezolano.
Y es que la Solidaridad es uno de los valores y principios inherente, a la Revolución Bolivariana que acompaña a ese proceso inédito y pacifico y al socialismo del Siglo XXI que construye el jefe del Estado venezolano.
Pero la oposición fascista venezolana, cuya mezquindad es uno de los vicios y antivalores que más identifica a la miseria humana que la corroe, observa con olímpico desprecio ese accionar humanitario, denunciando irresponsable y falsamente a los cuatro vientos, a la revolución, de ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”, diciendo que “Venezuela regala el dinero del pueblo venezolano.”
Son esas infames voces las que ahora podrían protestar por la ayuda que Venezuela envía a los pueblos hermanos, como condena también el que contribuya a su progreso y desarrollo mediante acuerdos de intercambio de petróleo por sus productos, o el envío por parte de Cuba, de médicos, educadores e instructores deportivos.
Y esa valía de la solidaridad humana se ha puesto de manifiesto una vez más a través de la ayuda que la Revolución venezolana, en nombre de su pueblo y su gobierno está enviando a Haití y Cuba.
Ambos fueron azotados por el huracán Sandy, que a su paso en los primeros días del pasado mes de octubre, afectó también a República Dominicana, Jamaica y Las Bahamas donde dejó menos muerte y menores daños, hasta que su arribo a la costa este de EEUU, donde como lo hizo en Haití y Cuba provocó gran destrucción y muerte.
Allí en Norteamérica, la “Supertormenta” o “Frankestorm”, bautizada
así por los medios, pese a las extraordinarias medidas de prevención y seguridad adoptadas por las autoridades de los cuatro estados afectados, causó grandes estragos. Inundó y destruyó miles de viviendas, paralizó todas las actividades, dejó sin electricidad a decenas de miles de hogares, industrias y comercios y sin combustible a millones vehículos.
Y aquellos que perdieron sus hogares y los miles “homeless” y demás indigentes que viven en las zonas afectadas por Sandy, se
exponen a morir de frío por falta de calefacción y no haber suficientes refugios para albergarlos. Corren el riesgo de perecer a medida que avanza el invierno, ya presente, y las tormentas de nieve como la que en estos momentos azota a Nueva York y otras urbes de la costa este del país.
Pero los medios estadounidenses, motivados por los mezquinos intereses que los vinculan al Stablishment, pronto olvidaron la tragedia que causó Sandy en su país, como lo habían hecho días antes cuando asoló el Caribe, para informar sobre la campaña presidencial y a exaltar según pregonan incesantemente, “su importancia para la preservación de la democracia de EEUU y del mundo.”
Lo mismo hicieron los dos candidatos, que soslayaron el deber moral de atender con solicitud y afecto a un pueblo afligido por la tragedia. Y tras una breve pausa, obcecados por su ambición de poder, prosiguieron en pos del triunfo con sus discursos proselitistas- Los acompañaba la alienante y millonaria propaganda que pagan los amos del poder oculto, mientras repartían hipócritas besos llamando a la gente a votar por ellos.
A ese pueblo ingenuo que cada cuatro años asiste como “convidado de piedra” a esa farsa electoral, que en realidad no se hace para elegir a un presidente, sino para ratificar el mandato a los verdaderos amos del poder oculto detrás del sillón presidencial, los bancos, las transnacionales y el complejo militar industrial.
Y el poder de la nefasta publicidad, motor del consumismo desbordado y razón de ser del Capitalismo y su modelo neoliberal, en la que son maestros las empresas de esa engañadora y millonario industria, hizo que millones de personas acudieran a las urnas a depositar un voto que no vale nada.
Lo hicieron bajo el intenso frío y la amenaza de nevadas que prevalecieron en algunos pueblos y ciudades el día de la votación, y que dejó de serlo, al desatarse en las últimas horas fuertes tormentas de nieve y temperaturas bajo cer sobre Nueva York y urbes adyacentes.
