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13/10/13.- Dicen que en un desfile de 200 mujeres, que el piache de la tribu Caribe unificada había hecho seleccionar para el casamiento del nuevo jefe, el joven recién nombrado cacique Guaicaipuro hizo ademán de desdeño con esta frase: “Mi Urquía vale por todas”. El hombre se enamoró de una morena de profundos ojos negros, con unas trenzas de seda que le caían sobre los hombros, con labios color de rosa y que valía por todas las mujeres originarias en nosequecuántos kilómetros a la redoma.
Urquía fue la única mujer que Guaicaipuro amó. Dicen. Cómo creerle a José de Oviedo y Baños y otros militantes del tempranero realismo mágico de aquellos 1600. Relevada al papel machista de “fue la mujer detrás de aquel magnífico hombre”, se encuentran varias anécdotas que la muestran como mujer regia y valiente.
Esta mujer, con porte de amazona, no aguantó las ganas de meterse a guerrillera. Dicen. Al principio de la resistencia indígena se quedó en casa como el mandato tribal dictaba. Pero al notar tantas pérdidas para su bando, se montó en sendos palanquines junto a dos jóvenes guerreros para ir a comandar y apoyar lo que fuera necesario en el campo de batalla. Abogó por la unificación de las tribus Teques, Caracas, Araguas. Se tiñe todo de historia de amor, porque cuentan que Urquía no pudo soportar la idea de morir en el bohío, en vez de al lado de su compañero amado.
El jefe de los Teques y Urquía tuvieron un descendiente: Baruta. Luego del asesinato de Guaicaipuro la mujer que vale por todas le hizo su funeral de rigor, con cantos a su gesta durante ocho días y flautas entonando la canción de los difuntos. Dicen que luego de las exequias, Urquía cogió el penacho con cuatro plumas rojas que le perteneció a su difunto compañero, se lo entregó en las manos a Baruta y le dijo algo así como: “Estas plumas rojas son el símbolo de la sangre de tu padre y de tu pueblo derramadas por el invasor que vino a arrebatarnos nuestras tierras. Defiéndelas con honor”. Dicen.
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Existe también una confusión en cuanto a la historia de Urquía. Muchas personas fusionan dos figuras sensibles en la historia de Guaicaipuro, pero los espiritistas hacen punto y aparte. Urquía fue la esposa del cacique; Rosa, su amante. Incluso, las historias de algunas cortes llegan a concluir que Guaicaipuro abandonó la belleza de Urquía por la otra belleza: la de Rosa. También dicen que la amante fue más valiente y guerrera que la esposa, que la amante cantaba a la muerte para derrotarla y que la esposa se quedó en su bohío bien resguardada.
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La corte de la india Urquía asegura que rezarle y entregarle ofrendas propicia la belleza en la mujer. Además, con un toquecito técnico espiritista se granjea el amor verdadero y duradero. Porque la india se entregó en cuerpo y alma. Dizque ni la muerte los separa.
POR ERNESTO CAZAL
ILUSTRACIÓN NATHALY BONILLA
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