14/05/13.-Son las 4 y 25 de aquel 5 de marzo de 2013… Antes de ocultarse el sol, unos brazos celestiales se extienden y se descuelgan desde la neblina empinada sobre el valle del Guaraira Repano, como humeantes cascadas empedradas. Otros brazos se alzan desde el corazón de Caracas. Suben y suben al encuentro de un llamado, mientras una mujer del barrio arroja, cerro arriba, “Una rosa para mi ciudad”… Saluda con ternura la caída del día en el abrazo de todos los tiempos.
¡Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos! –replica el eco de la serranía.
—HCH: He dejado la balza de Amalivaca en manos de Nicolás Maduro. Espero que entiendas que también eres Chávez y no sólo el hijo de Chávez. Que todos somos Chávez (aclaro que no dejo ningún vacío con mi partida: ¿acaso no soy también corazón de mi pueblo?). El que me sienta ausente, ya no está en mí. ¿Acaso no me ven en bandadas de pájaros, en la caída de la hoja seca para fecundar la tierra, en el humus interior y el compromiso social que estruja la conciencia de los oprimidos? Cualquier vacío con mi ausencia lo convertiré en surco del conuco cósmico, en comunidad y comuna para la siembra fértil. Y por sus frutos los conoceréis…
—CR: Hola, Hugo, ¿eres tú?
—HCH: Sí, César. Soy yo. Hugo Chávez… Hecho pueblo. Subo, hecho pueblo, hecho multitudes. En la noche me levanto con el fuego sagrado del Catatumbo y la espada triunfante de Ayacucho… y escalo todos los Chimborazos en busca del Padre Libertador y de repente me detengo, lo encuentro en mi corazón y en el corazón del pueblo… Vuelvo como Túpac Katari, hecho Guaicaipuro. Lancero de la montaña, hecho millones. Con Neruda, con el Padre Simón, desperté cada 100 años cuando despierta el pueblo. El pueblo me hizo Chávez y Chávez se hizo pueblo. En la mañana despierto en el aura de Los Hijos del Sol y el canto de los pájaros. El que tenga ojos para ver, que vea. El que tenga oídos que oiga.
—CR: ¡Ah!… Soy César Rengifo. Me remonto al fondo de todas las edades. Escucho en el susurro del viento esos orígenes remotos del Dios de los tamanacos del Orinoco, en la tempestad diluviana. Soy contemporáneo de Amalivaca, de La Edad de las Aguas y la multiplicación de la especie humana del fruto de la palma del moriche. Patria, patria: ¡tu piel es el maíz!… En la yuca ancestral del Árbol de la Vida… renacieron ¡Las Tres Raíces! de nuestra biodiversidad agroalimentaria. La más fecunda y diversa del planeta. Porque Amalivaca también multiplicó los peces y los panes. Y la cósmica diversidad espiritual de nuestros padres.
—HCH: César: Antes de partir quedé sembrado en el Cuartel de la Montaña y en el corazón de mi pueblo. En otro ¡Por ahora!… Seguiré abonando desde siempre esa espiga sembrada en Carabobo y le cantaré en tu nombre. Estuve en ese abrazo de todos los tiempos de nuestra historia y en tu memoria exclamé: Bolívar, Padre Libertador ¡independencia o nada! Al fin ¡tenemos patria! (¡patria, patria, patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi amor!).
—CR: Yo vengo, Hugo, como el diamante más tallado, en el fruto del arte más sublime, hecho del alma y fuego, en el alma y cuerpo de este pueblo/pueblo. De ese que también como tú, calzó alpargatas y sombrero de cogollo en los inicios de la era del oro negro ante la inclemencia del tiempo y la indeseable presencia del gringo invasor, del saqueo y la depredación del suelo y del subsuelo. Rechazo cualquier conquista, sea cual sea. Ayudante de albañil de uno de mis padres adoptivos, construí el gran mural de mi infancia y lo plasmé en cuadros y escenarios en movimiento. En el tablero busqué la síntesis de la música, la pintura, la danza para plasmar con mi pueblo su identidad, la historia y la conciencia de clase. En el teatro busqué la historia viva y la síntesis de todas las artes para hacer cotidiano lo extraordinario.
