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sábado, octubre 01, 2011

CHÁVEZ ACUSO A EEUU Y A LA ONU DE USAR LA MENTIRA PARA AGREDIR AL MUNDO 
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Caracas, 30 Sep. AVN (Hernán Mena).- En esta aldea global que es nuestro planeta vive un forajido y predador imperio que usa la mentira con apoyo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de los medios de comunicación para devorar libertades y soberanías.
Se trata de un predador que desata guerras, conjuras, asesinatos selectivos, embargos y otros delitos que están llevando al mundo a la destrucción, lo que sólo podrá detenerse si se escucha a tiempo la voz de alerta que lanzó el presidente venezolano, Hugo Chávez, en una carta. En ésta exigió a Naciones Unidas frenar esa complicidad generadora de crímenes de lesa humanidad.
Y es que la superpotencia, con la ayuda del organismo mundial, invade y ocupa a las naciones impunemente, violando leyes y las más elementales normas y principios del derecho internacional.
Para lograrlo se vale de la maquiavélica estrategia de convertir a sus víctimas en victimarios, gracias al poder de distorsión y manipulación de la información de la dictadura mediática.
Lo hace como algo natural, pues padece una patología de origen genético heredada de sus padres fundadores, quienes se valieron de la falacia del Destino Manifiesto, que utilizó el sagrado nombre de la libertad para sojuzgar pueblos bajo el pretexto de “liberarlos y civilizarlos”.
Hoy día se sigue apoyando de esa mentira para invadir países, saquear sus riquezas y acusarlos con cinismo e hipocresía de los crímenes que su propio ejército comete.
Estados Unidos (EEUU) acusa a los países víctimas de su agresión, a sus gobernantes y a los líderes patriotas de terrorismo, de violación y de narcotráfico, cuando es precisamente ese Estado forajido el más grande terrorista, violador de derechos fundamentales, traficante y consumidor de drogas del planeta. Lo delata su extenso prontuario delictivo como autor de esos crímenes que les atribuye descaradamente a quienes se niegan a convertirse en sus vasallos.
Y como siempre la mentira es estandarte y bandera en la cruzada bélica contra sus enemigos, de la que se vale para conquistarlos. Lo hizo en 1898 hundiendo el Maine para declarar la guerra a España, en 1964, específicamente en el Golfo de Tonkin, para desatarla contra Vietnam del Norte; en 2001 con la excusa de perseguir a Bin Laden para atacar Afganistán y en 2003 para destruir a Irak con el pretexto de las inexistentes armas de destrucción masiva.
La más reciente de sus aventuras bélicas apoyada en la falacia la comete en Libia, donde asesina impunemente en complicidad de la prensa asalariada, de la ONU y su brazo político del Consejo de Seguridad y de los mercenarios, vendepatria y traidores del Consejo Nacional de Transición.
Bajo el cínico pretexto de proteger a la población, sus secuaces europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) lanzan olas de “bombardeos humanitarios” que matan a miles de inocentes.
Con los cuantiosos recursos económicos obtenidos, más que en base a la capacidad de producción y ganancias de su industria, comercio y servicios al botín robado a lo largo de su secular e incontrolable carrera de rapiña, el imperio creó un monstruo. Es la dictadura mediática, poderosa maquinaria bélica que utiliza en la Guerra de Cuarta Generación más mortífera aún que las armas convencionales y nucleares.
Lo logró comprando con sus dólares la débil conciencia y dignidad de los propietarios de la mayoría de los diarios, revistas, radioemisoras y televisoras privadas del planeta. Esa gente cayó en la miseria humana de la codicia y la avaricia para lanzar contra los enemigos del imperio cada vez que éste les ordena toda la furia de las armas de su arsenal de calumnias y mentiras, cuyo único objetivo es la destrucción de la verdad.
Son los mensajeros del odio visceral que EEUU profesa a quienes se niegan a ser sus lacayos, países y gobernantes, a los que acusa sin prueba o fundamento alguno de terroristas, de narcotraficantes, de dictadores, de violadores de los derechos humanos y de cuanta mentira se le ocurre inventar con tal de desprestigiar su imagen. Ese es el primer paso de una siniestra maniobra, cuyo segundo movimiento es la estocada letal de la agresión armada.