Mientras tanto, en Cuba y Haití, millones de sus habitantes se enfrentaban con entereza y valor el desastre dejado por Sandy a su paso. Fue tal furia que desataron sus vientos y la lluvia sobre Cuba, que afectó a más de 130.000 viviendas, más de 15.000 totalmente destruidas, lo mismo que miles de hectáreas de cultivos, cientos de kilómetros de tendido eléctrico y sus torres derribadas, además de puentes, carreteras y otras obras de vialidad, urbanas u rurales.
Peor suerte corrió Haití, pueblo que aún no se recupera de la catástrofe provocada por el terremoto que lo asoló hace 22 meses. Ciudades, pueblos y villorrios destruidos; millón y medio de personas sin hogar; 316.000 muertos y 350.000 más entre heridos y mutilados y una epidemia de cólera que afectó miles de personas matando a niños en su mayoría, fue su aterrador saldo.
Y Sandy volvió a llevar más muerte y destrucción, como si no fuese suficiente el dantesco escenario que el país exhibe desde el día cuando cataclismo del año pasado devastó al país. 54 muertos, 21 desaparecidos centenares de heridos y el aumento de la cifra de haitianos que a raíz del terremoto de 2011 viven en endebles tiendas de campaña que, azotadas por el viento, muchas son destruidas dejando a la intemperie a quienes las habitaban.
Y mientras el pueblo clamaba al cielo por ayuda divina, apareció dibujada contra el horizonte del Mar Caribe, la silueta de un avión con siglas y bandera venezolanas en su fuselaje. Era un Hércules - 130 de la Fuerza Aérea Bolivariana.
Fue la primera unidad en transitar por el gigantesco puente aéreo y marítimo de ayuda humanitaria, que por instrucciones del Presidente Chávez, han tendido las FABV conjuntamente con la Armada Bolivariana de Venezuela entre las patrias de Bolívar, Martí y Petion. Las primeras unidades en transitarlo, fue el Hércules siglas 4951 de la FABV y el buque de transporte AB “Guajira” T-63 de la ABV.
Está conformado el puente, por una flota buques y aeronaves, que han permitido hasta hoy el traslado de cientos de toneladas de alimentos, agua potable, frazadas, maquinarias, material y equipos de construcción y desalojo de escombros, en un hermoso gesto que enaltece y ratifica el tradicional espíritu solidario de la Revolución Bolivariana.
A esa misión de solidaridad y hermandad revolucionaria y socialista se unieron los pueblos gobiernos de Bolivia, Ecuador y Nicaragua, miembros del ALBA, como Venezuela, enviando medicinas, agua,
alimentos y frazadas. Y Cuba, pionera junto con Venezuela de la alianza, contribuye enviando médicos, como lo hizo conjuntamente con Venezuela a pocas horas de ocurrir el sismo de 2011.
Lo mismo ha hecho Rusia, que desde ese otro extremo del planeta envió hace una semana, una gigantesca aeronave de transporte con decenas de toneladas de ayuda, y prepara el envió de otras dos, con más alimentos, material médico y equipos de rescate.
Esta acción del gobierno ruso es una prueba más de ese valor inconmensurable de la Solidaridad que anida en el Socialismo, siempre presente en la memoria colectiva del gobierno y pueblo de Rusia, gesto de solidaridad que junto con China y Venezuela también se ha hecho presente al apoyar al pueblo de Siria contra la agresión del Imperio y sus lacayos.
Porque Rusia fue el primer país donde hace un siglo se iluminó con el rayo de esperanza del Socialismo, seguido de un incendio inextinguible que por más que la brutalidad y mezquindad del Capitalismo intenten apagarlo, no logrará jamás su cometido.
Porque está tatuado junto con su mensaje de Solidaridad, en la piel de la conciencia y en la memoria colectiva de los pueblos, y ausente en la de esos apocalípticos jinetes de la hambruna, la guerra y la muerte que son los nuevos Cruzados: EEUU y sus aliados, donde rige ese cruel sistema depredador de los pueblos del Tercer mundo y de su propios pueblos, a los que hoy está matando de hambre.
FIN/AVN/DEBATE/HMC
Hernán Mena Cifuentes AVN
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