—HCH: Me sorprende tanto parecido contigo… Por allí cargan los Cuentos del arañero de Sabaneta de Barinas. Mi infancia también conoció la pobreza, con sus carencias y sus potencialidades adormecidas por el opio colonial. Por las potencialidades humanas en mi pobreza, encontré una niñez feliz y creativa. Entendí pronto que la pobreza no es una condición humana, ni algo querido por Dios, sino una situación histórica creada por la injusticia y el predominio del capital.
—CR: Como César Rengifo, me indianicé en mi Autorretrato. Y en “el Hombre que llora por el Hombre”, me encarné en Haití, me encarné en el indio/negro, como negro y zambo insubordinado… Me volví anticonquista y cimarrón. En el “Rostro de la tierra” vi retratada mi indodescendencia y mis ancestros campesinos al margen de la gran ciudad fueron señal de alarma y clamé desde “Las Torres y el Viento” por el regreso de la tierra verde y la reconstrucción de la cadena de la vida.
—HCH: Yo soy zambo. Indio y negro. Soy cuiva del Capanaparo, hijo de la sabana, madera de la montaña y de esos cantos que brotaron en un chichón de luces en Samariapo, con las voces de Chucho y de Alejandrina. Porque esa Madera no sirve pa´ guacal, en el decir del Cantor del Pueblo Alí Primera. Porque esa madera, de la que estamos hechos, César, es puro corazón. Corazón de roble, decimos en el llano. En corazón de roble de la Sierra de Perijá como el del Cacique Sabino Romero. Me llamaron el zambo de Sabaneta. Indio y negro me asumí para convertir el insulto en orgullo y reafirmación de la dignidad humana. Lo que tú llamaste la anticonquista lo asumimos como Resistencia indígena. Salimos del confuso Día de la Raza para crear el Día de la Resistencia Indígena cada 12 de octubre. Lo más originario nuestro no empieza con Colón y su búsqueda de El Dorado.
—CR: Con la conciencia de clase, por supuesto, asumimos la conciencia etnohistórica. En mi teatro, en mi pintura, en mi muralismo, el indio y el negro no son sólo raíz de la nacionalidad, sino también parte insustituible de nuestro presente histórico. De mi teatro, lo que más se rechaza y se oculta es el tríptico dedicado a los pueblos indios: Curayú o el vencedor, Oscéneba, Apacuana y Cuaricurián.
—HCH: Mi praxis política, César, coincide con tu arte y con tu militancia política. Porque tú pusiste sobre el escenario a todos los invisibilizados de este mundo en los últimos 500 años. Los pueblos indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los jóvenes, las personas con discapacidad, los niños, el soldado desconocido y la unidad cívico-militar, las personas de la tercera edad, los campesinos, el mundo suburbano de las barriadas generado por la subcultura del petróleo. Y la naciente clase obrera, víctima de la opresión y explotación del capital.
—CR: Muchos, camarada Hugo Chávez, quedaron confundidos con mi teatro y mi pintura. César Rengifo es antihispánico, dijeron. Porque no le rinde culto a los verdugos conquistadores. Algunos mantuanos de izquierda me llamaron racista y dijeron: César es sospechoso. Sólo pinta figuras aindiadas y, ¡cuándo no!, zambos y negros. Pinta mujeres y no pinta blancas o pinta blancas aindiadas. Es racista, excluyente y antihispánico, señalaban. Y por eso, han querido sepultar mi obra. Vista como excluyente y como culto al pasado. Encima de eso inventaron que todas mis figuras iban de espalda. ¿De espalda a qué o a quién? Será de espalda a la derecha cultural mantuana. Nadie excluye a otro cuando afirma a un invisibilizado.
—HCH: Los apátridas creyeron que nuestro pueblo siempre iba de espaldas al presente y al futuro. Pero las élites y la cultura dominante han estado de espaldas a nuestra historia, nuestra identidad, nuestra presencia para invisibilizarnos y así darle continuidad al genocidio y destrucción cultural y ecológica que comenzó el 12 de octubre de 1492.
—CR: El pasado es herramienta, un arma para interpretar el presente y descifrar las claves del futuro. Cicerón decía que un pueblo sin conocer sus orígenes permanece en la eterna infancia. Por eso yo nunca negué que soy comunista, pero con mis raíces en la tierra y en nuestros pueblos. Sólo así tomaremos el cielo por asalto.