Es el guión de siempre, tan repetitivo que se ha vuelto como la canción de un disco rayado, que sólo gusta y convence a los ingenuos que leen, escuchan y observan su desestabilizadora melodía. Es el mensaje que transmiten noche y día los medios asalariados del imperio, como el dirigido contra Libia, el mismo que están enviando en estos momentos a naciones como Siria, Irán y Venezuela, a las que tienen bajo su macabra mira.
No han escogido al azar a esas potenciales víctimas, pues lo hacen por una razón muy poderosa que es robarle sus riquezas usando la estrategia de siempre, como lo están haciendo en Siria, nación que, según sus alegres cálculos, está a punto de caer en su trampa intervencionista.
Para ello cuentan con la vergonzosa complicidad de la prostituida ONU, del Estado sionista de Israel y de los medios, cuyo mensaje está llegando simultáneamente a Irán y a Venezuela.
Es que ambas naciones, con gobiernos revolucionarios como Siria y Libia, aumentan su insaciable sed de conquista, por poseer reservas de petróleo y agua que escasean en EEUU y Europa, propósito que no oculta el imperio y sus aliados del viejo continente. Es tal su voracidad que, aun cuando no terminan de ganar la guerra contra Libia, ya se disputan como en festín de buitres el botín de su rapiña.
La ambición del imperio es tan desmedida que simultáneamente ha diseñado y aplica planes para apropiarse de los recursos del país persa y de la nación sudamericana contra los que lanzan a las poderosas huestes mediáticas y los desestabilizadores informes del Departamento de Estado estadounidense y de otros entes oficiales.
A Irán lo acusan Washington, sus aliados europeos e Israel de desarrollar armas nucleares, pese a que sus servicios de inteligencia y la Comisión Internacional de Energía Atómica comprobaron que no es cierto. La calumnia fue finalmente desmontada hace dos semanas al inaugurar la planta atómica de Bushehr que generó 400 megavatios de su capacidad total de 1000 MV, los cuales alcanzará en noviembre, para producir electricidad y no armas de destrucción masiva.
Por su parte, el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, su líder, el comandante y presidente Hugo Chávez Frías, así como otros altos funcionarios, son víctimas también no sólo de la conjura mediática sino de otras instancias imperiales. Pero, su maléfico propósito de destruir al proceso revolucionario y a su líder, así como de apropiarse de los recursos naturales, va más allá.
Estados Unidos no sólo busca apropiarse del agua y del petróleo venezolano, cuyas reservas son las más grandes del planeta, del cual necesita para alimentar su maquinaria bélica, el insaciable hambre de su parque automotor y el devorador consumismo de su población. Persigue un objetivo aún más ambicioso, macabro y criminal: frenar y finalmente destruir el proceso integrador de la gran patria latinoamericana y caribeña.
Por eso el imperio pretenda aniquilarlo destruyendo a Chávez y a la Revolución Bolivariana, consciente de su protagonismo en la construcción de ese proyecto unitario y libertario que soñó Bolívar.
Esos estandartes fueron rescatados por el comandante con apoyo de otros mandatarios progresistas y juntos construyeron mecanismos integradores como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), los cuales han desalojado a Washington de sus antiguos feudos y siguen avanzando.
Ahora Chávez aprovecha que la ONU se encuentra reunida en su 66ª Asamblea General para volver a la carga y advertir sobre riesgo de muerte en que se encuentra la humanidad. Esta vez lo hizo a través de una histórica carta en la que denunció algunos de los crímenes que perpetra el imperio, cuya insaciable voracidad, atizada por la complicidad de la organización mundial y los medios, le permite violar las normas y principios del derecho internacional
Fue al mismo tiempo un dramático llamado hecho por el mandatario venezolano a los pueblos del mundo para constituir una alianza contra la guerra y por la paz, “una paz asentada en el más celoso respeto al derecho internacional. Lamentablemente la ONU, a través de toda su historia, en lugar de sumar y multiplicar esfuerzos por la paz entre las naciones, ha terminado avalando unas veces por acción, otras por omisión, las más despiadadas injusticias,” destaca la misiva.
