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miércoles, noviembre 23, 2016

Miedo líquido (Opinión)

Por William Castillo B.


Dice Cervantes en la voz de Don Quijote, “tiene el miedo muchos ojos y ve las cosas debajo de la tierra”. Sí. El miedo se ha convertido en el más poderoso movilizador de las emociones y sentimientos humanos. Ocupa nuestro tiempo y nuestra energía. Sentimos su presencia como una amenaza cotidiana. Da igual si nos toca de cerca o nos amenaza de lejos. Es como si su terrible influencia se hubiese derramado, como el agua, sobre la sociedad, inundando cada espacio, cada resquicio, cada rincón de la vida y el alma.

“Miedo es el nombre que damos a nuestra incertidumbre”, dice Zygmunt Bauman, filósofo polaco, en Miedo líquido, un texto en el que da cuenta de los temores de la sociedad moderna. Se trata de un texto que vuelve sobre una antigua obsesión humana: ¿Qué es lo que nos hace temer cada vez con mayor intensidad. ¿Por qué hoy vivimos con tanto miedo?

Ante todo, miedo a qué. Bauman cita el listado: miedo a la crisis económica, a la inseguridad personal y a la inestabilidad social. Miedo a la crisis ambiental. Tememos por igual a la sequía y al exceso de lluvia; es decir, hemos llegado a tal extremo en la agresión a la Madre Tierra, que nos aterran profundamente sus reacciones. Miedo a la escasez y la carestía, y miedo al exceso en el consumo, que concita a iguales amenazas a la salud y la vida. Miedo al terrorismo, ese conveniente monstruo engendrado el 11-S, quién sabe en qué mente, y según Michael Moore, creado para hundir a la sociedad global en una larga era de miedo. Y de guerras.

Miedo al extranjero. Miedo al pobre, que siempre anda buscando cosas como justicia y bienestar, que la aterida clase media cree le pertenecen en exclusividad. Miedo al diferente, al “otro”. Miedo a lo que hacen nuestros hijos y a lo que hemos hecho nosotros con ellos. Miedo a la ideología y a no tenerla. Horror al comunismo, aunque desde “el fin de la historia” -allá en 1989- nos aseguran que está muerto.

Vivimos hoy el miedo al miedo. Bauman recalca: éste es mas poderoso cuando es difuso, opaco. Cuando flota libre, sin vínculos con nada. Hay en su manifestación social un puente que lo une a la ignorancia. La incertidumbre acerca de qué es exactamente lo que nos amenaza. El miedo ancestral se asocia a la oscuridad. A las calamidades y a la inseguridad que brotan de la penumbra.

La modernidad prometió borrar la ceguera, la ignorancia y el miedo mediante la razón y el “progreso”. Hoy, esa sociedad con base en el poder de la ciencia y del dinero, ha fracasado por completo. Hoy las guerras son mas miserables que nunca, y como un virus letal, cunden las matanzas, el hambre, el odio y la desigualdad en el mundo. Nos sentimos tan aterrorizados, ignorante e impotentes, como nuestros abuelos de hace millones de años.

Ya Umberto Eco había dicho en los años 70 que el final del siglo XX traería consigo miedos parecidos a los que sacudieron a los hombres en el año mil: temores sobre la desaparición del mundo, sobre cambios abruptos e inesperados: violencia, ruptura de modelos y rutinas de vida, insurgencia de manifestaciones “salvajes” de un inminente cambio.

Bauman lo reafirma. Es el quiebre de un modelo que prometió acabar con los miedos el que hoy sobrevive de explotar los temores humanos. Y agrego: es el modelo de la democracia occidental, elitista, hipócrita, con su razón positivista, su atroz y perverso capitalismo, sus medios mentirosos y su religión individualista la que cae por el peso de los acontecimientos. Es la crisis del modelo de el Capital.

Solo puede escaparse del miedo enfrentándolo. Por eso, hay que echarse el miedo a la espalda y voltear la mesa de la historia patas arriba. Solo una profunda y radical transformación de nuestro modelo de vida. Humana, horizontal socialista. Que rescate la rebeldía productiva y creadora de lo colectivo. Que ponga el centro en el ser humano y no en el mercado o el Capital. Que nos devuelva la identidad, la belleza y la cultura; que rescate la alegría, la aventura y el placer de la vida en medio de las contradicciones, puede, no ya curarnos del miedo, sino ayudarnos a enfrentarlo y espantarlo, con amor y solidaridad.

Y eso individualmente solo puede hacerse alumbrando la conciencia. Y colectivamente, haciendo una Revolución.

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