—HCH: Yo asumí el socialismo de las entrañas de nuestros pueblos indios y de la sal del mensaje evangélico. Fidel me dijo más de una vez: “Chávez, yo soy cristiano en lo social”. O como lo expresó en forma genial monseñor Hélder Cámara, el arzobispo rojo de Brasil: “Cuando me solidarizo con la pobreza, casi que me llaman santo. Pero cuando pido una explicación de las múltiples causas de la pobreza, entonces me llaman comu- nista”.
—CR: Hugo, los dos rompimos la vergüenza colonial que nos impedía decir lo que pensamos y lo que sentimos. Ya no es pecado ser cristiano, agnóstico o ateo. Podemos convivir juntos. Tú regresaste el 13 de abril con tu Cristo y tu perdón a cuestas. Mi teología de la liberación siempre estuvo enclavada en la vida cotidiana de nuestros pueblos, en los mitos y visiones del mundo sobre nuestros orígenes y desenvolvimiento histórico. Todo ello expresado a través de proteicas literaturas orales, todavía desconocidas por nuestros niños y jóvenes.
—HCH: Nosotros, César, somos como la caña brava ante el viento y las tempestades a orilla de las quebradas. Que nos cimbramos y nos doblamos hasta abajo, hasta las rodillas, pero no nos quebramos ni nos arrodillamos ante el Nuevo Becerro de Oro y luego nos levantamos. Ante cada derrota tenemos un ¡Por ahora! Ante la vergüenza de la enfermedad y el miedo a la muerte, sabemos sembrar la esperanza y la fe en el futuro. A Rengifo siempre le molestaron los derrotismos culturales. ¿No es así, César?
—CR: Hugo, sé muy bien que de cada derrota construiste una victoria. Ante el miedo a la muerte asumiste siempre tu responsabilidad poniendo tu vida como garantía de continuidad de una lucha, de una luz que permanece en el camino. También vencimos ambos el sentido del ridículo. Cuando la oligarquía hacía un chiste contra ti, lo contabas tú mismo y se lo devolvías por partida doble a tus inquisidores. Cuando yo echaba un chiste y nadie se reía, terminaba riéndome yo mismo. Tenemos que estar siempre, Chávez, con buen humor, más allá del odio y de la burla de nuestros adversarios.
—HCH: Preso en Yare, conocí tu obra. Retomé en ella el orgullo indoblegable de ser venezolano. Siempre estuve contra aquello de que lo malo es de aquí y lo bueno viene del norte. Siempre entendí que Bolívar, Miranda, Sucre, San Martín, Abreu de Lima, O´Higgins ya en su tiempo eran sudacas. Por tu obra, siempre conocí a la Venezuela profunda. Por la Venezuela profunda tuve acceso real a la auténtica universalidad. Patria Chica y Patria Grande son las gemelas de mis grandes amores. Y como dijo Martí: Amor con amor se paga.
SAÚL RIVAS-RIVAS
ESPECIAL CIUDAD CCS
ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO/CIUDAD CCS
__________
César Rengifo consagró en su arte el reflejo de un pueblo
Hoy se conmemoran 98 años del nacimiento del pintor y dramaturgo venezolano César Rengifo, quien a través de sus distintas facetas artísticas supo reflejar la realidad social de la Venezuela de su época y hacer visibles las necesidades de los desfavorecidos, los campesinos y los pueblos originarios.
El escritor e investigador social Saúl Rivas-Rivas comentó que Rengifo fue un venezolano integral. “Como dramaturgo, pintor, muralista, ensayista y periodista siempre trató de insertar toda su poética en la realidad venezolana, pero con un profundo sentido de universalidad, poniendo en el escenario a todos los invisibilizados en estos 500 años de dominación colonial. Por eso, se autoproclamó un artista de la anticonquista”, dijo.
“Provengo, pues, de raíces de pueblo y voy ligado a él por conocimiento y sentimiento”, escribió Rengifo en un carta al escritor Carlos Solórzano y, quizás, nunca pensó que su visión social y política sería compartida por Hugo Chávez, quien en más de una ocasión recomendó sus obras. “Cuando Chávez estuvo preso en la cárcel de Yare se leyó toda la obra del artista. Ambos eran de izquierda, pero lo que los hace más originales es que su izquierdismo estaba enclavado en las raíces más profundas de la venezolanidad. En la praxis de ambos están presentes todos los tiempos de nuestra historia”, señaló.