Chávez comienza su carta expresando el total apoyo de Venezuela al reconocimiento del Estado palestino, "al derecho de Palestina a convertirse en un país libre, soberano e independiente. Se trata de un acto de justicia histórico con un pueblo que lleva en sí, desde siempre, todo el dolor y el sufrimiento del mundo”.
El genocidio palestino, la inmoral guerra contra Libia, el acoso contra Siria e Irán y el brutal embargo contra Cuba figuran entre los demás temas abordados por el comandante en su carta. Su lectura por parte del canciller Nicolás Maduro hizo estremecer con sus verdades a los representantes de los pueblos del planeta reunidos el solemne ámbito, quienes escucharon atentamente las acusaciones contra EE UU y la ONU contenidas en la misiva.
“¿Cómo hacer valer el derecho internacional contra su insensata aspiración de hegemonizar militarmente al mundo en garantías de fuentes energéticas para sostener su modelo depredador y consumista?, ¿Por qué la ONU no hace nada para detener a Washington?, se preguntó, y en respuesta dijo: “El imperio se ha adjudicado el papel de juez del mundo sin que nadie le haya otorgado tal responsabilidad y, por lo tanto, la guerra imperial nos amenaza a todos”.
“La voluntad de los poderosos se ha impuesto. Claro, la ONU, tal como hoy funciona, sirve dócilmente a sus intereses. Está claro que Naciones Unidas no mejora ni va a mejorar desde adentro. Si su secretario general, junto con el fiscal general de la Corte Penal Internacional, participa en un acto de guerra como es el caso de Libia, no hay nada que esperar del actual formato de esta organización".
“Si no asumimos de una buena vez el compromiso de refundar Naciones Unidas, esta organización perderá definitivamente la poca credibilidad que le queda. Su crisis de credibilidad se acelerará hasta la implosión final”, sentenció, y en la misma línea de severa crítica agregó: “¿Por qué no hace nada para frenar a Washington y sus intervenciones militares?".
El Jefe del Estado denunció con la misma fuerza el criminal embargo económico y financiero que EEUU viene desatando desde hace más de medio siglo contra Cuba. La brutal medida ha sido condenada casi por unanimidad por la comunidad internacional en las últimas diecinueve asambleas generales de la ONU, con la única excepción de EEUU y su cómplice el Estado sionista de Israel y una que otra pequeña nación “colonia” de Washington.
Y en esta nueva asamblea general la casi totalidad de los gobiernos y pueblos del planeta volverán a condenar y a exigir el fin del criminal embargo. Sin embargo, una vez más EEUU seguirá siendo sordo, ciego y mudo al llamado del mundo, lo que no hace más que demostrar la soberbia y prepotencia de un Estado forajido que, basado en su fuerza, se burla de los pueblos y del derecho.
De la misma manera, el imperio continuará agrediendo a otros países con apoyo de su cómplice la ONU, que a través de su brazo armado de la Otan sigue desatando “bombardeos humanitarios” en Libia y conspirando contra Siria e Irán. Lo hace y lo seguirá haciendo contra cualquier otro pueblo que se niegue a convertirse en su lacayo.
No importa, pues más temprano que tarde no podrá hacerlo más, acosado como está por una grave crisis económica, financiera, social y moral que lo está arrastrando a la muerte como a todo imperio. Entonces, ya podrá seguir comprando conciencias, porque son sus dólares los que convierten a esas criaturas débiles que son sus cómplices en instrumentos de su miseria humana.
De allí la importancia histórica de la carta de Chávez, quien, al igual que durante su intervención en ese mismo foro en 2005, denunció con sus verdades los crímenes de lesa humanidad del imperio y el apoyo que a los mismos le presta sus cómplices de la ONU y los medios con sus mentiras. Porque, como dijo Lincoln: “Podrás engañar a todos durante un tiempo, podrás engañar a alguien siempre, pero no podrás engañar siempre a todos”.
19:52 30/09/2011