El artista llegó al mundo en la parroquia Candelaria. Su padre murió dos meses antes del parto y su madre, seis meses después. Sin embargo, con el mismo espíritu de lucha del Arañero de Sabaneta supo sobreponerse a las adversidades. “Frente a cada fracaso, Chávez y Rengifo plasmaban la esperanza y buscaban convertir cualquier derrota en un triunfo, en una especie de ‘Por ahora’, en una espera activa del pueblo”, agregó el escritor.
Rengifo estudió en la Academia de Bellas Artes, donde se graduó en Dibujo, Pintura y Escultura. A sus 19 años participó en acciones antigomecistas, y un episodio marcó su vida cuando en una movilización estudiantil, después de la muerte del dictador, resultaron heridos tres estudiantes. “Todo su arte es un grito, un estremecimiento, una denuncia de las estructuras del capitalismo y la búsqueda, al mismo tiempo, de una esperanza plasmada en un proyecto histórico que está construyéndose con los propios pueblos. Una visión revolucionaria que, a través del arte, nos presenta un diseño de país, un modelo hacia donde caminar y donde el hombre viejo y el hombre nuevo de César están estrechamente vinculados”, explicó Rivas Rivas.
También estudió artes plásticas con el apoyo de una beca y de sus amigos en Chile y después en México donde se inscribió en el Partido Comunista. Rivas-Rivas destaca “la originalidad del pensamiento de Rengifo, porque muy pocos pensadores hacen una declaración anticonquista como la hizo él (…) su pensamiento refleja lo que hoy nuestra Constitución llama una identidad multiétnica y pluricultural”.
En 1954 obtuvo el Premio Nacional de Pintura. Dejó más de 40 piezas teatrales escritas y una amplia variedad de pinturas. Murió el 2 de noviembre de 1980 y desde 2012 se celebra el Día Nacional de la Dramaturgia cada 14 de mayo, en homenaje a quien “a través de su obra instrumenta el pasado y lo pone en manos de las nuevas generaciones”, señaló Rivas-Rivas.
MARIAN MARTÍNEZ/CIUDAD CCS
¡Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos! –replica el eco de la serranía.
—HCH: He dejado la balza de Amalivaca en manos de Nicolás Maduro. Espero que entiendas que también eres Chávez y no sólo el hijo de Chávez. Que todos somos Chávez (aclaro que no dejo ningún vacío con mi partida: ¿acaso no soy también corazón de mi pueblo?). El que me sienta ausente, ya no está en mí. ¿Acaso no me ven en bandadas de pájaros, en la caída de la hoja seca para fecundar la tierra, en el humus interior y el compromiso social que estruja la conciencia de los oprimidos? Cualquier vacío con mi ausencia lo convertiré en surco del conuco cósmico, en comunidad y comuna para la siembra fértil. Y por sus frutos los conoceréis…
—CR: Hola, Hugo, ¿eres tú?
—HCH: Sí, César. Soy yo. Hugo Chávez… Hecho pueblo. Subo, hecho pueblo, hecho multitudes. En la noche me levanto con el fuego sagrado del Catatumbo y la espada triunfante de Ayacucho… y escalo todos los Chimborazos en busca del Padre Libertador y de repente me detengo, lo encuentro en mi corazón y en el corazón del pueblo… Vuelvo como Túpac Katari, hecho Guaicaipuro. Lancero de la montaña, hecho millones. Con Neruda, con el Padre Simón, desperté cada 100 años cuando despierta el pueblo. El pueblo me hizo Chávez y Chávez se hizo pueblo. En la mañana despierto en el aura de Los Hijos del Sol y el canto de los pájaros. El que tenga ojos para ver, que vea. El que tenga oídos que oiga.
—CR: ¡Ah!… Soy César Rengifo. Me remonto al fondo de todas las edades. Escucho en el susurro del viento esos orígenes remotos del Dios de los tamanacos del Orinoco, en la tempestad diluviana. Soy contemporáneo de Amalivaca, de La Edad de las Aguas y la multiplicación de la especie humana del fruto de la palma del moriche. Patria, patria: ¡tu piel es el maíz!… En la yuca ancestral del Árbol de la Vida… renacieron ¡Las Tres Raíces! de nuestra biodiversidad agroalimentaria. La más fecunda y diversa del planeta. Porque Amalivaca también multiplicó los peces y los panes. Y la cósmica diversidad espiritual de nuestros padres.
—HCH: César: Antes de partir quedé sembrado en el Cuartel de la Montaña y en el corazón de mi pueblo. En otro ¡Por ahora!… Seguiré abonando desde siempre esa espiga sembrada en Carabobo y le cantaré en tu nombre. Estuve en ese abrazo de todos los tiempos de nuestra historia y en tu memoria exclamé: Bolívar, Padre Libertador ¡independencia o nada! Al fin ¡tenemos patria! (¡patria, patria, patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi amor!).
—CR: Yo vengo, Hugo, como el diamante más tallado, en el fruto del arte más sublime, hecho del alma y fuego, en el alma y cuerpo de este pueblo/pueblo. De ese que también como tú, calzó alpargatas y sombrero de cogollo en los inicios de la era del oro negro ante la inclemencia del tiempo y la indeseable presencia del gringo invasor, del saqueo y la depredación del suelo y del subsuelo. Rechazo cualquier conquista, sea cual sea. Ayudante de albañil de uno de mis padres adoptivos, construí el gran mural de mi infancia y lo plasmé en cuadros y escenarios en movimiento. En el tablero busqué la síntesis de la música, la pintura, la danza para plasmar con mi pueblo su identidad, la historia y la conciencia de clase. En el teatro busqué la historia viva y la síntesis de todas las artes para hacer cotidiano lo extraordinario.
—HCH: Me sorprende tanto parecido contigo… Por allí cargan los Cuentos del arañero de Sabaneta de Barinas. Mi infancia también conoció la pobreza, con sus carencias y sus potencialidades adormecidas por el opio colonial. Por las potencialidades humanas en mi pobreza, encontré una niñez feliz y creativa. Entendí pronto que la pobreza no es una condición humana, ni algo querido por Dios, sino una situación histórica creada por la injusticia y el predominio del capital.
—CR: Como César Rengifo, me indianicé en mi Autorretrato. Y en “el Hombre que llora por el Hombre”, me encarné en Haití, me encarné en el indio/negro, como negro y zambo insubordinado… Me volví anticonquista y cimarrón. En el “Rostro de la tierra” vi retratada mi indodescendencia y mis ancestros campesinos al margen de la gran ciudad fueron señal de alarma y clamé desde “Las Torres y el Viento” por el regreso de la tierra verde y la reconstrucción de la cadena de la vida.
—HCH: Yo soy zambo. Indio y negro. Soy cuiva del Capanaparo, hijo de la sabana, madera de la montaña y de esos cantos que brotaron en un chichón de luces en Samariapo, con las voces de Chucho y de Alejandrina. Porque esa Madera no sirve pa´ guacal, en el decir del Cantor del Pueblo Alí Primera. Porque esa madera, de la que estamos hechos, César, es puro corazón. Corazón de roble, decimos en el llano. En corazón de roble de la Sierra de Perijá como el del Cacique Sabino Romero. Me llamaron el zambo de Sabaneta. Indio y negro me asumí para convertir el insulto en orgullo y reafirmación de la dignidad humana. Lo que tú llamaste la anticonquista lo asumimos como Resistencia indígena. Salimos del confuso Día de la Raza para crear el Día de la Resistencia Indígena cada 12 de octubre. Lo más originario nuestro no empieza con Colón y su búsqueda de El Dorado.
—CR: Con la conciencia de clase, por supuesto, asumimos la conciencia etnohistórica. En mi teatro, en mi pintura, en mi muralismo, el indio y el negro no son sólo raíz de la nacionalidad, sino también parte insustituible de nuestro presente histórico. De mi teatro, lo que más se rechaza y se oculta es el tríptico dedicado a los pueblos indios: Curayú o el vencedor, Oscéneba, Apacuana y Cuaricurián.
—HCH: Mi praxis política, César, coincide con tu arte y con tu militancia política. Porque tú pusiste sobre el escenario a todos los invisibilizados de este mundo en los últimos 500 años. Los pueblos indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los jóvenes, las personas con discapacidad, los niños, el soldado desconocido y la unidad cívico-militar, las personas de la tercera edad, los campesinos, el mundo suburbano de las barriadas generado por la subcultura del petróleo. Y la naciente clase obrera, víctima de la opresión y explotación del capital.
—CR: Muchos, camarada Hugo Chávez, quedaron confundidos con mi teatro y mi pintura. César Rengifo es antihispánico, dijeron. Porque no le rinde culto a los verdugos conquistadores. Algunos mantuanos de izquierda me llamaron racista y dijeron: César es sospechoso. Sólo pinta figuras aindiadas y, ¡cuándo no!, zambos y negros. Pinta mujeres y no pinta blancas o pinta blancas aindiadas. Es racista, excluyente y antihispánico, señalaban. Y por eso, han querido sepultar mi obra. Vista como excluyente y como culto al pasado. Encima de eso inventaron que todas mis figuras iban de espalda. ¿De espalda a qué o a quién? Será de espalda a la derecha cultural mantuana. Nadie excluye a otro cuando afirma a un invisibilizado.
—HCH: Los apátridas creyeron que nuestro pueblo siempre iba de espaldas al presente y al futuro. Pero las élites y la cultura dominante han estado de espaldas a nuestra historia, nuestra identidad, nuestra presencia para invisibilizarnos y así darle continuidad al genocidio y destrucción cultural y ecológica que comenzó el 12 de octubre de 1492.
—CR: El pasado es herramienta, un arma para interpretar el presente y descifrar las claves del futuro. Cicerón decía que un pueblo sin conocer sus orígenes permanece en la eterna infancia. Por eso yo nunca negué que soy comunista, pero con mis raíces en la tierra y en nuestros pueblos. Sólo así tomaremos el cielo por asalto.
—HCH: Yo asumí el socialismo de las entrañas de nuestros pueblos indios y de la sal del mensaje evangélico. Fidel me dijo más de una vez: “Chávez, yo soy cristiano en lo social”. O como lo expresó en forma genial monseñor Hélder Cámara, el arzobispo rojo de Brasil: “Cuando me solidarizo con la pobreza, casi que me llaman santo. Pero cuando pido una explicación de las múltiples causas de la pobreza, entonces me llaman comu- nista”.
—CR: Hugo, los dos rompimos la vergüenza colonial que nos impedía decir lo que pensamos y lo que sentimos. Ya no es pecado ser cristiano, agnóstico o ateo. Podemos convivir juntos. Tú regresaste el 13 de abril con tu Cristo y tu perdón a cuestas. Mi teología de la liberación siempre estuvo enclavada en la vida cotidiana de nuestros pueblos, en los mitos y visiones del mundo sobre nuestros orígenes y desenvolvimiento histórico. Todo ello expresado a través de proteicas literaturas orales, todavía desconocidas por nuestros niños y jóvenes.
—HCH: Nosotros, César, somos como la caña brava ante el viento y las tempestades a orilla de las quebradas. Que nos cimbramos y nos doblamos hasta abajo, hasta las rodillas, pero no nos quebramos ni nos arrodillamos ante el Nuevo Becerro de Oro y luego nos levantamos. Ante cada derrota tenemos un ¡Por ahora! Ante la vergüenza de la enfermedad y el miedo a la muerte, sabemos sembrar la esperanza y la fe en el futuro. A Rengifo siempre le molestaron los derrotismos culturales. ¿No es así, César?
—CR: Hugo, sé muy bien que de cada derrota construiste una victoria. Ante el miedo a la muerte asumiste siempre tu responsabilidad poniendo tu vida como garantía de continuidad de una lucha, de una luz que permanece en el camino. También vencimos ambos el sentido del ridículo. Cuando la oligarquía hacía un chiste contra ti, lo contabas tú mismo y se lo devolvías por partida doble a tus inquisidores. Cuando yo echaba un chiste y nadie se reía, terminaba riéndome yo mismo. Tenemos que estar siempre, Chávez, con buen humor, más allá del odio y de la burla de nuestros adversarios.
—HCH: Preso en Yare, conocí tu obra. Retomé en ella el orgullo indoblegable de ser venezolano. Siempre estuve contra aquello de que lo malo es de aquí y lo bueno viene del norte. Siempre entendí que Bolívar, Miranda, Sucre, San Martín, Abreu de Lima, O´Higgins ya en su tiempo eran sudacas. Por tu obra, siempre conocí a la Venezuela profunda. Por la Venezuela profunda tuve acceso real a la auténtica universalidad. Patria Chica y Patria Grande son las gemelas de mis grandes amores. Y como dijo Martí: Amor con amor se paga.
SAÚL RIVAS-RIVAS
ESPECIAL CIUDAD CCS
ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO/CIUDAD CCS
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César Rengifo consagró en su arte el reflejo de un pueblo
Hoy se conmemoran 98 años del nacimiento del pintor y dramaturgo venezolano César Rengifo, quien a través de sus distintas facetas artísticas supo reflejar la realidad social de la Venezuela de su época y hacer visibles las necesidades de los desfavorecidos, los campesinos y los pueblos originarios.
El escritor e investigador social Saúl Rivas-Rivas comentó que Rengifo fue un venezolano integral. “Como dramaturgo, pintor, muralista, ensayista y periodista siempre trató de insertar toda su poética en la realidad venezolana, pero con un profundo sentido de universalidad, poniendo en el escenario a todos los invisibilizados en estos 500 años de dominación colonial. Por eso, se autoproclamó un artista de la anticonquista”, dijo.
“Provengo, pues, de raíces de pueblo y voy ligado a él por conocimiento y sentimiento”, escribió Rengifo en un carta al escritor Carlos Solórzano y, quizás, nunca pensó que su visión social y política sería compartida por Hugo Chávez, quien en más de una ocasión recomendó sus obras. “Cuando Chávez estuvo preso en la cárcel de Yare se leyó toda la obra del artista. Ambos eran de izquierda, pero lo que los hace más originales es que su izquierdismo estaba enclavado en las raíces más profundas de la venezolanidad. En la praxis de ambos están presentes todos los tiempos de nuestra historia”, señaló.
El artista llegó al mundo en la parroquia Candelaria. Su padre murió dos meses antes del parto y su madre, seis meses después. Sin embargo, con el mismo espíritu de lucha del Arañero de Sabaneta supo sobreponerse a las adversidades. “Frente a cada fracaso, Chávez y Rengifo plasmaban la esperanza y buscaban convertir cualquier derrota en un triunfo, en una especie de ‘Por ahora’, en una espera activa del pueblo”, agregó el escritor.
Rengifo estudió en la Academia de Bellas Artes, donde se graduó en Dibujo, Pintura y Escultura. A sus 19 años participó en acciones antigomecistas, y un episodio marcó su vida cuando en una movilización estudiantil, después de la muerte del dictador, resultaron heridos tres estudiantes. “Todo su arte es un grito, un estremecimiento, una denuncia de las estructuras del capitalismo y la búsqueda, al mismo tiempo, de una esperanza plasmada en un proyecto histórico que está construyéndose con los propios pueblos. Una visión revolucionaria que, a través del arte, nos presenta un diseño de país, un modelo hacia donde caminar y donde el hombre viejo y el hombre nuevo de César están estrechamente vinculados”, explicó Rivas Rivas.
También estudió artes plásticas con el apoyo de una beca y de sus amigos en Chile y después en México donde se inscribió en el Partido Comunista. Rivas-Rivas destaca “la originalidad del pensamiento de Rengifo, porque muy pocos pensadores hacen una declaración anticonquista como la hizo él (…) su pensamiento refleja lo que hoy nuestra Constitución llama una identidad multiétnica y pluricultural”.
En 1954 obtuvo el Premio Nacional de Pintura. Dejó más de 40 piezas teatrales escritas y una amplia variedad de pinturas. Murió el 2 de noviembre de 1980 y desde 2012 se celebra el Día Nacional de la Dramaturgia cada 14 de mayo, en homenaje a quien “a través de su obra instrumenta el pasado y lo pone en manos de las nuevas generaciones”, señaló Rivas-Rivas.
MARIAN MARTÍNEZ/CIUDAD CCS
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